La decisión australiana de añadir 190 grupos de fuerzas especiales australianas a los otros 110 grupos y a los dos helicópteros Chinook ya presentes en Afganistán no ha provocado muchas críticas, principalmente porque la mayoría de nosotros podemos ver el sentido y el alcance que esto tiene. Nuestros esfuerzos están directamente relacionados con nuestros intereses defensivos y de seguridad. Ayudar al nuevo gobierno democráticamente electo a combatir a los talibanes se adecua a las convicciones morales de la mayoría de los australianos.
El despliegue, en su conjunto, ha tenido el apoyo político bipartidario. El Partido Laborista trata de granjearse una credibilidad estratégica denunciando al gobierno, que no habría apoyado suficientemente al gobierno afgano tras la caída de los talibanes. Sin embargo, ambas partes saben bien que carecemos de fuerzas militares para un mayor despliegue, a lo que se debe la falta de un mayor compromiso militar. Debe haber mayor presencia de las fuerzas especiales y de la fuerza aérea, aunque no mucho, pues nuestras capacidades son limitadas y no podemos enviar todas nuestras tropas.
El apoyo bipartidista es mucho menos importante en lo concerniente a nuestro compromiso en Irak, incluso si los puntos de acuerdo entre el gobierno y la oposición sobre el tema son más de lo que parece. Mientras que el ministro de Relaciones Exteriores, Alexander Downer, y el líder de la oposición, Kim Beazley, se lanzan puyas, la Coalición y el Partido Laborista están de acuerdo en lo esencial sobre la estrategia de retirada de Irak.
La estrategia de Australia (como la de todos sus aliados) para la retirada de Irak depende del desarrollo de las fuerzas de seguridad iraquíes que deben alcanzar una cifra suficiente para pasarles el control del país en cuanto sea posible. Todo el mundo coincide en que la presencia de fuerzas extranjeras en este momento se debe a la insurrección.
Sin embargo, esta estrategia de retirada no debe llegar ni muy temprano ni muy tarde. Si se produjera demasiado temprano, Irak se enfrascaría en una guerra civil sin control de la comunidad internacional. Si, por el contrario, ésta se produjera muy tarde, la presencia de las tropas paralizaría las políticas y compromisos necesarios para la instauración de una democracia en Irak. En realidad, la expresión «retirada estratégica» se emplea con sentidos diversos por personas que no serían capaces de reconocer la solución si la tuvieran en sus narices. Es la misma ignorancia que manifiestan los que protestan para obtener una fecha fija para la retirada.

Fuente
The Australian (Australia)

«Neil James: Iraq not ripe for a deadline», por Neil James, The Australian, 12 de enero de 2006