Acabo de regresar de mi cuarto viaje a Irak en 17 meses y he podido constatar los adelantos y progresos realizados en ese país que se salen del modelo construido por la dictadura de Sadam Husein. Incluso en el triángulo sunita se observan avances. La vida en Irak mejora y hay un fuerte crecimiento económico. La verdadera guerra en Irak enfrenta a 27 millones de iraquíes contra 10 000 terroristas que añoran a Sadam Husein o que son combatientes de Al Qaeda, y que no quieren que el país sea libre y democrático. Derrotarlos constituye una prioridad para nuestra seguridad nacional y para nuestra seguridad económica.
Antes de viajar a Irak, estuve en Israel. Es la única democracia verdadera de la región, pero a la cual muy pronto se le unirán los iraquíes, los palestinos, los libaneses, los kuwaitíes, los egipcios y los sauditas. Hoy Irak es el más democrático de los países árabes. Cada vez que los iraquíes hablaban, declaraban su apoyo al proceso político.
En ese viaje, los responsables iraquíes me preguntaban siempre si los Estados Unidos pensaban seguir ocupando Irak a largo plazo. Considero que eso es necesario y lamento que en el Congreso haya demócratas que sigan preguntándose sobre las causas que desencadenaron la guerra hace tres años y que haya republicanos que sigan preocupándose sobre todo por las elecciones de noviembre próximo. Hay que dar la libertad a los iraquíes y derrotar a los 10 000 terroristas. Para eso trabajamos, formando a las tropas iraquíes y reformando la economía local como Zalmay Khalilzad lo hizo ya en Afganistán.
«Our Troops Must Stay», por Joseph I. Lieberman, Wall Street Journal, 5 de diciembre de 2005.
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