Mientras que un malsano debate sobre los aspectos positivos de la colonización y la responsabilidad de los árabes en el estancamiento de sus sociedades tiene lugar en Francia, el presidente Ahmed Ben Bella recuerda varias verdades históricas: el carácter ilegítimo del dominio de un pueblo sobre otro -ya sea sobre la Argelia de ayer o la Palestina de hoy-, la realidad mundial -no la realidad árabe- de la colonización y de las luchas de liberación nacional, la injerencia occidental a favor del derrocamiento de los gobiernos nacionalistas y revolucionarios del Sur y el manteniendo de las secuelas de la colonización. Y subraya que, hoy día, es el fundamentalismo evangélico el que exporta la violencia.
Ahmed Ben Bella es una de las más encumbradas figuras del nacionalismo árabe. Fue uno de los nueve miembros del Comité Revolucionario Argelino que dio lugar a la creación del Frente de Liberación Nacional (FLN). Logra escaparse después de ser arrestado, en 1952, por los ocupantes franceses. Hecho prisionero nuevamente en 1956, junto a otros cinco compañeros de lucha, es encarcelado en la prisión de la Santé, en Francia, hasta 1952. Después de la firma de los acuerdos de Evian, se convierte en el primer presidente electo de la Argelia independiente. En el plano doméstico, aplica una política socialista que se caracteriza por un vasto programa de reforma agraria. En el plano internacional, incorpora Argelia a la ONU y la incluye en el Movimiento de Países No Alineados. Su creciente influencia en la lucha contra el imperialismo lleva a las grandes potencias a favorecer su derrocamiento mediante un golpe de Estado militar. Se le impone arresto domiciliario de 1965 a 1980. Desde entonces se mantuvo al margen de los asuntos internos de su país pero sigue desempeñando un papel internacional, por ejemplo como presidente de la Campaña Internacional contra la Agresión a Irak. Protagonista de virajes de la historia, Ahmed Ben Bella responde a las interrogantes de Silvia Cattori en entrevista para la Red Voltaire.
Silvia Cattori: ¿Reside usted en Suiza cuando no está de viaje?
Ahmed Ben Bella: No, vivo en Argelia pero vengo a menudo a Suiza. Viví diez años aquí, luego de mis problemas con el poder de los militares argelinos. En Argelia me persiguen los periodistas. Así que cuando necesito un poco de descanso y de distancia en cuanto a lo que allá sucede, vengo aquí donde sigo teniendo un pequeño apartamento. ¡Tengo 90 años!
S.C.- ¡Parece un muchacho! ¿Sabe usted, señor Ben Bella, que ha dejado una imagen muy bella en el corazón de la gente de todo el mundo?
Ahmed Ben Bella: (Se ríe) Tuve una vida un poco especial. Participé en la liberación de mi país. Estuve entre los organizadores de la lucha de liberación allí. También participé de forma activa en todas las luchas de liberación.
S.C.- Usted es de origen árabe marroquí. ¿Qué vínculo mantiene con sus raíces rurales?
Ahmed Ben Bella: Sí, soy argelino de origen marroquí debido a mis padres. Pero mi vida es Argelia. Allí nací. Soy hijo de campesinos pobres que vinieron a vivir a Argelia siendo muy jóvenes. No fue hasta hace poco que conocí el lugar donde nacieron, en los alrededores de la ciudad de Marrakech.
S.C.- Mientras venía a verlo, me daba la impresión de venir a un encuentro con los pueblos y las causas por los cuales ha luchado usted a lo largo de su vida. Es muy emocionante conversar aquí de su lucha por un mundo más humano, más justo. ¿No encarna usted todo eso?
Ahmed Ben Bella: Sí, mi vida es una vida de lucha. Puedo decir que esa lucha no ha cesado ni un momento, una lucha que emprendí a los 16 años. Ahora tengo 90 y mi motivación no ha cambiado. Me anima el mismo fervor.
