Casi acabada de asumir mis funciones en el Departamento de Estado, decoré mi oficina con una fotografía de Dean Acheson, mi predecesor en dicho cargo después de la II Guerra Mundial. Tal como Acheson y sus contemporáneos, vivimos una época de grandes cambios que exigen la transformación de las doctrinas pasadas. Debemos romper con el status quo que ya no responde a nuestros intereses.
Hoy, por primera vez desde el Tratado de Westfalia en 1648, el riesgo de que se produzca un conflicto violento entre grandes potencias se ha vuelto casi inconcebible. Para apoyar esa tendencia, los Estados Unidos promueven las relaciones con Rusia, China, India, Japón y la UE con el objetivo de crear un equilibrio de poderes favorable a la libertad, prioridad del segundo mandato de George W. Bush. Desde hace más de 350 años, el sistema moderno se basa en la soberanía de los Estados, pero en la actualidad los riesgos mayores provienen de las dinámicas que emanan de los Estados frágiles o decadentes y del peligro de adquisición de armas de destrucción masiva por parte de movimientos criminales o terroristas. Por otro lado, la naturaleza de los gobiernos tiene ya más importancia que la distribución del poder. Por consiguiente, ya no hay que hacer distinciones entre nuestra seguridad y nuestras aspiraciones democráticas.
Esta lucha por la democracia es particularmente importante en el Medio Oriente, una región que puede y debe abrirse a la democracia so pena de ver seguir desarrollándose la ideología del odio. Eso tomará tiempo, pero crearemos las oportunidades. Es esta política la que liberó al Líbano de la ocupación extranjera, y que democratiza a la Autoridad Palestina, a Egipto o a Kuwait.
Perpetuamos la labor de Dean Acheson.
«The Promise of Democratic Peace», por Condoleezza Rice, Washington Post, 13 de diciembre de 2005.
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