Suelo seguir con la mirada como a un boomerang, mis obras cuando abandonan el taller y sé que regresarán a mi, con las huellas de su viaje por un circuito programado y manipulado por manos extrañas.También me anima la esperanza que las imágenes se queden en la memoria de las personas que asistieron a la exposición, si es que tuvieron la oportunidad de ejercer el acto de la contemplación.
Hace algunos años, tuve un sorprendente hallazgo, provocador que removió todos los conceptos que sostienen los especialistas en arte, aunque dudé que se refiriera al arte en sí, sino más bien al rol que ha jugado a través del tiempo y su manipulación como la más alta manifestación superior del ser humano.
El encuentro fue en Quito, mientras hurgaba viejos libros, en un canasto repleto de libros en oferta vi una portada con la imagen de un Superman con botas, pantalón bombacho y espuelas, disparando una ametralladora rodeado de pinceles, cuyo titulo es El arte enemigo del pueblo de Roger L. Taylor [1].
Esta obra filosófica con una propuesta tan original, subrayó, ratificó, refrescó y aclaró muchas de las dudas que como creador en el campo de las artes plásticas tenía y he seguido teniendo. Desde luego, debo decir que el arte a que se refiere el autor es el de la gran cultura, el arte como prerrogativa elítica; alejado del pueblo. Y pueblo el conjunto de seres humanos pertenecientes a las clases sociales que menos tienen, en contraposición a las clases pudientes.
He sostenido un diálogo con los conceptos emitidos, las experiencias del autor son similares y tan abundantes como las que he tenido con las personas que componen la mayoría marginada, aunque las mías con más sentido de pertenencia, pues yo provengo de un campesinado pobre del norte chico chileno. Siempre me resultó natural, aún siendo profesor universitario, hablar y compartir con los barredores, carteros, ascensoristas, trabajadores de la construcción, gente que despacha en los comercios, policías, bomberos, vecinos procedentes de distintos campos laborales y confirmar que para ellos en general, el tema del arte, de hecho está fuera de su alcance. Me he interrogado constantemente, sobre qué se puede hacer para romper estas barreras invisibles, este abismo cultural. Y... no se trata de qué tipo de arte.
La positiva provocación de Taylor nos conduce a límites de la no-solución fácil. Normalmente nos asalta la idea de tender un puente sobre uno u otro abismo cultural inspirados en sentimientos de tipo pedagógico. Sin embargo, el autor cierra esta puerta cuando expresa que "mi propósito, no obstante es anti-pedagógico para decirlo en forma más provocadora, yo creo que el arte y la filosofía son enemigos de las masas. Por tanto mi propósito no es acercar el arte y la filosofía a las masas, sino, todo lo contrario: armar a las masas en contra suyo".
Me pregunto si ese abismo al que se refiere el autor, en nuestros pueblos pobres no es sino el fruto de su condición de analfabetas y su miseria. El paradigma es que a pesar de su marginalidad, tienen sus códigos culturales, su modo de pensar lo propio, sus saberes y una producción artística que ha sido asimilada a la llamada cultura popular y que se mueve en varias direcciones. Una de ellas es cuando esta producción artística se suma al sistema comercial paralelo del arte de la gran cultura y otra que evidentemente no se hace para museos, ni como arte, sino cumple una función vital en la cotidianidad de los pueblos.
La complejidad en nuestro tiempo del concepto tradicional de arte es cada vez mayor, ya que él permea y permanece agazapado como un virus irreconocible en la ambigüedad conceptual en los discursos modernizadores y en la llamada postmodernidad. Sus múltiples cruces son los juegos a escondidas, donde los intelectuales e investigadores no lo pueden encontrar, menos con herramientas que lo estudien por separado: "la historia del arte y la literatura, habían identificado repertorios de contenido que debíamos manejar para ser cultos en el mundo moderno. Por otro lado, la antropología y el folclor así como los populismos políticos, al reivindicar el saber y las prácticas tradicionales constituyeron el universo de lo popular. Las industrias culturales engendraron un tercer sistema de mensajes masivos que fue atendido por nuevos especialistas comunicólogos y semiólogos." afirma Néstor García Canclini [2], cuando desarrolla el concepto de hibridación cultural para estudiar la cultura de nuestro tiempo, donde el concepto de arte atraviesa tal como es y disfrazado de lo culto, lo popular y lo masivo.