S.C.- En 1962, usted llega a las más altas responsabilidades de la Argelia independiente. Se abre todo tipo de esperanzas. Desde la Argelia colonizada hasta su liberación, desde la arena política internacional hasta la lucha altermundista, usted ha pagado caro el precio de su negativa a someterse.
Ahmed Ben Bella: Sí, pagué muy caro mi lucha por la justicia y la libertad de los pueblos. Pero hice lo que sentí que era mi deber, mi obligación. Así que no me resultó difícil escoger. Cuando me impliqué en la lucha por mi país, era muy joven. Mis horizontes se abrieron. Enseguida me di cuenta de que los problemas iban más allá de Argelia, que muchos pueblos eran víctimas de la colonización, que tres cuartas partes de los países del planeta estaban colonizados de una u otra manera. Para los franceses, Argelia era entonces un departamento de ultramar. Era Francia del otro lado del Mediterráneo. La colonización francesa en Argelia duró mucho: 132 años. Participé en aquella lucha en Argelia. Enseguida, después de la independencia, me uní a todos aquellos que, a través del mundo, luchaban también por liberar sus países. Vino entonces aquella fase de la lucha de liberación nacional en la que participé de manera total. En Túnez, en Marruecos, en Vietnam, Argelia se había convertido un poco en la madre de las luchas de liberación. Ayudarlos era para nosotros una tarea sagrada. Cuando alguien venía a pedirnos ayuda, era sagrado. Ni siquiera lo pensábamos. Los ayudábamos, aún cuando nosotros mismos teníamos pocos medios. Les ofrecíamos armas, un poco de dinero y, de ser posible, hombres.
S.C.- En 1965, no son los franceses quienes lo encarcelan a usted sino sus compañeros de armas. ¿Qué siente usted hoy hacia aquellos que le cerraron de pronto el camino?
Ahmed Ben Bella: No siento desprecio. No siento odio. Pienso que participaron en algo que no fue muy limpio y que fue muy perjudicial, no sólo para el pueblo argelino sino también para los demás pueblos que contaban con nuestro apoyo en aquel entonces. Mi lucha por mejorar las condiciones de vida de los argelinos, inmersos entonces en una gran miseria, y mi lucha por ayudar los otros pueblos aún colonizados a recobrar su libertad molestaba mucho a ciertos poderes. Desde su punto vista, yo iba demasiado lejos. Tenía que desaparecer. Lo que quiere decir que si el ejército argelino no me hubiese derrocado, otros lo habrían hecho. Yo tenía que desaparecer porque molestaba demasiado. Le proporcionaba abrigo a prácticamente todos los movimientos de liberación, incluyendo los que venían de América Latina.
S.C.- ¿Ya estaba en contacto con Fidel Castro?
Ahmed Ben Bella: Sí. El Che había venido a Argel a entregarme el mensaje de Fidel Castro, con quien ya me había reunido dos veces. Nos pedía apoyo para las luchas que se desarrollaban en Sudamérica, ya que Cuba no podía hacerlo debido al control de Estados Unidos, que ocupaba la base de Guantánamo. Así que nada podía salir de Cuba, ni una caja de fósforos, sin que lo supiera Estados Unidos. No vacilé un segundo. Fue desde Argelia, y con la participación del Che, que se quedó seis meses en nuestro país, que se creó el Estado Mayor del ejército de liberación de Sudamérica. Hoy puedo decirlo: todos los combatientes que participaban en la lucha de liberación en Sudamérica estuvieron en Argelia. De allí partieron todos los que luchaban. Los entrenamos, nos las arreglamos para hacerles llegar las armas, creamos redes.
S.C.- ¿En qué año vino el Che Guevara a Argelia?
Ahmed Ben Bella: El Che vino en 1963, poco después de mi llegada al poder. Con mi gobierno nos comprometimos a aportar nuestra ayuda a las luchas de liberación nacional. En aquel momento, numerosos países estaban colonizados aún o salían apenas de la colonización. Prácticamente África entera estaba en esa situación. Nosotros la ayudamos. Mandela y Amílcar Cabral también estuvieron en Argelia. Yo los entrené. Después se fueron a llevar la lucha de liberación a sus países. En el caso de otros movimientos, que no estaban inmersos en la lucha armada o que necesitaban solamente apoyo político, como en Malí, los ayudábamos en otros aspectos.
