En una entrevista concedida a la televisión israelí, George W. Bush alertó que estaba dispuesto a recurrir a la fuerza contra Irán para impedir que adquiriese el arma nuclear. Una vez más, esa guerra debería contar con el apoyo británico. La justificación podría ser que un ataque estadounidense-británico es el único medio de mitigar el fracaso de la comunidad internacional y que su acción es el único medio de impedir un ataque israelí.
El sentido común dice que los Estados Unidos, sumidos en el atolladero de Irak, no pueden atacar a Irán. Pero ello sería desconocer los objetivos y recursos de los Estados Unidos. La devastadora potencia aérea estadounidense no se ha movilizado en Irak y todavía es posible movilizar bastantes tropas para tomar las zonas petroleras de la costa y lanzar raids contra Irán. El objetivo de los bombardeos sería destruir la infraestructura política, militar y económica (excepto el petróleo) del país, y no se limitarían a las zonas que pudiesen contener armas de destrucción masiva. Por su parte, Irán podría también ser víctima de una guerra civil debido a que los Estados Unidos estimulan los movimientos separatistas azeríes y kurdos.
Las consecuencias de un ataque semejante son conocidas: desarrollo del terrorismo, levantamiento chiíta en Irak, ataque contra Israel por parte de Irán y del Hezbollah, ataques contre la industria petrolera del Golfo, boom del precio del barril y recesión mundial. No obstante, dado que Irán constituye una amenaza para la supremacía estadounidense y que su petróleo alimenta sobre todo a China, que es el otro gran rival, Estados Unidos aceptará esas dificultades.
Es probable que el Reino Unido participe en esta guerra. Como la existencia del programa nuclear iraní es un hecho comprobado, será más fácil convencer a la opinión pública. Los Estados Unidos, además, se negarán a dotar al Reino Unido del sustituto del programa nuclear submarino Tridente si los británicos no pagan con el precio de su sangre. Por último, el voto favorable de los conservadores debería permitir aminorar las deserciones en las filas laboristas. Si esto quiere impedirse, hay que apoyar el fortalecimiento de los tratados internacionales contra todas las armas de destrucción masiva y liberar a nuestros servicios de inteligencia de la influencia estadounidense. Finalmente, hay que ejercer presión sobre nuestros diputados.
«How Bush would gain from war with Iran», por Dan Plesch, The Guardian, 15 de agosto de 2005.
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