Crece la conciencia de una patria soberana y digna, integrada al mundo pero sin arrodillarnos ni arrastrarnos ante los dueños del poder mundial; una patria que participa en la construcción de la unidad andino-bolivariana y la Patria Grande Latinoamericana, como eslabón para aportar a un nuevo orden mundial justo.
Recuperamos la fe y la confianza en nuestras propias fuerzas, en nuestro propio poder y hemos decidido cambiar la historia; darle un nuevo rumbo a la República. La soberanía y la dignidad del pueblo son el fundamento de la soberanía y la dignidad de la Patria. El pueblo despierta, los ciegos ven, los cojos andan, los resignados se arriesgan.
Traigo buenas noticias. Anuncio a mi pueblo que los mismos de siempre, los satisfechos, los privilegiados y codiciosos, nacionales y transnacionales, ya no podrán seguir pisoteando la dignidad del Ecuador.
Después de 25 años de democracia excluyente y del fracaso de la partidocracia y de los grupos tradicionales de poder, requerimos un nuevo proyecto económico y político. Ante el fracaso del poder constituido, es necesario acudir al poder constituyente del soberano para sentar las bases de una nueva República. Ha llegado la hora de la gente común, con sentido común, que busca el bien común.
Anuncio a mi pueblo que ha llegado el tiempo de la revolución, del cambio profundo, porque el país no soporta más paños de agua tibia. Ya no es posible poner parches nuevos en vestido viejo, ni vino nuevo en odres viejos.
Es la hora de iniciar la revolución ética contra la codicia y la corrupción; la revolución política para acabar con la partidocracia y el dominio de los de siempre y reconquistar la soberanía; la revolución económica para enfrentar las desigualdades creadas por el neoliberalismo; la revolución social para terminar con los privilegios; la revolución cultural para recuperar los valores de la justicia, la cooperación, la reciprocidad y la solidaridad.
Somos los herederos y continuadores de las luchas y las propuestas enmancipatorias de la humanidad: la visión socialista de una sociedad sin explotación; la visión ancestral de un universo en equilibrio en la relación consigo mismo, con la comunidad y con la madre naturaleza; la visión de los diversos credos de un cosmos en amor y justicia; la visión humanista de un mundo libre, justo y equitativo para todos y todas; la visión de nuestros libertadores con patrias independientes y unidas; la visión ecologista de un planeta en armonía; la visión de género de un mundo sin exclusiones.
Somos los continuadores de las luchas y los ideales de Píntag, Quilago, Rumiñahui, Espejo, los Próceres del 10 de Agosto, Manuela Cañizares, Simón Bolívar, Manuelita Sáenz, Daquilema, Eloy Alfaro, los Mártires del 15 de Noviembre, Monseñor Leonidas Proaño, Dolores Cacuango, Nela Martínez y de todos y todas los que han dedicado su vida al bien común y a la soberanía y grandeza de nuestra Patria.
Mi llamado a la revolución se fundamenta en la fe que tengo en Cristo liberador, en aquel que vino a romper toda clase de yugos y cadenas, en aquel que escuchando el grito de los oprimidos denunció a todo poder que sacrificaba la vida y el futuro de los pueblos.
No es posible seguir indiferentes ante la cruel realidad de millones de compatriotas víctimas de la codicia, la corrupción y de este modelo económico inhumano que quita a los pobres para dárselo a los ricos. No es posible seguir indiferentes ante la destrucción de la Patria por el saqueo de nuestros recursos, por la presencia de bases extranjeras, por el involucramiento en el Plan Colombia, por el retaceo del Estado. Tenemos motivos suficientes para iniciar el desafío del cambio profundo.
Las soluciones de la gente común son sencillas y provienen del sentido común y de la recuperación de la cordura. Queremos empezar por construir un Estado responsable y soberano que haga posible trabajo, educación y salud para todo/as
¿Con qué dinero, se preguntarán? Tenemos dinero y recursos. Hagamos algunas cuentas:
Producimos 500 mil barriles de petróleo al día. Al precio actual, 50 dólares el barril, suman 9.000 millones de dólares al año. Pero en la actualidad solo 1.800 millones entran al presupuesto nacional y los 7.200 millones restantes se llevan las empresas privadas transnacionales y un grupo de intermediarios locales. Hay que darle la vuelta a esta injusticia. El paso inmediato es defender la soberanía en la declaración de la caducidad del contrato con la OXY. Convoco a toda la gente, a todas las organizaciones a unir fuerzas para demandar penalmente a los responsables, al Presidente de la República y al Ministro de energía, por dilatar la ejecución de esta acción.
El Ecuador ha pagado en estos últimos 20 años el doble de lo que nos han prestado, pero la deuda externa no baja. Cada año, dejando de dar salud, educación y alimentos a nuestros niños/as, destinamos 2.700 millones de dólares al pago de la deuda, en beneficio del capital financiero. ¿Por qué no seguir el camino de otros países, como Argentina que decidió dedicar solo el 10% del presupuesto al pago y bajar el valor de los papeles de la deuda al 25%? Mientras gobiernen los que se benefician con la deuda no será posible este cambio. Se requiere voluntad y amor a la patria para cambiar. Nosotros, la gente común lo haremos.
En las aduanas podemos recuperar 800 millones de dólares anuales de manos de la corrupción. Los fondos del IESS pueden reorientarse al servicio de los afiliados y a la reactivación productiva.
Las transnacionales sí saben las riquezas que tenemos; por lo que quieren imponernos el Tratado de Libre Comercio, para saquear la República. Los banqueros y exportadores, a cambio de migajas, quieren entregar a las grandes empresas norteamericanas nuestra soberanía, la riqueza agrícola, los recursos energéticos, la biodiversidad, el agua, las empresas públicas, nuestro mar territorial, la seguridad alimentaria, el derecho a la salud, a la educación, al trabajo…Nos dicen que bien vale este sacrificio a cambio de 37 millones de dólares que ganarán un puñado de exportadores. Pretenden repetir la historia de hace 500 años: otra vez el cambio del oro y las riquezas por espejos y lentejuelas.
Para realizar los cambios, se requiere un nuevo poder. Creo en el coraje y en la dignidad de la gente común. Por eso convoco a construir un poder político diferente, un movimiento político de la gente común capaz de encabezar el cambio necesario. Convoco a organizarnos en comunas de dos o más personas en cada lugar, en cada barrio, en el trabajo, en cada parroquia, en la ciudad y en el campo. Invito a organizar nuestros propios equipos de gobierno paralelo para diseñar el Ecuador que queremos. Llamo a una minga nacional por la soberanía, la dignidad y la vida. Llamo a expresar la rebeldía reprimida y a que nadie se quede tranquilo hasta no lograr el Ecuador que queremos.
Asumamos el destino de la patria, escribamos nuestra propia historia, entusiasmémonos de la liberación que ya empieza. El poder de la gente común estremecerá la patria y construirá la nueva República. Estoy seguro que SI SE PUEDE.
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