Paco Urondo escribía que la poesía -la auténtica- es siempre delincuente porque no puede haber poetas que no lo sean ante un “capitalismo” que sabe como nadie “de los infinitos rostros afinados por el hambre, grotescamente afinados”. Esos llantos cuelgan del aire un rato y caen sin que nadie vea o apague el desamparo. Esa ausencia del abrazo tibio de marzo que deja caer hojas secas de soledad y esos susurros pequeños negados de un barco con luna y un muelle de aguas azulinas donde pudo haber crecido el alma que trajo. El niño de 4 años murió de hambre. Sí, de hambre, el lunes 28 de marzo en el Hospital de Niños "Eva Perón" en la ciudad de Santiago del Estero pesando apenas 7 kilos.
El niño era oriundo de la localidad de El Porvenir, en el departamento de La Banda, a unos 20 kilómetros de Santiago, y fue internado el viernes anterior con un severo cuadro de desnutrición infantil. Es el tercer caso en esta provincia en menos de dos semanas. Encantamiento de la muerte que danza con sus velos blancos donde el silencio es ventana que no abre a ninguna vida.
Pero esta certeza de que el sistema es perverso no sólo tiene que ser comprendida, sino asumida para empujarla con amor salvaje, con nuestra vida entera y no podemos sentarnos a esperar que sea el tiempo el sujeto excluyente de acción, porque el tiempo humano lo producimos nosotros, tocados por el dolor y la belleza. “Los pájaros no cantan porque amaneció; cantan para que amanezca”.
Lo difícil, lo tremendamente hermoso “es cantar a toda voz, correr el riesgo. Lo difícil es soñar a toda costa, no pedir nada a cambio”. Lo difícil puede ser “como antaño volver a enamorarme” y que mi amor por los otros sea “condenado a trabajos forzados”.
Lo difícil -manifiesta Cáceres Vásquez- es escribir una Carta para el LEVANTAMIENTO. Para la Historia de otro poder, de otro saber, de otro tener y de otro celebrar.
# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)
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