Ayer, sólo el 6% del electorado palestino de las zonas ocupadas de Jerusalén Oriental pudo ejercer el derecho al voto en su ciudad en el marco de las segundas elecciones legislativas palestinas. Incluso los 6 300 palestinos que pudieron hacerlo –el número de los afortunados autorizados por Israel es completamente arbitrario– tuvieron que enfrentar una campaña de intimidación cuyo objetivo era disuadirlos de su propósito de votar.
Israel trató de ganar puntos a escala internacional al autorizar las elecciones en Jerusalén Oriental al mismo tiempo que hacía todo lo que estaba a su alcance para dificultarle la vida a los electores. Además de haber limitado el número de votantes, Israel fotocopió la lista de electores y se negó a garantizar que el hecho de votar no traería aparejadas represalias, lo que se vino a añadir a la atmósfera de terror imperante.
Las discusiones internacionales sobre estas elecciones se centraron en Hamas, permitiendo así a Israel lograr que se olvidara la supresión de los derechos democráticos a los palestinos de Jerusalén. Durante los dos últimos años, Israel ha extendido sus colonias en Jerusalén Oriental por medio de un muro de ocho metros de altura que separa a la ciudad palestina de Cisjordania. Ramallah y Belén están ahora separadas como si fueran países extranjeros. El 94% de los palestinos de Jerusalén que se vio impedido de votar en su ciudad debía atravesar el muro israelí para ejercer su derecho al voto, pasar los alambres de púas y enfrentar la cólera de los militares de los puntos de control israelíes. Pero Israel sabía que pocos palestinos elegirían pasar un día completo en condiciones difíciles y su intención por consiguiente era privar al electorado de Jerusalén Oriental de su derecho al voto.
Con el objetivo de hacer creer que los habitantes de Jerusalén participaban en los elecciones «desde el exterior», estos palestinos fueron autorizados a contabilizar sus votos por vía postal. El año pasado negociadores palestinos trataron de entablar negociaciones con el fin de que todos los electores pudieran votar. Israel ignoró esta solicitud hasta el último minuto a pesar de las obligaciones de la «hoja de ruta» que explica que se deben facilitar las elecciones palestinas. Bajo los efectos de la presión internacional, ambas partes discutieron durante una semana las medidas que deberían tomarse durante las tres semanas de campaña. ¿En qué democracia las elecciones serían discutidas por juristas y expertos por una parte y policía secreta y ejército por la otra? Esto demuestra cuán absurdo resulta querer instaurar una democracia palestina bajo el yugo de la ocupación israelí.
Tales medidas aparecieron después de que varios palestinos fueran detenidos por haber colocado pasquines electorales o haberse movilizado. Occidente nos ha dicho que introduzcamos reformas y construyamos la democracia. Lo que hicimos fue la mejor campaña posible para aquellos que se oponen a las negociaciones. Los territorios ocupados en Jerusalén Oriental gozan del mismo estatuto legal que Jenin en Cisjordania. Jerusalén Oriental no es un «territorio disputado», es un territorio ilegalmente controlado por el Estado israelí que proclama que la mitad de la ciudad le pertenece.
Israel no ganó nada con esta táctica de intimidación y obstrucción. Su desprecio respecto de la democracia palestina no es útil ni para su seguridad ni para la paz. Sólo existe un medio de terminar el conflicto y ello exige la negociación basada en una solución justa y en el derecho internacional.
«A six per cent democracy» por Hind Khoury, Guardian, 26 de enero de 2006.
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