El autor se imagina las llamadas y sus expresiones artísticas como auténticas, nacionales y señala que se trata de conservarlas puras, alejadas de la industria e influencia foráneas. Los modernizadores y sus fantasías de progreso y tecnologías de punta, hablan de la libertad creadora y del arte por el arte y del saber por el saber. Hoy nosotros comprendemos como el saber en las economías neoliberales, se transformó en un poder de las clases pudientes.
Así es como, tomando cualquier desvío en el camino, llegamos a la gran autopista donde las expresiones artísticas, y no digo arte de las llamadas culturas populares consideradas tradicionales, van a las ferias artesanales y concursos populares y el arte de la gran cultura va a las bienales y museos.
También suele ocurrir que ciertas expresiones artísticas de autodidactas provenientes de los sectores populares, entren por la puerta grande al arte de la gran cultura, maquilladas, perfumadas, transformadas en mercancías, aunque manteniendo de hecho su función esencial como lo es la subsistencia de campesinos o indígenas que la producen. Algunos países de Latinoamérica han creado museos, una especie de apartheid , para el llamado arte popular.
En Latinoamérica, cuando constatamos la poca asistencia a los museos y actividades artísticas, es porque realmente las masas desposeídas, intimidadas no prestan ninguna atención al arte, me refiero a las artes mayores de la gran cultura. Podría tratarse de una actitud de resistencia activa o falta de interés generalizado, en contra de una política cultural artística y su programación elitesca desde el poder económico de las empresas o del Estado, generando con ello el sentimiento colectivo (oculto) de no estar a la altura de esa gran cultura concebida como lo espectacular, lo superior. ¿Cómo pudo producirse y mantenerse hasta hoy esta situación? Son interrogantes que debemos investigar y responder si realmente queremos el cambio.
En el campo del arte se está tan alienado como en el del televidente a tiempo completo. Producto de este acostumbramiento, hemos creado conceptos sobre arte que son evidentemente contrarios a la mayoría de la gente, sin que nos percatáramos de ello. Algunos resistimos y vivimos defendiéndonos de ese condicionamiento mental del que todos somos responsables. La aproximación al arte funciona de este modo, personas que se sienten atraídas y se acercan tímidamente a él, no sin expresar antes "yo no entiendo nada de arte" y huyen sumándose a esa mayoría que permanece indiferente y alejada.
Entre otros que se sienten atraídos, hay algunos que les parece que acercarse al arte, es como entrar en una forma de vida superior. Caminar en compañía de seres brillantes, exitosos, superior a la masa de la población indiferente, consideradas embrutecidas por la sociedad de consumo e incapaces de tener conciencia de si mismo, como un rebaño de ovejas que no se da cuenta siquiera cómo es manipulado.
La vida artística de hecho, desarrolla un distanciamiento de superioridad respecto de los demás y eso en nuestro tiempo no sólo no ha cambiado sino más bien se ha profundizado con el surgimiento de las llamadas vanguardias en el mapa de los movimientos artísticos contemporáneos y sus discursos herméticos y ambiguos en el arte. Por otra parte, enterarse del arte y sus actividades, aunque sea por las informaciones amarillistas sobre la vida privada de los artistas o la más alta adquisición de una obra en millones de dólares en una subasta, relaciona a grupos sociales con la jerarquía clasista de la sociedad. Si no se maneja información, significará la no-pertenencia a los grupos de poder y status, de allí surge el snobismo en su relación con el gusto por el arte.
