Desde el pasado mes de septiembre, la sociedad danesa está inmersa en un vivo debate debido a una serie de caricaturas del profeta Mahoma. A todas luces, los dibujos son fruto de la intimidación que algunos artistas sienten frente al Islam, considerado como una amenaza para la libertad de expresión. En el debate que siguió, numerosos comentaristas se sorprendieron, incluso, se divirtieron por las reacciones de la comunidad musulmana, sin comprender por qué se mostraba tan puntillosa ante una burla antirreligiosa clásica, como sucede con las demás religiones también.
Pero desde el punto de vista musulmán, mucho tiempo antes de esa controversia, ya existía un malestar sobre la forma en la cual se representaba a los musulmanes daneses y su sumisión religiosa en los medios de comunicación. La imagen más difundida en los medios daneses es la de un Islam que no sufrió una Reforma como pasó con el Cristianismo y que, por consiguiente, se encuentra todavía en la Edad Media. El tema de las caricaturas se percibe, pues, como la culminación de varios años de persecuciones de diferente índole de la minoría musulmana danesa.
Aún peor es el papel desempeñado por los políticos. Consciente o no, la clase política en su conjunto considera que todos los musulmanes son inmigrantes, que no llegan a integrarse a nuestro país y, por ende, son la fuente de todo lo que no funciona en la sociedad. La mayoría de los musulmanes daneses vive aquí desde hace más de 40 años, muchos han nacido aquí, pero, se les sigue llamando «inmigrantes de la segunda o tercera generación». Incluso los daneses originarios, convertidos al Islam, son llamados por una parte de los políticos (y no sólo por los extremistas xenófobos) «inmigrantes-sucedáneos». Un político de la mayoría en el poder osó compararlos con los nazis y sugirió muy en serio que se mantuvieran bajo vigilancia policial, así como que su conversión religiosa representaba una amenaza para la sociedad. Otro político de izquierda comparó a los musulmanes con un cáncer, mientras que los diputados proponían una ley que previera que los delincuentes que no fueran «étnicamente daneses» fueran internados o exilados con toda su familia.
El hecho de que los políticos daneses puedan hacer semejantes declaraciones pretendiendo enarbolar la bandera de la democracia, la libertad de expresión y los Derechos Humanos es un síntoma flagrante de la degeneración moral pública en Dinamarca. Considero que muchos musulmanes daneses van a acabar emigrando hacia otros países europeos donde los prejuicios sean menos violentos –gran número de intelectuales y graduados de nuestra comunidad ya se han ido, y otros no vacilarán en seguirlos si se presenta la ocasión. Los que partirán serán los que tienen el bagaje intelectual y económico para hacerlo, los que se queden serán los no calificados que ocupan el grado más bajo en la escala. Ello sólo confirmará la visión de los musulmanes como una horda de patanes sin educación que pesa sobre el sistema social.
_Ahora y siempre nuestra responsabilidad es permitir que funcione la sociedad multiétnica. En ese contexto, la falta de consideración mutua entre daneses cuando nos expresamos en público constituye una amenaza para la coexistencia pacífica. Espero que en el futuro seamos capaces de confrontar nuestros puntos de vista de forma menos violenta evitando los extremos. La libertad de expresión tiene un precio: el de la responsabilidad.
«Something rotten in the state of Denmark», por Zubair Butt Hussain The Daily Star, 10 de enero de 2006.
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