Aunque muchos creen lo contrario, la verdad es que los franceses nunca fueron partidarios de la colonización. Pero un grupo de presión, que se autoproclamó “partido colonial”, ha logrado utilizar el ejército de Francia para tratar de conquistar nuevas posibilidades económicas. Resucitado por los presidentes Valery Giscard d’Estaing, Francois Hollande, Nicolas Sarkozy y Emmanuel Macron, ese grupo de presión ha causado la actual crisis en Mayotte y en Nueva Caledonia. Si París sigue adelante con la política que ese grupo impone, las poblaciones de esos territorios, deseosas de recuperar su dignidad, se verán obligadas a recurrir a la lucha armada, como sucedió en Indochina y en Argelia.
La sublevación de los kanaks en Nueva Caledonia y la creciente inseguridad en Mayotte son expresiones de las dificultades que Francia encuentra en su antiguo imperio.
Las dos Francia y la colonización
Para entender lo que está sucediendo hay que tener en mente que la colonización francesa no es como las formas de colonización que aplicaron el Reino Unido, Portugal, España o Países Bajos. El ideal republicano existente en Francia desde el siglo XVII –el rey francés Enrique IV fue el primer monarca en declararse republicano– excluía en cierta forma la idea de colonizar planteándose el enriquecimiento como único objetivo. Los defensores franceses de la colonización pretendían todos inculcar a otros pueblos la «civilización». Cuando hablo de «república» y de «ideal republicano» me refiero al ideal según el cual se debe gobernar en interés de todos y no según los intereses de una casta o de una clase social.
Entre el siglo XVI y el siglo XIX, la mayoría de los pueblos colonizados no tenían el nivel de educación de los europeos ni contaban con un nivel técnico similar al de los colonizadores. Entre los franceses, algunos deseaban eliminar ese abismo mientras que otros preferían explotarlo. Esas dos tendencias se enfrentaron en Francia durante toda la época colonial, una favorecía la emancipación mientras que la otra optaba por la colonización. Aquella lucha interna quedó plasmada en el debate parlamentario que el socialista Jules Ferry y el radical republicano Georges Clemenceau sostuvieron el 31 de julio de 1885 en la Asamblea Nacional de Francia.
Veamos por un momento el discurso de Georges Clemenceau:
«Las razas superiores tienen sobre las razas inferiores un derecho que ejercer, y ese derecho, mediante una transformación particular, es al mismo tiempo un deber de civilizar.»
Esa es, según sus propios términos, la tesis del señor Jules Ferry y vemos al gobierno francés ejercer su derecho sobre las razas inferiores yéndose a guerrear contra ellas y sometiéndolas por la fuerza a los beneficios de la civilización. ¡Razas superiores! ¡Razas inferiores! ¡Es algo que se dice rápido! Por mi parte, desconfío singularmente de esos términos desde que vi a sabios alemanes demostrar científicamente que Francia tenía que ser derrotada en la guerra franco-alemana [de 1870] porque el francés es de una raza inferior al alemán. Desde entonces, confieso que lo pienso dos veces antes de referirme a un hombre y a una civilización diciendo: hombre o civilización inferiores (…) Raza inferior, ¡los chinos! ¿Con esa civilización cuyos orígenes son desconocidos y que parece haber sido empujada inicialmente hasta sus límites extremos? ¿Inferior Confucio? En verdad (…) allí pueden verse documentos que demuestran fehacientemente que la raza amarilla (…) no es en nada inferior [a la de los europeos].
Desde un punto de vista económico, la colonización francesa buscaba hacia dónde exportar la producción industrial, mientras que la colonización británica buscaba, al contrario, fuentes de materias primas para ponerlas al servicio de la industria del Reino Unido.
Desde un punto de vista filosófico, la colonización francesa se justificó mediante la teoría de las razas y la supuesta existencia de una jerarquía entre las razas. Pero desde el primer momento estuvo claro que ningún francés podía creer tal cosa. Era un argumento destinado exclusivamente a la comunicación política. Por cierto, en una actitud diferente a la de otros pueblos colonizadores, los franceses siempre trataron de entender la civilización de los países donde se implantaban y trataban de mezclarse a otros pueblos.
Los británicos, por el contrario, creaban en sus colonias clubs exclusivos para ellos mientras que los alemanes prohibían los «matrimonios interraciales» (1905).
