Las cumbres de G-8, de la Unión Europea y otros foros de alto nivel abordan invariablemente este tema. Cabe señalar que Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia están igual de preocupados con los programas nucleares de Irán, pero aplican las estrategias diferentes sobre cómo resolver el problema.

Washington puede permitirse el lujo de ejercer fuertes presiones sobre Teherán en los temas que van más allá de los proyectos nucleares iraníes, entrometiéndose en los asuntos internos de este país, porque las relaciones económicas entre EEUU e Irán dejan mucho que desear. De otro lado, la UE y Rusia tienen en Irán amplios intereses económicos.

Además, Moscú presta concurso a Teherán en el desarrollo de los proyectos de uso de la energía nuclear con fines pacíficos bajo el control de la AIEA lo que antes suscitaba irritación en EEUU. Pero últimamente Washington dejó de lanzar críticas a Rusia.

El porque de tal comportamiento es fácil de explicar. La Casa Blanca se da perfecta cuenta de que Rusia, país limítrofe de Irán, está más interesada que EEUU y Europa en prevenir que Teherán se erija en potencia nuclear.

No es ningún secreto que la comunidad mundial ejerce un control minucioso sobre la cooperación ruso-iraní en el ámbito de los programas nucleares pacíficos. Y si Rusia opta por suspenderla, Irán se vería obligado a buscar otras vías, ya ilegales, de desarrollo del sector de energía nuclear. Justamente por eso la troika europea (Francia, Alemania y Gran Bretaña) no descarta la posibilidad de transferir a Irán algunas tecnologías nucleares. Desde luego, previo consentimiento de Washington.

Pero existe otro problema. Muchos expertos rusos y occidentales llegaron a la conclusión compartida de que Irán está desarrollando dos programas nucleares. En el artículo que el Instituto de Oriente Próximo insertó en su sitio en Internet, el orientalista ruso Vladimir Sazhin afirma que estos programas «no guardan relación entre sí. El primer proyecto busca el objetivo de potenciar el sector de energía nuclear con el fin de utilizarlo con fines pacíficos. Pero el segundo es el que da dolor de cabeza a la comunidad mundial, incluida Rusia».

A juicio de Sazhin, una vez que Irán alcance el objetivo de crear la infraestructura necesaria para disponer de cantidades suficientes de combustible nuclear, tardaría poco, desde el punto de vista técnico, en ingresar en el club nuclear.

Sazhin escribe que «Rusia y algunos países comunitarios, entre ellos Alemania, comparten la opinión de que Teherán aun no ha tomado la decisión política sobre la creación del arma nuclear. Pero según parece Irán está enfrascado en la tarea de articular la infraestructura tecnológica y productiva que en caso de necesidad le permita poner en marcha el proyecto de desarrollo del arma nuclear en los plazos cortos.»

Así las cosas, Moscú, Bruselas y Washington están igual de interesados en impedir que Irán se convierta en potencia nuclear. Es significativo que durante el encuentro que los líderes de Rusia, Alemania y Francia celebraron a primeros de julio en Kaliningarado, el presidente francés haya destacado «la coincidencia de los puntos de vista sobre el tema de la no proliferación».

Elogió la política rusa respecto a Irán y expresó la esperanza de que la troika europea y Teherán llegarían al consenso en el punto relativo al régimen de no proliferación.

Al propio tiempo despiertan interés las declaraciones que el presidente de la Cámara de Cuentas de Rusia, Serguei Stepashin, emitió durante su reciente visita a Irán. Conformó el compromiso de Rusia de instalar nuevos reactores en la planta electronuclear de Bushehr, pero dio a entender que a Rusia le gustaría saber lo que los dirigentes iraníes entienden por la «estrategia nuclear actualizada de la República Islámica.» «Si Rusia, Europa e Irán concuerdan sus posiciones sobre los programas nucleares iraníes, nada impediría a Moscú continuar con el proyecto de la central atómica de Bushehr», indicó Stepashin.

En lo que respecta a la seguridad internacional, Irán difícilmente pueda sacar provecho de la colisión de intereses en la región entre la UE, EEUU y Rusia. Otra cosa es el terreno económico.

El hecho de que Irán se desvela como socio promisorio de Rusia y de algunos países europeos en distintos sectores económicos, entre ellos energía nuclear, construcción de plantas eléctricas y la industria del petróleo y gas, mueve a éstos últimos a buscar el arreglo pacífico de la situación en torno a Irán. Pero si no se logra dar solución negociada al problema nuclear iraní, la cooperación económica sufriría un retroceso, causando deterioro a los intereses de Moscú y de Bruselas.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)

Ria Novosti 8 julio 2005