Si nos guiamos por las encuestas, Alí Akhbar Hashemi Rafsandjani dará un primer paso para volver a ocupar mañana la presidencia de Irán. Su reelección, si bien despierta muchas dudas en Irán, será bien recibida en París, Londres y Berlín y, lamentablemente, en Washington. Las potencias occidentales apuestan efectivamente porque Rafsandjani, empresario millonario, presidente de Irán entre 1989 y 1997, sea elegido mañana o el 1º de julio y pueda negociar un acuerdo sobre el tema nuclear. Tales esperanzas están completamente fuera de lugar.
Desde la guerra de Irak, las potencias europeas quieren demostrar el valor del «soft power» y Gran Bretaña, Francia y Alemania negocian con Irán para que detenga su ilícito programa nuclear. No es sorprendente que los iraníes jueguen con los europeos pero en la primavera se hizo evidente que el régimen no se tomaba en serio este proceso. Rafsandjani llega para dar un nuevo rostro a la diplomacia iraní y reiniciar el proceso. Estados Unidos, por su parte, carece de políticas coherentes con relación a Teherán y acepta por consiguiente la política europea aunque haya incluido a Irán en el «Eje del Mal» en 2002.
El pueblo iraní es mucho menos ingenuo. No olvida la represión, el apoyo al terrorismo y los asesinatos políticos durante el régimen de Rafsandjani. Su regreso no es el resultado de la demanda popular sino de la maquinación de los mulahs. No se puede esperar nada de este hombre. La única forma de abordar la cuestión iraní es presionar a favor de la libertad en Irán.

Fuente
New York Sun (Estados Unidos)

«Not Our Man in Iran», por Danielle Pletka, New York Times, 16 de junio de 2005.