Después de la guerra franco-alemana de 1870, los nacionalistas soñaban con liberar Alsacia y Mosela [entonces en manos de Alemania]. Por el contrario, los partidarios de la colonización querían sustraer el ejército francés a su misión de defensa del territorio nacional para convertirlo en “fuerzas de proyección” capaces de conquistar tierras lejanas.
Por eso es injusto que hoy juzguemos la colonización francesa como un todo que pudiera ser en sí mismo bueno o malo. Esa forma de ver la colonización francesa es errónea porque las dos tendencias existentes en Francia dejaron huellas en todas partes. Recuerdo con emoción como el presidente de la Asamblea del Pueblo Sirio me hizo visitar los locales de esa institución. Me explicó primeramente que habían sido bombardeados dos veces por el “partido colonial” francés. La primera vez fue en 1920, para imponer a los sirios el mandato que la SDN había concedido a Francia sobre Siria. La segunda vez, fue en 1945, a pesar de que Siria ya era independiente, desde hacia 4 años, e incluso participaba en la creación de las Naciones Unidas.
Después de inclinarnos ante el monumento a los muertos del parlamento sirio, el presidente de esa institución me contó el juicio contra un líder revolucionario sirio que exhortaba sus compatriotas a luchar contra el ocupante francés. Ante el tribunal militar que lo juzgaba, el abogado defensor argumentó que aquel sirio no había hecho otra cosa que cumplir con su deber patriótico, de manera totalmente conforme con el ideal de la República Francesa. Los miembros del jurado, designados al azar entre los soldados franceses, decidieron unánimemente liberar al patriota sirio. Ante aquella decisión, los generales franceses enviaron a los miembros del jurado a luchar en otras colonias y en primera línea, para que cayeran en el campo de batalla. El presidente de la Asamblea del Pueblo Sirio hizo la siguiente reflexión: «En definitiva, muchos de nosotros [los sirios] murieron víctimas del “partido colonial”. Pero en Francia, ustedes también pagaron el precio por el mismo ideal que nos mueve a ambos pueblos.»
En muchos sentidos, la colonización francesa es un horror, pero esa colonización no era la voluntad de Francia, si tenemos en cuenta que no uno sino todos los soldados franceses miembros de aquel jurado se pronunciaron en favor de aquel revolucionario sirio y que el bombardeo de 1945 contra el parlamento sirio fue una iniciativa del general Oliva-Roget y se perpetró a espaldas del gobierno provisional francés, encabezado por Charles de Gaulle, que destituyó inmediatamente al general Oliva-Roget.
Sin embargo, cuando vino la descolonización, altos militares franceses que acababan de participar en liberación de su país de la ocupación nazi optaron por prolongar el sueño imperial. Aquel bombardeo francés en Damasco era el preludio de las masacres de Haiphong, en Indochina [hoy Vietnam], y de Setif, en Argelia. Y también libraron guerras atroces “por la grandeza del Imperio”. Aquellos hombres estaban convencidos que no debían abandonar los pueblos conquistados y parcialmente integrados a la República Francesa. Su compromiso no era cuestión de partidos políticos –algunos eran de derecha y otros eran de izquierda–, sólo eran incapaces de tratar de ver las cosas desde el punto de vista de los pueblos colonizados.
Nueva Caledonia
Esa misma incapacidad intelectual se manifesta aún hoy en Francia ante las crisis en Nueva Caledonia y Mayotte. Muchos franceses son incapaces de ver las justas razones de quienes reclaman la independencia. El “partido colonial”, que nunca ha sido un partido político sino un grupo de influencia transpartidista, sigue moviendo sus fichas. Para convencer a los indecisos sólo tiene que esconder algunas piezas del rompecabezas. Pero, generalmente, cuando cuentan con la información real, los franceses se ponen del lado de la independencia y se avergüenzan de no haberla apoyado antes.
Los franceses conservan sólo un vago recuerdo del referéndum nacional de 1988, que aprobó los acuerdos de Matignon. Saben que en Nueva Caledonia se había iniciado un proceso de descolonización y que, al cabo de 30 años, los kanaks descolonizados tendrían la oportunidad de decidir entre seguir siendo parte de la República Francesa o ser independientes. La idea según la cual, ya educados, los pueblos colonizados podrían integrarse en condiciones de igualdad a la República Francesa todavía aparecía en el texto de la Constitución de la República… hasta 1995.
