Angela Merkel, según los sondeos realizados, contaba en mayo con un estimado del 44% de los votos, pero sólo alcanzó la cifra de 35%, con un solo punto por encima de sus adversarios socialdemócratas. Esta caída electoral se debe a su falta de carisma y a la frialdad de la campaña realizada. Los alemanes estaban ya hartos de Gerhard Schröder pero no cayeron rendidos en los brazos del tremendamente mal inspirado plan de reducción de impuestos que propuso la candidata de la CDU. Es probable que si la campaña hubiese durado una semana más, el canciller saliente hubiese resultado vencedor.
No obstante, a pesar de su mediocre victoria, Merkel se siente tranquila y segura de sus fuerzas. Helmut Kohl la llamó «mi hija», pero fue ella quien precipitó su caída de la CDU y sus adversarios en el seno del Partido demócrata-cristiano la subestimaron. Actualmente, Merkel dirige una gran coalición que deberá enfrentar cuatro grandes desafíos: respetar su programa electoral, respetar el deseo de los electores de preservar el Estado protector, conservar la estabilidad presupuestaria a pesar del desempleo y solucionar los problemas de Alemania Oriental. Será difícil hacerlo. Merkel, en efecto, quiere disminuir los impuestos a pesar de un déficit elevado. Ya aumentó la TVA, lo que reducirá el consumo. La reforma del sistema de salud podrá hacer que estalle la coalición y no hay soluciones milagrosas para la Alemania oriental. Pero no todo es negativo. Alemania atrae todavía inversiones masivas y hoy no vacila ya en enviar tropas a operaciones militares internacionales.
Es difícil saber el rumbo que tomará su política exterior. Como es habitual, ella pasará un tiempo escuchando lo que se le dice, pero cuando ya haya aprendido, no será suave. Sin embargo, sigue gozando de poca credibilidad entre una parte del electorado de la Alemania occidental, ya que proviene del Este, pertenece a otra cultura. Ella ni siquiera sabe quién ganó en realidad la Copa del Mundo 1966.
«She has no idea who really won the 1966 World Cup», por Michael Naumann, The Guardian, 24 de noviembre de 2005.
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