La televisión continental latinoamericana ya está en el aire. Rompe el
monopolio informativo estadounidense contribuyendo también en la
información a la construcción de un mundo multipolar y ofreciendo una poderosa herramienta para la integración cultural y política del
continente rebelde.

Esta vez los gobiernos progresistas y populares de la América Latina
atlántica apostaron muy fuerte. Todos juntos, el venezolano Hugo
Chávez, el argentino Nestor Kirchner, el uruguayo Tabaré Vázquez, el
cubano Fidel Castro y más alejado el brasileño Lula da Silva han puesto en marcha el más grande proyecto de integración comunicativa en el mundo.

Desde el 24 de julio, con base en Caracas y redacciones en todo el continente, Telesur cubrirá un espacio que va desde la Tierra del fuego hasta Canadá llegando a 370 millones de hispanoamericanos,
180 millones de brasileños, 50 y más millones de latinos en Estados
Unidos y 100 millones de videntes que hablan español en Europa
Occidental y Norte de África.

Son 700 millones de espectadores
potenciales; ninguna televisión en el mundo puede hacerse entender por tantas personas y con una misión tan clara como la trazada por Joaquín Torres García: “Nuestro norte es el sur”.
Ya ha sido definida como la CNN latinoamericana, y sin embargo es más correcto llamarla la Al Jazeera del Sur.

El gobierno de Estados Unidos ya emitió una fatwa preventiva contra Telesur. Con una enmienda ha autorizado acciones contra las mentiras -o verdades incómodas- que llegarán de la nueva
tevé.

Es una censura preventiva que atestigua como Washington sabe
apreciar la peligrosidad de la tevé financiada por los gobiernos que en
los últimos años han pasado desde el Consenso de Washington -del neoliberalismo y del FMI- a un menos engalanado pero más coherente Consenso de los electores.

Telesur -es el temor de Washington y el sueño de Aram Aharonian, el director- a mediano plazo puede llevar al fin del control estadounidense sobre el sistema mediático latinoamericano. Puede hacerlo en dos jugadas clave: abriendo el camino al pluralismo informativo en una América Latina victima del monopolio de la voz y de los intereses del norte, y ofreciendo un espacio integrador en el cual los latinoamericanos puedan diariamente juntarse.

Telesur, es el primer servicio público multiestatal en el mundo. Y es servicio público como garantía de honradez informativa contra un sistema mediático comercial privado que hoy garantiza sólo el sistema de las multinacionales, los dictámenes del Fondo Monetario Internacional y legitima dos siglos de política neocolonial de Estados Unidos.

Quien conoce el panorama televisivo latinoamericano sólo puede tener una impresión desoladora. La penetración de la televisión por cable llega hasta la última favela y hasta la última aldea perdida en los Andes o en Amazonia siendo a veces la única mediación y contacto con el mundo.

Canales como HBO transmiten las 24 horas películas norteamericanas, vehiculando valores y estilos de vida ajenos. Otros, como los autorizados History Channel o National Geographic cuentan la historia y el planeta sólo del punto de vista anglosajón.

Los canales nacionales cuando cubren eventos regionales recurren a Miami donde los canales en español de CNN y de CBS son los únicos que tratan -distorsionándola- a América Latina como conjunto. Quien se informa en esto medios jamás sintió definir a Augusto Pinochet como genocida. El dictador chileno es todavía respetuosamente definido como ex-presidente o general retirado.

Quien se informa con estos medios jamás fue informado de la oposición planetaria a la guerra en Iraq y no tiene idea que no es cierto que los marines hayan ganado la guerra. Para ellos Chávez no es otra cosa que un peligroso golpista amigo de Fidel Castro y jamás les contaron que en Venezuela 19 millones de personas han conquistado servicios de salud gratuitos y apropiados hasta ahora negados o que 100.000 ciegos latinoamericanos pobres han sido operados gratuitamente este año en Cuba recuperando la vista.

Telesur, y es la primera jugada decisiva, ofrece desde hoy un punto de vista alternativo, como ya Al Jazeera hizo para Oriente Medio. Se llama pluralismo, aunque el Norte no reconoce nada que no esté a las ordenes del dios mercado y de sus presuntos valores. Será difícil eludir Telesur, hacer como si no existiera. Ya no serán sólo las televisiones estadounidenses con su imperialismo mediático a dictar la agenda informativa. La enmienda estadounidense atestigua que ya hoy los medios del norte están obligados a conformar sus agendas a la de Telesur.

Eduardo Galeano escribe que los latinoamericanos han sido obligados durante 513 años a mirarse a si mismos con los ojos de otros. Y han sido obligados a mirarse a si mismos como divididos. Hoy un latinoamericano no boliviano difícilmente conoce la filmografía de Jorge Sanjinés. Un no argentino conoce poco de Pino Solanas, un no colombiano no conoce Sergio Cabrera y relativamente pocos latinoamericanos han apreciado “Fresa y Chocolate”, el éxito mundial del cubano Titón Gutiérrez Álea.

Las televisiones y los cines del continente están ocupadas manu militari por producciones de Hollywood. que en muchos países superan una concentración del 98% de la programación. Hoy día el mejor lugar para tener una idea de conjunto sobre el cine latinoamericano es Madrid.
Telesur hoy ofrece una oportunidad de integración cultural, y es esta
la segunda jugada, la que da jaque mate al pensamiento único: la
integración.

Educados a pensarse como divididos, con Telesur los latinoamericanos tienen un espacio para descubrirse unidos por los mismos problemas pero también por la misma historia y cultura.

E “integración” hoy es la palabra prohibida que Telesur juega en la batalla de las ideas. Los medios del Norte han educado los latinoamericanos a considerar irrealista, desventajosa y peligrosa la integración latinoamericana. E “integración” es hoy una palabra más prohibida que “socialismo”, más incomoda que “imperialismo”, más pecaminosa que recordar que todo el continente ha sido víctima del mismo terrorismo, que todos los desaparecidos desaparecieron por el mismo motivo y que todos los torturadores aprendieron a torturar en la misma escuela, en Fort Benning, en lo que era y es el proyecto estadounidense de integración de las violaciones de derechos humanos. La memoria y la denuncia son las razones de ser de Telesur, una televisión que nace antigua, con su idea de servicio público, pero que al mismo tiempo es modernísima, necesaria e increíblemente subversiva.

Beto Almeida, popular periodista televisivo brasileño, y director de la sede de Brasilia de Telesur sostiene que están preparados al boicot
estadounidense: “Pueden hacernos excluir por los satélites, pero no por todos. Pueden corromper las cableras pero estas son miles y al fin y al cabo tienen interés en ofrecer nuestro producto a sus clientes”.

Al Jazeera, como la televisión yugoslava, en Iraq ha sido bombardeada varias veces. Sin embargo la batalla de ideas pos primera vez hoy se desarrolla compitiendo en la misma cancha: el control remoto de cientos de millones de latinoamericanos. Con Telesur, la información antagonista ya no es patrimonio de minorías o de navegadores solitarios. La iracundia con la cual desde antes del inicio de las transmisiones contestan desde Estados Unidos en el fondo tranquiliza, por que, como decía José Martí, “trinchera de ideas vale más que trinchera de piedras”.