En este momento, los franceses no entienden por qué un súbito estallido de violencia ha costado la vida a una decena de personas en Nueva Caledonia y dejado daños estimados en al menos 1 000 millones de euros.
Una vez más la prensa hace un triste papel de propagandista al esconder numerosas informaciones.
– Es cierto que en 3 referéndums sucesivos los habitantes de Nueva Caledonia rechazaron la independencia. En el referéndum más reciente, en 2021, la independencia fue incluso rechazada por una aplastante mayoría (96,5%).
– También es cierto que los independentistas boicotearon masivamente esa consulta. Según lo que nos dicen los medios, lo hicieron porque sabían que iban a perder.
¡No es así! Los independentistas solicitaron inicialmente que el referéndum se pospusiera por un año, posteriormente por un espíritu de compromiso, solicitaron una posposición de sólo 2 meses. ¿Por qué? Porque el archipiélago se hallaba en plena epidemia de covid-19, numerosas personas de edad avanzada habían muerto y, en la cultura kanak [la cultura del pueblo originario de Nueva Caledonia, cuyos miembros se identifican como “kanaks”], los familiares de cada difunto deben observar un periodo de duelo de un año. Por consiguiente, los independentistas kanaks no podían hacer campaña. Cuando propusieron que el referéndum se pospusiera al menos por 2 meses, el presidente francés, Emmanuel Macron, se negó a hacer cualquier concesión en ese sentido, negativa que los kanaks interpretaron como un rechazo a su cultura. Resultado: los independentistas optaron por boicotear el referéndum, boicot que siguió prácticamente toda la población kanak. Ya no se trataba de una cuestión política sino de un diferendo cultural. El respeto y la confianza forjados a lo largo de 30 años fueron barridos en 3 años.
Como si eso no fuese suficiente, el proceso de aplicación del Acuerdo de Matignon preveía un traspaso irreversible de ciertas prerrogativas de París a las autoridades locales de Nueva Caledonia. Además, al final del proceso de descolonización y luego de los 3 referéndums locales, la cantidad de personas con derecho al voto en Nueva Caledonia debía ampliarse con la incorporación de las personas que se habían instalado en ese territorio después de 1988. Los partidarions de la colonización, forzaron la situación para adelantar esa ampliación. Desde el punto de vista demográfico, los kanaks –o sea, el pueblo originario de Nueva Caledonia– se convierten así en minoría, en su tierra natal. Los “leales” [a la República Francesa] comenzaron a organizar manifestaciones y los kanaks respondieron con contramanifestaciones que reunían el doble de personas. En París, el presidente Emmanuel Macron inscribió en las agendas de la Asamblea Nacional y del Senado la convocación de dos asambleas en formato de Congreso [reunión de diputados y senadores en una sola asamblea] para incluir en la Constitución la nueva definición del cuerpo electoral de Nueva Caledonia. Eso es lo que provocó el estallido.
Los “leales” a la República y el presidente Emmanuel Macron son por consiguiente los únicos responsables del parón en el proceso de descolonización y de los subsiguientes motines. El viaje relámpago del presidente Macron a Nueva Caledonia no aportó nada nuevo. Al contrario, confirmó, precisamente con la ausencia de proposiciones, la negativa del presidente a oír la voz de los kanaks así como su desprecio por la cultura de ese pueblo. En ese contexto lo previsible es que la situación siga agravándose durante los 3 próximos años. Y es poco probable que el sucesor del presidente Macron sea capaz de reparar los daños ya causados al proceso de descolonización. Todos los Estados de la región ya prevén que Nueva Caledonia conquistará su independencia recurriendo a la fuerza y han comenzado a repatriar a sus propios ciudadanos, en aras de protegerlos de la violencia que ya se manifiesta en ese territorio.
La principal fuente de riqueza de Nueva Caledonia es la explotación del níquel, actividad que se concentra en manos de 2 empresas: la Société Le Nickel (SLN) y Prony Ressources. Ambas disponen de una organización de estilo inglés, que permite esconder la identidad de sus accionistas. Antes del Acuerdo de Matignon, en 1988, la explotación del níquel en Nueva Caledonia estaba enteramente controlada por la familia Rothschild… los antiguos empleadores del actual presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Mayotte
El caso de Mayotte es muy diferente. Allí no existe un movimiento independentista sino una voluntad de la Unión de las Comoras de restaurar su unidad… como Francia logró restaurar la suya al recuperar los territorios de Alsacia y Mosela [disputados a Alemania].