Entre las propuestas o aparentes soluciones que se dio en los países llamados del socialismo real o que se autodenominaron marxistas, eran que se les aseguraba que el verdadero arte revolucionario y proletario les había salvado de la corrupción del arte burgués, pero no modificaron el concepto mental de arte, el que aún presentado como revolucionario y proletario siguió perteneciendo a la concepción burguesa del arte y la vida cultural de la élite adinerada como el ideal más alto.
Entre nosotros, el Che Guevara [3], ha escrito al respecto : "...¿por qué pretender en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida? No se puede oponer al realismo socialista "la libertad" porque ésta no existe todavía, no existirá hasta el completo desarrollo de la sociedad nueva; pero no se pretenda condenar a todas las formas de arte posteriores a la primera mitad del siglo XIX desde el trono pontificio del realismo a ultranza, pues se caería en un error proudhoníano de retorno al pasado poniéndole camisa de fuerza a la expresión artística del hombre que nace y se construye hoy."
Somos especialmente los artistas quienes repetimos que el arte es una forma de vida, mientras nos alejamos sin darnos cuenta de ella. El escenario de esa vida es del más puro corte capitalista, de allí surgen los movimientos artísticos aún los autodenominados de vanguardia crítica, expresiones artísticas que no van nunca más allá de los intereses de la clase social dominante. Existe también el intento oficial de hacer entrar a otros sectores en esa forma de vida del arte en sociedad; al que algunos nos resistimos.
En la historia no siempre ha existido el concepto de arte como es conocido en la actualidad. Las tallas de grupos étnicos existían antes de que se les descubriera y asignara valor en términos económicos. Su puesta en escena fue suficiente para convertirlas en arte y a sus creadores en artistas primitivos, instintivos, ingenuos o populares, olvidando que en sus pueblos el concepto de arte y en su cultura carece de sentido.
Por ello nuestra llamada cultura popular y su expresión artística -y no digo arte- tiende menos a desaparecer que a transformarse asimilada a la cultura de la élite y su incruenta comercialización.
Las obras de arte son reconocidas como tal porque los procesos sociales desde el interior de la forma de vida que rodea al arte mismo lo han etiquetado así. En un lenguaje claro y simple el arte hoy, no es otra cosa que lo que la alta burguesía adinerada y su mercado, llama arte.
Tratando de diferenciar el arte de nuestra sociedad, es frecuente escuchar que el de las clases altas es uno y que el verdadero es otra cosa. Eso es entender equivocadamente que el arte no es nada más que lo que una sociedad determinada ha establecido como tal y seguro será distinto a lo que llamarán arte las sociedades futuras. Por ello el concepto de arte está abierto y a merced de los procesos sociales que irán determinando su evolución.
Un gobierno bien intencionado puede hacer los mas grandes esfuerzos y tratar de convencer con lemas propagandísticos como Ahora el pueblo tiene arte, El pueblo es la cultura y de hecho intentar masificar la producción de bienes culturales como libros, discos, espectáculos musicales gratuitos. Pero si no hay cambios en los contenidos y metodologías nacidos del proceso revolucionario o realizado para y por esos cambios, lo que se hace es solo difundir y masificar la producción intelectual artística elitesca, con sus correspondientes contenidos que se quieren cambiar.
En otras palabras, cuando el arte de la élite adinerada de la gran cultura producido masivamente es acercado a la masa popular, tendiendo frágiles puentes culturizadores sobre un abismo pétreo construido por sistemas políticos económicos históricos como el colonialismo, capitalismo, imperialismo, neoliberalismo, las masas populares debieran rechazarlo y oponer una poderosa creatividad, parida de sus movimientos sociales, libertarios, preexistentes en la cultura de la resistencia que permanece en nuestras memorias
Cuando la sociedad, la gran cultura de la élite y el mercado designan una cosa como arte, es arte. Los artistas modernos y contemporáneos se dieron cuenta que arte es sólo lo que se ha denominado como tal y para realizar una obra de arte basta con producirla (sea lo que sea y hasta en el nombre la libertad creadora) y se acepte como arte, asegurando con ello el status del artista.
