Kadima se sitúa en el centro del consenso israelí. Israel es un hogar nacional para el pueblo judío y debe ser democrático. Esta conjugación debe llevarnos a renunciar a una parte de Eretz Israel y a aceptar la existencia de dos Estados-Nación. El Likud lo sabe hace mucho tiempo pero se niega a admitirlo en sus discursos. El Likud era prisionero de consignas históricas. Pero, de la misma forma que Israel puso fin al problema judío moderno, el Estado palestino debe dar una respuesta definitiva al problema palestino tanto en lo que se refiere a la cuestión territorial como a la de los refugiados. Seguir pidiendo el regreso de los refugiados es inaceptable. El proceso que conducirá a la creación del Estado palestino debe garantizar la seguridad de Israel.
Debemos regresar a la «hoja de ruta», pero ese plan prevé deberes para los palestinos tales como el cese de los actos de violencia. La Autoridad Palestina no lucha contra el terrorismo. Lamento que la comunidad internacional se muestre tan complaciente con la participación de Hamas en las elecciones palestinas. Sus resultados y los de Abu Mazen serán determinantes para nuestra política. En estos momentos no creemos que Abu Mazen sea capaz de solucionar la situación, empezando por el terrorismo, aunque esto puede cambiar. La situación puede cambiar rápidamente pero las mentalidades lo hacen de manera más lenta. Los palestinos tienen una forma de vida diferente a la nuestra y sus hijos ven constantemente en televisión cómo se denigra a Israel y cómo se exaltan las bandas armadas. Harán falta generaciones para que cambie esta forma de ver las cosas. De manera ideal quisiéramos acabar con la unilateralidad pero debemos ser realistas. Por el momento, el abismo que nos separa de ellos es tan profundo que si queremos obtener progresos debemos actuar solos.
La globalización también influye en el proceso de paz pues plantea el problema del equilibrio entre los valores que engendra y los valores nacionales. Somos testigos de un proceso de creciente deslegitimación de Israel y algunos se preguntan si no sería necesario crear un Estado binacional en Israel. La globalización engendra fuertes presiones contrarias al Estado-Nación así como movimientos de autopreservación nacional. Desde ese punto de vista, he llegado a la conclusión de que, a nivel internacional, a medida que se prolonga el conflicto israelo-palestino menos tiempo tenemos a nuestro favor. Por una parte haría falta esperar a que los palestinos nos reconozcan como Estado judío y por la otra el tiempo conspira en contra nuestra.
«Plus le conflit avec les Palestiniens dure, plus le temps joue contre Israël», por Tzipi Livni, Le Monde, 14 de enero de 2006. Texto adaptado a partir de una entrevista.
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