Pero aun cuando el CS de la ONU logre diseñar una fórmula de compromiso, ¿contribuirá ésta a estabilizar la situación en Oriente Próximo? ¿Será una garantía de que en la frontera entre el Líbano e Israel no vuelva a derramarse sangre?

Prestemos atención a las palabras del primer ministro israelí Ehud Olmert quien dijo que el enemigo de Israel no es Hezbollah sino Irán que utiliza este movimiento como agente suyo. Antes semejantes declaraciones se hacían en relación con Siria. Tampoco cabe olvidar las declaraciones de los altos cargos oficiales de Israel de que la actual campaña militar debe cambiar la faz de Oriente Próximo. A una opinión parecida se atiene la cúpula gobernante de Washington.

Según los inquilinos de la Casa Blanca, uno de los resultados de la campaña militar israelí ha de ser el debilitamiento de Hezbollah en el Líbano, lo que, hablando en rigor, significa un golpe contra las posiciones de Teherán en Oriente Próximo. Se puede discutir lo fundamentado y legal de semejantes declaraciones, pero en todo caso es evidente que la crisis actual rebase los marcos de la confrontación entre Israel y Hezbollah y exija tener en cuenta la situación regional. No se podrá arreglar el conflicto sin incorporar en esta tarea a Damasco y Teherán.

Ello no obstante, de momento, ningún proyecto de resolución del CS de la ONU es capaz de tomar en consideración el aspecto regional de la contienda. Los esfuerzos de los diplomáticos se centran en conciliar las pretensiones recíprocas de Israel y el Líbano.

La situación parece estar atollada. El proyecto de resolución del CS de la ONU diseñado por EE.UU. y Francia no satisface a ambas partes en confrontación, en primer lugar a los libaneses.

"Para nosotros es evidente que tal proyecto, inaceptable para el Líbano, no pueda ser aprobado, porque prolongaría el conflicto y la violencia", según ha manifestado Vitali Churkin, embajador de la Federación Rusa ante el CS de la ONU. Es difícil objetarle. De veras carece de sentido aprobar una resolución que a priori no puede ser cumplida.

Tan sólo la víspera, el alto cargo diplomático ruso instó a los libaneses a estudiar con más atención el proyecto de resolución que, en opinión de la comunidad mundial, contiene muchas cláusulas a favor del Líbano, incluido el llamamiento al cese de las hostilidades. Pero al darse cuenta de que Beirut rechazaría la resolución, Rusia introdujo correcciones en su postura. "La resolución estipula dar comienzo a un proceso político que tenga por resultado la retirada de las tropas israelíes, pero para comprenderlo es preciso analizar a fondo el texto de la misma. Además, el documento realmente no da garantías absolutas de que esto pueda ocurrir en un futuro visible", ha enfatizado Churkin, dándoles razón a las objeciones del Líbano.

Pero en caso de que sea modificado el texto de la resolución, ¿no presentará objeciones ya el Gobierno de Israel? Y, aparte de todo, ¿quién puede garantizar al cien por ciento que cualquiera resolución del CS de la ONU sea cumplida al pie de la letra? No en vano los diplomáticos se quejan de no poder recurrir, valga la expresión utilizada por Churkin, al arte de magia para satisfacer en igual medida a ambas partes involucradas en el conflicto.

Ya ahora, según escribe el periódico israelí Haaretz, Israel está descontento con que el proyecto de resolución no contenga llamamiento directo a formar y estacionar fuerzas multinacionales en la zona del conflicto. El proyecto tan sólo se limita a hacer constar que la respectiva segunda resolución sobre el tema dado se aprobará más tarde, y esto significa que "no se crearán ningunas fuerzas multinacionales, porque no se llegará a acuerdo sobre éstas", alega el periódico a una fuente anónima en el Gobierno de Israel. "Tantas lanzas han roto antes de elaborar la declaración actual, meramente declarativa.

¿Qué sucederá cuando pasen a debatir la que debería ponerse en práctica?", ha destacado la fuente. Tampoco podemos objetarle. No hay indicios mínimos de que las fuerzas multinacionales (que se planea emplazar en la zona tapón entre el Líbano e Israel) sean formadas próximamente. Y antes de que esto suceda, Israel se niega a retirar sus tropas del territorio libanés.

En esta situación laberíntica, una magnífica solución para los diplomáticos podría ser la decisión de las autoridades de Beirut de emplazar en el sur del Líbano, en caso del cese del fuego y la retirada de las tropas israelíes de esta zona, un contingente de 15.000 efectivos al mando del Gobierno libanés. Rusia opina que esto contribuiría a dar solución al problema. Por su parte, el premier israelí calificó esta iniciativa de "un paso interesante" que merece ser estudiado. Todo depende del aspecto práctico de esta decisión.

¿En qué grado los israelíes podrán fiarse de los militares libaneses que reemplacen a Hezbollah? ¿Qué tareas se plantearían ante los militares libaneses? ¿Realmente está dispuesto el movimiento chiíta Hezbollah a retirar, tal como promete, a sus combatientes del sur del Líbano? ¿Prestarán apoyo a los militares libaneses las fuerzas multinacionales? Y muchos otros interrogantes.

Durante unos veinte años, de 1949 a 1969, Beirut observó el acuerdo sobre el armisticio con Israel. Pero esto había tenido lugar antes de la guerra civil en el Líbano que debilitó sustancialmente al Gobierno de este país. También antes de que hubiera aparecido Hezbollah y antes de las realidades internacionales de hoy.

En virtud de lo arriba dicho se impone esta interrogante: No correrá la resolución actual del CS de la ONU la misma suerte que las anteriores sobre Oriente Próximo? Decisiones correctas y acertadas en su mayoría quedaban en papel y, pasado algún tiempo, todo volvía a sus cauces. La situación en el área seguía siendo explosiva. Sea como sea, de momento el CS de la ONU no está para reflexiones filosóficas sobre el futuro de Oriente Próximo, los diplomáticos procuran detener el derramamiento de sangre.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)

Ria Novosti 10/ 08/ 2006