Esa corriente política siempre ha estado dividida. Nadie se debe extrañar de esa realidad: son las dos fuerzas que se ven enfrentadas en toda sociedad. Es la inexorable ley de los contrarios, que tiene aplicación de manera constante en todos los actos del ser humano, y que en política se acentúa por factores biológicos, psíquicos, sociológicos y culturales. A diario encontramos una fuerza que lucha por el cambio -es la de los disidentes- y otra fuerza que combate por el statu quo, es la del puñado que domina el mundo. La primera fuerza lucha por el progreso y la justicia social, la segunda persevera por lo obsoleto porque es lo que le conviene. La primera quiere el desarrollo pleno de la humanidad, la segunda se opone con obstinación a cualquier iniciativa para no perder sus privilegios. Esas dos fuerzas nacieron con el liberalismo colombiano, se desarrollaron en sus diferentes etapas y continúan con vigencia en esta hora de decadencia de esa colectividad.
Es tan inocultable la permanente división, las constantes disidencias, que el pasado 12 de mayo dos organismos de su aparato burocrático, la Dirección Nacional Liberal y la Academia Liberal de Historia organizaron un seminario, precisamente con ese nombre: Las disidencia del Partido Liberal. Y algo más, son las disidencias las que le han inyectado vigor al más representativo partido político de la historia colombiana. El liberalismo, junto con su socio el conservatismo, para bien o para mal, ha gobernado a Colombia. Los dos son responsables de la miseria del pueblo, del saqueo de los recursos naturales por las grandes transnacionales y ahora de las privatizaciones de las empresas del Estado.
Sin embargo, en el liberalismo ha existido una corriente democrática, contestataria, popular, que no ha sido ajena a las luchas de los campesinos, de los trabajadores, de los desterrados y sin techo. Esa es otra realidad, que la izquierda, tanto la histórica como las nuevas fuerzas no pueden desconocer.
Derrotado por el conservatismo en 1998 y por una coalición de la más sólida derecha (terratenientes, paramilitares y gran capital) en el 2002, dando tumbos entre una burocracia vergonzante y una tímida oposición, ha sobreaguado el liberalismo durante los últimos siete años, período en el cual hizo un esfuerzo de supervivencia: reforma de estatutos, búsqueda de las bases sociales (jóvenes, mujeres, minorías étnicas, trabajadores, intelectuales) y afiliación a la Internacional Socialista. Así se presentó a su II Congreso, pero de nuevo se hizo patente la división. Sus dos voceros, César Gaviria (neoliberal, aunque ahora como su ex ministro Hommes dice que es socialdemócrata) y Horario Serpa de centro-izquierda.
En el evento, que tuvo ocurrencia durante los días 10 y 11 de junio en Corferias, la división tuvo momentos de tensión. Las masas enardecidas querían sacar del recinto donde se instaló, el viernes a las 3:30 de la tarde, al ex presidente Gaviria. Pero éste, casi tan pragmático como el presidente Uribe, había preparado el discurso que el pueblo heredero de Gaitán y de Galán quería oír. Sólo a cinco minutos de haber iniciado su intervención el ex embajador de OEA, el pueblo estaba otra vez delirando, pero ahora, no de rabia sino de felicidad. En ese discurso Gavia trató de mesiánico, personalista, politiquero de la pequeña gerencia al actual mandatario. Y agregó que las determinaciones oficiales "se deciden más en Ralito que en la Casa de Nariño". Haciendo mención al palacio de Gobierno, minutos antes de la intervención de Gaviria se había pronunciado el presidente de la Dirección Nacional Liberal, para calmar las masas exaltadas, diciéndoles: "El enemigo del liberalismo no está este salón sino en la Casa de Nariño".
Los ánimos del pueblo, habían dado un giro de ciento ochenta grados: más o menos a razón de tres grados por minuto, pues el discurso de Gaviria, duró una hora aproximadamente. Así, que Gaviria dejó sin discurso a Serpa, quien de manera gráfica entregó el manojo de papeles que traía para leer e improvisó su intervención que concluyó con una puya para el ex Presidente: "Me gusta más el Gaviria modelo 2005 que el Gaviria modelo 1990". Después, fue leída la plataforma ideológica, de tinte socialdemócrata y concluyó la jornada del viernes con la intervención de los precandidatos: Cecilia López, Rodrigo Rivera, Alfonso Gómez Méndez y Enrique Peñalosa.
El sábado 11, fue el día de las decisiones, que podrían sintetizarse en una frase: la corriente popular ganó todo, menos la maquinaria del Partido. En efecto, Serpa y sus furibundos seguidores lograron tres cosas fundamentales. Una, que se aprobara el programa socialdemócrata. Dos, la oposición decidida al gobierno de Uribe. Tres, autorización al Director y al Candidato para hacer coalición con otras fuerzas progresistas y democráticas con miras a derrotar a Uribe, o a quien este escoja si no pasa la reelección en la Corte Constitucional. Gaviria, por su parte, se apoderó de la Dirección del Partido Liberal y todo lo que ese aparato significa: burocracia y dinero.
Sin embargo, la división continúa, ahora por la fecha de la consulta en la que ha de escogerse el candidato a la Presidencia. La corriente serpista, quería que fuese la misma noche del sábado, con el convencimiento que la ganaría. Los otros precandidatos, que necesitan más tiempo para recorrer el país quieren que se haga en marzo del 2006 junto con la elección de los miembros del Congreso de la República. Frente a esa discusión, Serpa, otra vez conciliador aún en contra de sus huestes propuso una fórmula de transacción. Autorizar a Gaviria para que junto con los precandidatos, en el término de un mes, por consenso, se pongan de acuerdo en una fecha en este año. Si no se logra el consenso, Gaviria convocará a un Congreso extraordinario, compuesto por los mimos delegados, para el sábado 30 de julio de este año. Ese Congreso decidirá la fecha, en que se ha de llevar a cabo la consulta popular para escoger el candidato a la Presidencia.
PDI
Palos de ciego
Las expectativas despertadas por el reciente congreso del Polo Democrativo Independiente (PDI) no se corresponden con sus resultados. En efecto, con asombro adherentes y contradictores de esta imberbe fuerza política, catalogada por la prensa nacional e internacional como «la izquierda colombiana» recibieron las manipulaciones, despotismo y otras no menores perversiones de la política que resaltaron en el proceso organizativo de su congreso y en la elección de su candidato a la Presidencia de la República.
Tal vez el hecho más significativo de estos se presentó cuando el actual Alcalde de la ciudad potenció toda su maquinaria para que uno de sus hijos fuera elegido como uno de los mayores electores internos del Polo. Recogiendo «firmas ciegas» se logró este cometido,
Pero no fue el único. Por barrios y sindicatos, distintos miembros de esta fuerza pasaron afiliando gente, el todo es que «...fuera al congreso» a votar por el candidato de marras. Puro y físico clientelismo.
La experiencia ya lo enseñó: con clientelas a ninguna parte se llega. La política de izquierda es consciente y horizontal, el resto son palos de ciego.
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