En 1973, Francia había negociado un acuerdo con Ahmed Abdallah Abderamane, presidente de las Comoras. En aquel acuerdo, firmado por el ministro francés de Territorios de Ultramar, el centrista Bernard Stasi, Francia se comprometía a organizar un referéndum de independencia en todo el archipiélago, territorio que no debía dividirse.
Con excepción de Mayotte, todas las islas del archipiélago de las Comoras votaron por la independencia. Los partidarios de la colonización esgrimieron que el artículo 53 de la Constitución de 1958 estipula que «ninguna cesión, ningún intercambio, ninguna unificación de territorio es válida sin el consentimiento de las poblaciones interesadas». Francia había comprado Mayotte antes que el resto del archipiélago y la ley sobre el referéndum precisaba que París aplicaría la voluntad de «las poblaciones», no de «la población». El presidente francés de la época, Valery Giscard d’Estaing, que había sido partidario de la Argelia francesa, decidió entonces separar la isla de Mayotte del resto del archipiélago. La Unión de las Comoras entró en la Organización de las Naciones Unidas, pero sin Mayotte. En aquella época casi todos los Estados miembros de la ONU se indignaron al ver que Francia no respetaba su compromiso escrito de 1973.
Posteriormente, el “partido colonial”, que tampoco aceptó la independencia de las Comoras, trató de recuperar el resto del archipiélago. En Francia, volvieron a chocar las dos corrientes que se habían enfrentado sobre la cuestión de la colonización. Pero desde el final de la guerra de independencia de Argelia, el “partido colonial” ya no podía contar con el ejército, así que recurrió a un ex militar: el “mercenario” Bob Denard. En 2009, el presidente Sarkozy convirtió Mayotte en “Departamento Francés de Ultramar”, la misma denominación que había tenido Argelia antes de su independencia.
En este momento en Mayotte se registran hechos de violencia que las autoridades francesas atribuyen a la afluencia de comorenses… pero en la Unión de las Comoras no hay violencia. Desde el punto de vista de Francia, los comorenses que llegan a Mayotte son «migrantes ilegales», pero para los comorenses lo ilegal es la presencia francesa en Mayotte, en otras palabras… son los franceses quienes están en Mayotte ilegalmente.
En 2023, el ministro del Interior de Francia, Gerard Darmanin, desplegó en Mayotte 1 800 policías –o sea más que la cantidad de policías que Francia tiene hoy en Nueva Caledonia– en el marco de una operación denominada Wuambushu (“recuperación del control”). Mientras tanto, en Moroni, la capital de las Comoras, se registraban grandes manifestaciones donde los participantes coreaban: «¡No a Francia! ¡No a la presencia francesa en Mayotte!»
El ejército de Francia necesita conservar Mayotte, donde tiene estacionada una unidad de la Legión Extranjera que controla las Islas Gloriosas. Pero las Islas Gloriosas pertenecen a Madagascar y Francia las ocupa ilegalmente. Además, Francia tiene en Mayotte un centro de intercepción de señales electromagnéticas conectado al sistema de espionaje Echelon, perteneciente este último a los «Cinco Ojos» (Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido), la alianza del espionaje anglosajón.
Es por eso que los Estados víctimas del espionaje occidental –como Rusia y China– ya garantizan su apoyo a la reincorporación de Mayotte a la Unión de las Comoras.
Conclusión
Algunos de los Territorios y Departamentos “franceses” de ultramar no fueron colonizados. En ese caso está la isla de la Reunión, que estaba desierta antes de convertirse en propiedad de Francia. Otros territorios, como Guadalupe y Martinica fueron colonizados y posteriormente descolonizados y Francia puede conservarlos legalmente… mientras las poblaciones autóctonas lo acepten. Pero las autoridades francesas tienen que estar conscientes de que si no prestan la debida atención al bienestar de las poblaciones locales, estas acabarán exigiendo la independencia. Eso es lo que está sucediendo en Nueva Caledonia.
Existen otros casos como el de Mayotte, donde Francia violó su palabra al separar esa isla de la Unión de las Comoras. Pase lo que pase en el futuro, ya Francia no está “en casa” y tarde o temprano tendrá que restituir Mayotte al archipiélago de donde la arrancó.
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