La guerra civil profetizada por Ariel Sharon no se produjo. No estalló, ya que para que eso suceda, hacen falta dos campos opuestos que se odien y que consideren que su supervivencia depende del aniquilamiento del otro. Durante estos dos últimos meses pasé mucho tiempo en las colonias y durante la evacuación de Gush Katif no vi dos campos, ví israelíes, soldados y colonos, en una situación difícil. _ Los medios de comunicación filmaron escenas de resistencia y de tragedia humana pero no grabaron los momentos más elocuentes de fraternización entre soldados y colonos. Los soldados oraron con los colonos, los consolaron, se excusaron con ellos. Durante la última oración en la sinagoga de Gush Katif se oró por los responsables políticos israelíes y se pidió a Dios que los bendijera. Sin embargo, esos hombres ordenaron la destrucción del mundo que los colonos habían construido con su trabajo, sus sueños y su sangre.
La retirada se presentó como una lucha entre el poder de la democracia y los fanáticos fuera de la ley. En realidad, la verdadera fractura es la línea invisible que se forma entre los que comparten la pena de los colonos y los que se burlan de ella. Hay que continuar explicando a la población lo que sucede y recordar que formamos parte del mismo movimiento sionista.
«The civil war that wasn’t», por Natan Sharansky, Jerusalem Post, 12 de septiembre de 2005.
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