Egipto, el mayor país árabe del mundo, organiza su segunda elección del año, pero las noticias no son buenas. El mes pasado, Hosni Mubarak fue reelecto y en la primera vuelta de las elecciones parlamentarias los Hermanos Musulmanes obtuvieron muy buenos resultados. El régimen de Mubarak afirmó que las últimas elecciones presidenciales eran el primer paso hacia el «progreso», pero esas promesas parecen ser palabras huecas. Incluso el Consejo Nacional de los Derechos Humanos en Egipto, financiado por el gobierno, consideró que las elecciones no se habían realizado a partir de una verdadera competencia electoral.
El gobierno hizo todo lo posible por favorecer al partido de Mubarak, el Partido Nacional Democrático. Desde el punto de vista oficial, el partido Ghad obtuvo el 7,6% de los votos pero sus dirigentes deberían haber obtenido al menos el 30%. No obstante, en la Casa Blanca, se felicitan por los progresos logrados. Al mismo tiempo, sin embargo, Amnesty International ha denunciado la práctica de la tortura en ese país; en el informe sobre la libertad religiosa del Departamento de Estado existe alarma ante el no respeto de los derechos de los coptos y el gobierno egipcio hizo arrestar a un bloguero feminista de 21 años.
Por primera vez este año, la ayuda estadounidense a Egipto está condicionada a las reformas políticas y económicas, y quizás esto desembocará en algo.
«Egypt’s Empty Promise», por Nir Boms, New York Post, 19 de noviembre de 2005.
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