Duchamp recogió viejos objetos como el urinario aquel que firmó presentándolo en una exposición. Como el círculo artístico no lo rechazó, sus obras se convirtieron después de algunos años, en un aspecto más de la categoría de arte y surgió una importante escuela con sus seguidores a través de la historia.
La intención de Duchamp con el urinario, fue atacar al arte oficial, demostrando el absurdo de las actividades artísticas. Entonces, si cualquier cosa puede ser considerada arte, luego el arte no es más ni menos que lo que se denomina arte. Hoy se cita y manipula el pensamiento de Duchamp en eventos oficiales, reafirmando la exclusión como valor.
Gran responsabilidad tienen en esta conceptualización histórica del arte y la filosofía, los llamados intelectuales y creadores, especialmente provenientes de las canteras universitarias cuyas concepciones elitescas se expresan, por ejemplo entre otras, en la negación de toda investigación o saber que no provenga y no cuente con la bendición de un ámbito estrictamente académico.
Con ello se ha fortalecido e impuesto , el "saber como poder", correa transmisora de las ideas neoliberales y otras que maquilladas permanecen pegadas a ellas. Al respecto, resultan adecuados y atractivos los programas que se inician en la Universidad Central de Venezuela (Faces) donde se ensaya formas de colaboración mutua intercultural con intelectuales de fuera de la academia, especialmente de movimientos afrolatinoamericanos, indígenas, feministas, defensores de derechos humanos, así como el trabajo de numerosos humoristas gráficos, cineastas etc.
Según el profesor Daniel Mato [4], estos programas tienen como propósito el de intervenir críticamente en algunos procesos en marcha en las universidades y en otros ámbitos, de lo que él ha denominado genéricamente prácticas intelectuales en cultura y poder.
Todas estas reflexiones, tratan de desenmascarar los aspectos más falaces del concepto arte, de ninguna manera impedir que nadie siga manchando con pintura sus telas, componiendo y tocando música, digitalizando y haciendo videos o usando el lenguaje para hacer poesía. El lector puede sacar múltiples conclusiones, más si prevalece aquella de que el arte concebido así como parte de la gran cultura, éste arte es y ha sido perjudicial para la sociedad, entonces estas reflexiones habrán caído en tierra fértil y permitirán corregir las ideas erróneas que se tiene sobre arte y cultura.
Como creador [5] [6] [7] he resistido frente a los programas culturales artísticos hegemónicos que aún manejan el concepto equivocado de arte como lo superior.
Para reducir el alejamiento y apatía del pueblo frente a las actividades artísticas, propongo despertar de este hipnotismo o magia conceptual del arte, y/o por lo menos rebelarse contra él. Comparto con Taylor que el arte como lo superior es un precio que los pueblos pobres desposeídos debieran negarse a pagar y no solo desconocer.
[1] Taylor Roger L. El arte, enemigo del pueblo, Colección Punto y línea, Edit. Gustavo Gili, Barcelona, España, 1980
[2] Néstor García Canclini, Culturas Híbridas, Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Colección Los 90, Grijalbo, 1990, México
[3] Guevara Ernesto, El socialismo y el hombre. Ediciones Corma, Chile, 1967
[4] Daniel Mato, Diversidad de contextos, de prácticas intelectuales y de saberes. Ponencia, Simposio 48, ALAA-2005
[5] Ortizpozo Aníbal, Nada nuevo bajo el sol. Las Artes Visuales en la Era de la Globalización y el Libre Comercio
[6] Ortizpozo Aníbal, Carta a los artistas plásticos ¿proscritos por toda la eternidad? En las Artes Visuales: obras, hombres y la educación artística
[7] Ortizpozo Aníbal, Concierncia ética e imagin ación política. ¿Qué pasa en Latinoamérica con nuestros intelectuales y artistas?
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