Hosni Mubarak, ex general, practica la política con una rudeza marcial y su último plan para cambiar la agenda prodemocrática de la administración Bush no es difícil de comprender. Bajo la presión de Washington para organizar las elecciones, Mubarak la emprende contra su oposición laica y liberal, que continúa desarrollándose, y autoriza a los Hermanos Musulmanes a presentar a algunos candidatos y a realizar una campaña relativamente libre. El objetivo es eliminar toda oposición moderada y llevar a los Estados Unidos a tener que elegir entre el estatus quo y el fundamentalismo. Esa maniobra fue especialmente evidente contra Ayman Nur, principal amenaza para el hijo de Hosni Mubarak durante la próxima elección presidencial. Fue derrotado durante la votación fraudulenta que siguió al acuerdo del poder con los Hermanos Musulmanes. Nur fue declarado vencido y el poder reanudó los ataques contra él.
Pero la táctica de Mubarak funciona demasiado bien. En la actualidad, Mubarak sólo debe su mayoría en el Parlamento al hecho de que los Hermanos Musulmanes no presentaron candidatos en todas partes y gracias al fraude masivo que denunció el propio Al Ahram. George W. Bush no debe ceder al temor del coco que esgrime el presidente egipcio. Los Hermanos Musulmanes son fundamentalistas, pero renunciaron a la violencia y apoyan las reformas democráticas. Hay que impedir el traspaso del poder de Mubarak a su hijo y amenazar con suprimir las ayudas a Egipto.
«Mubarak Outdoes Himself», por Jackson Diehl, Washington Post, 5 de diciembre de 2005.
«Democracy, Mubarak-style», Jerusalem Post, 7 de diciembre de 2005.
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