Debido a la realineación de los partidos y de los políticos israelíes, la vida política israelí experimentará el cambio más tremendo ocurrido desde hace 30 años. Es importante entender las consecuencias que eso tendrá en el futuro de Israel, de la región y de las relaciones israelo-árabes.
El sistema político israelí está viviendo el final de su segunda era. La primera fue el período 1948-1977, con la hegemonía del Partido Laborista. Poco a poco se fue creando un espacio libre en la derecha y en el centro, y se formó el Likud, inaugurando una segunda era en la cual ambos partidos se han disputado la dirigencia en Israel. Esta oposición es más compleja que la existente entre halcones y palomas. De hecho, el Partido Laborista pensaba, con optimismo, que podría encontrar un día un interlocutor árabe con quien discutir, mientras que el Likud no pensaba igual. Los acuerdos de Oslo en 1993 permitieron llevar a la práctica tales hipótesis.
Cuando en el año 2000 Arafat lanzó de nuevo su guerra terrorista contra Israel, surgió un nuevo consenso nacional. Según esta idea predominante, es necesario que Israel se retire de Gaza y de Cisjordania para obtener la paz, pero no es posible negociar con los palestinos. Este nuevo consenso constituye el meollo de la política de Ariel Sharon, quien se mantiene firme en lo concerniente a los palestinos pero está dispuesto a aplicar una política moderada. Así, algunos en el seno del Likud lo califican de traidor, pero los laboristas están en decadencia. Es por ello que, con su nuevo partido, Sharon deberá ganar las elecciones. Estará entonces en una posición de fuerza frente al mundo árabe.
«Sharon’s centrism the likely winner of Israel’s shake-up», por Barry Rubin, The Australian, 23 de noviembre de 2005.
«Israel’s political earthquake», Taipei Times, 23 de noviembre de 2005.
«Israel is on the verge of a political earthquake», Daily Star, 24 de noviembre de 2005.
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