Ha sucedido aquello que se esperaba desde hace mucho. El terrorista israelí Eden Natan Zada mató a balazos el 4 de agosto a gente civil: a cuatro árabes israelíes que viajaban en autobús. La muchedumbre enfurecida destrozó al asesino.

La tragedia que sucedió en la ciudad de Shfaram choca, pero no extraña.
Vienen a la mente la masacre realizada en Hebrón en 1994 por un colón judío, oriundo de EEUU, Baruch Goldstein, quien mató a 29 palestinos que rezaban, así como el asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin, cometido en noviembre de 1995. En aquel entonces, los judíos del mundo entero no llegaban a comprender que contra Rabin podía disparar un israelí.

La Historia conoce muchos casos en que en aras de los llamados objetivos magnos se mataba a los suyos, también los hubo entre los hebreos. Pero para la diáspora judía, acostumbrada a enorgullecerse de los logros alcanzados por los israelíes, por su valentía y tenacidad, lo sucedido era un crac de su mundo habitual.

Pero Israel es un Estado que no difiere en nada de otros, allí vive la misma gente que en otros lugares. En una ocasión el primer ministro de Israel, David Ben Gurion, dijo que Israel se convertiría en un Estado auténtico sólo cuando allí aparezcan ladrones y prostitutas que hablen hebreo. Y he aquí que hasta hay terroristas que hablan este idioma. Así se plasman los sueños de los padres fundadores de Israel. Y así es la vida.

Para el primer ministro israelí Ariel Sharon el problema de manifestaciones del extremismo entre sus compatriotas tiene la misma actualidad que para Mahmud Abbas, cabeza de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Los israelíes y los palestinos han pasado toda su vida luchando los unos contra los otros, pero ha resultado que la línea divisoria pasa en otro terreno. En un mismo campo se ven los israelíes y los palestinos que desean vivir y trabajar juntos, y en el otro, los terroristas procedentes de los grupos extremistas palestinos e israelíes. Pero las ideas estereotipadas siguen imponiéndose, de lo que se aprovechan los terroristas.

En vísperas de la realización del plan de Sharon de evacuar todos los asentamientos judíos del sector Gaza y en parte de Cisjordania, aumenta en flecha la amenaza de nuevos atentados y provocaciones. La policía de Israel y las fuerzas de seguridad de la ANP se han puesto en estado de alerta. Pues Natan Zada ha realizado sólo el más fácil guión de los trazados por los extremistas judíos.

Entre otras amenazas figuran el asesinato de Sharon y la explosión de la mezquita ubicada en la Montaña del Templo de Jerusalén. Son ideas concebidas por unos seres infrahumanos, que no pueden tener justificación. La tarea de la comunidad israelí consiste en no admitir tal desarrollo de acontecimientos.

Existe un aspecto más. La primera reacción de los israelíes - las personalidades oficiales y los periodistas - ante lo acaecido no puede menos que infundir respeto. Ellos tanto censuran incondicionalmente ese acto como preguntan: ¿quién tiene la culpa de que la tragedia se hizo posible?

Además, la búsqueda de los culpables se realiza en su propio medio. Verdad que se trata fundamentalmente de los fallos cometidos por los servicios secretos, pero no del intríngulis ideológico y político del atentado, el que también importa.

Pero nunca es fácil revisar una ideología. Para hacerlo, se debe disponer de una alternativa, la que de momento se vislumbra mal entre el caos de las explosiones mesorientales.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)

Ria Novosti 05 de agosto 2005