La credibilidad del informe Mehlis se ha ido abajo sólo algunas horas después de la distribución de algunas copias a la prensa. Se ha comprobado que existen dos copias de dicho informe. Una enviada al secretario de la ONU, y otra rectificada y destinada a la prensa.
Ello quiere decir que el informe que debe decidir la suerte de la región está sometido a consideraciones políticas. En otras palabras, que el juez alemán no es más que un subordinado sometido a la autoridad de Kofi Annan. Mehlis, que fue designado por la ONU para investigar la muerte de Hariri, sólo debe hacer referencia a su espíritu profesional. Ahora bien, la investigación permitirá a la comisión que la ha llevado a cabo ajustar cuentas políticas, al nombrar, sin objetividad alguna, a los que estime pertinente.
La credibilidad de dicha comisión y quizás hasta su respeto se vieron ya afectados cuando permitió a la prensa libanesa el acceso a los resultados del informe, incluso antes de que fuese publicado. O sea, que no tomó las medidas de seguridad que garantizan el secreto profesional.
El desarrollo de esa investigación asumió, desde el inicio, una dimensión política. Ello incluso parecía constituir la fase preparatoria de una carta de condena a Damasco para, enseguida, pasar a la segunda etapa, que consistirá en aplicar a Siria un embargo político y económico, todo lo que, en definitivas, conducirá a la caída del régimen de Assad.
Existe una gran diferencia entre una investigación internacional basada en la ley y en la transparencia, y una investigación política cuyos objetivos ya han sido mencionados. En ese marco, el informe Mehlis no ha dejado de suscitar dudas y acusaciones de diversas partes, sobre todo palestinas. La investigación se ha basado en informaciones y declaraciones provenientes de los peores enemigos del gobierno sirio, lo cual no es justo.
Quizás ese informe contiene informaciones ciertas y confirmadas, tal vez hasta errores graves cometidos por los servicios de seguridad libaneses y sirios, pero ello no basta para acusarlos. Asimismo, la intervención del secretario de la ONU al suprimir nombres como el de Maher Assad en la lista, puede dar lugar a diversas interpretaciones. La primera es la de permitir a los Estados Unidos y a los occidentales presionar aún más a Bachar para marginarlo de manera pacífica. O dar más tiempo a Egipto para convencer a El Assad que adopte, incondicionalmente, la agenda estadounidense. O, por último, permitir al enviado de la ONU, Larson, presentar sus nuevas sugerencias para aplicar la resolución 1559.
Se trata de un juego peligroso que puede provocar consecuencias terribles.

Fuente
Arabrenewal (Arabia Saudita)

«تقرير ميليس لعبة سياسية», por Abdellah Assanaoui, Arabrenewal, 28 de octubre de 2005.