Cuatro años después del 11 de septiembre, ¿es la política exterior estadounidense un resultado de la cultura política de los Estados Unidos? ¿En qué medida está determinada por las particularidades del actual presidente y de su gobierno? Podría pensarse que Washington no hace más que seguir su tradición política. Los Estados Unidos han optado con frecuencia por el unilateralismo cuando se han visto obligados a ello y la retórica idealista a menudo lo acompaña. Sin embargo, las decisiones tomadas a partir del 11 de septiembre de 2001 no corresponden a esta tradición.
Después de los atentados, los norteamericanos hubiesen seguido a la Casa Blanca en cualquier dirección. Después de la caída de los talibanes, los Estados Unidos decidieron solucionar un viejo litigio que tenía poco que ver con Al Qaeda: Irak. Al hacerlo, el gobierno de Bush hacía un mal uso de la carta blanca dada por la población y alejaba a sus aliados más cercanos. Washington hubiese podido construir una alianza entre las democracias para modernizar al Medio Oriente, intensificar las sanciones contra Irak y crear un nuevo sistema internacional de lucha contra la proliferación nuclear. Una actitud semejante hubiese dado continuidad a la política tradicional estadounidense.
La política del gobierno de Bush se guía mucho más por los neoconservadores que por el impulso de los cristianos conservadores. Esta corriente se asocia con lo que Walter Russel Mead denomina «Estados Unidos jacksonianos», esos nacionalistas partidarios de un furibundo aislacionismo. La falta de justificaciones sobre las armas de destrucción masiva y de los vínculos con Al Qaeda para legitimar la Guerra en Irak llevó a George W. Bush a adoptar un discurso idealista únicamente neoconservador. La transformación del «Gran Medio Oriente», por tanto, se convirtió en el eje central de la política exterior estadounidense. La base jacksoniana de Bush, que suministra el grueso de las tropas que cumplen servicio y mueren en Irak, no tiene ninguna afinidad natural con una política semejante, pero no ha querido abandonar al Comandante en jefe en plena guerra. No obstante, se trata de una alianza frágil.
Si los jacksonianos comenzasen a pensar que la guerra no puede ganarse, dejarían de apoyar un conflicto centrado en la promoción de la democracia. Esto se haría sentir en las elecciones primarias republicanas de 2008. Por consiguiente, todo dependerá del rumbo de la guerra. El ejército no está preparado para enfrentar una insurrección a largo plazo. No sabemos cuál será el resultado de la guerra en Irak. Pero sabemos que, cuatro años después del 11 de septiembre, la política exterior norteamericana en su conjunto parece destinada a salir engrandecida o empequeñecida de una guerra vinculada marginalmente a lo que ocurrió ese día en los Estados Unidos.
International Herald Tribune (Francia)
El International Herald Tribune es una versión del New York Times adaptada para el público europeo. Trabaja directamente en asociación con Haaretz (Israel), Kathimerini (Grecia), Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania), JoongAng Daily (Corea del Sur), Asahi Shimbun (Japón), The Daily Star (Líbano) y El País (España). Además, a través de su casa matriz, lo hace de manera indirecta con Le Monde (Francia).
New York Times (Estados Unidos)
El New York Times aspira a convertirse en el primer diario mundial por medio de sus ediciones extranjeras.
Le Monde (Francia)
Clarín (Argentina)
El Mundo (España)
«Invasion of the Isolationists», por Francis Fukuyama, New York Times, 31 de agosto de 2005.
«Bush se equivocó al provocar la guerra en Irak», Clarin, 1° de septiembre de 2005.
«La invasión de los aislacionistas», El Mundo, 1° de septiembre de 2005.
«Isolationist invasion», International Herald Tribune, 1° de septiembre de 2005.
«Irak: le gâchis américain», Le Monde, 7 de septiembre de 2005.
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