S.C.- ¿Quién lo apartó a usted del poder en 1965? ¿El ejército argelino o fuerzas exteriores?
Ahmed Ben Bella: Estoy seguro que hubo, indirectamente, una intervención de potencias extranjeras. Hemos visto en otras partes los mismos mecanismos. Dondequiera que triunfaron las luchas de liberación nacional se produjeron, luego de la constitución del poder, golpes de Estado militares que derrocaron a sus dirigentes. Ha ocurrido muchas veces. En dos años hubo 22 golpes de Estado militares, principalmente en África y en el Tercer Mundo. El golpe de Estado de Argel, en 1965, fue el que abrió la vía. Argelia no fue, por tanto, más que el principio de algo que estaba en ciernes. Por eso yo digo que el sistema capitalista mundial fue el que finalmente reaccionó en contra nuestra.
S.C.- ¿Usted es marxista?
Ahmed Ben Bella: No soy marxista pero me sitúo resueltamente a la izquierda. Soy árabe musulmán, de orientación muy de izquierda en mi acción y mis convicciones. Por eso, aunque no comparta la doctrina marxista, estuve siempre del lado de todos los movimientos de izquierda del mundo y de los países socialistas que, como Cuba, China y la URSS, emprendieron la lucha anticolonialista y antiimperialista. Con ellos fue que constituimos un frente de liberación y aportamos nuestro apoyo logístico a los ejércitos populares para ayudar a sus países a salir del colonialismo e instaurar un régimen interior nacional. Era la fase de liquidación del colonialismo. El colonialismo es una idea nacida en Occidente que llevó a los países occidentales -como Francia, Italia, Bélgica, Gran Bretaña- a ocupar países fuera del continente europeo. Un colonialismo en su forma primitiva, o sea mediante la instalación en los países ocupados de poderes extranjeros represivos con un ejército, servicios, policías. Esa fase se caracterizó por ocupaciones coloniales crueles que duraron hasta 300 años en Indonesia.
S.C.- Después de esa fase, ¿no se mantuvo usted en el Movimiento de Países No Alineados?
Ahmed Ben Bella: Ya no hay países no alineados. Aquel movimiento fue creado por hombres de gran envergadura, como Nehru, Mao Tsé-Tung, Nasser y otros grandes nombres, en una época en que existía sobre todo un peligro de guerra atómica. Era el enfrentamiento entre la URSS y Estados Unidos. Estábamos al borde de la guerra nuclear. Los Países No Alineados desempeñaron un papel importante en impedirla. Aquel Movimiento duró cierto número de años. Pero el sistema acabó por ponerle fin.
S.C.- Más tarde, ¿no desempeñó usted un papel importante en el desarrollo del movimiento altermundista?
Ahmed Ben Bella: El sistema mundial que controla todo lo que hemos mencionado encontró otra forma de dominación: la «globalización». «Globalización» es de por sí una palabra muy bonita, una palabra que puede unir, traer fraternidad entre los pueblos. Sin embargo, la palabra «globalización», tal y como fue concebida, es una palabra que hace mucho daño, que ha conducido a la globalización de la miseria, de la muerte, del hambre: 35 millones de personas mueren de malnutrición cada año. Sí, sería una palabra muy bonita si se hubiese globalizado el bien, si llevara el bienestar a todos. Pero es todo lo contrario. Es una globalización perversa que globaliza el mal, globaliza la muerte, globaliza la pobreza.
S.C.- ¿La globalización ha tenido sólo efectos dañinos?
Ahmed Ben Bella: La única ventaja que hemos sacado de ella es que hoy estamos mejor informados que antes. Nadie puede seguir ignorando que este sistema trae la extensión del hambre. Se han creado riquezas pero son riquezas ficticias. El verdadero peso, en el plano monetario, lo tienen multinacionales como General Motors y Nestlé, lo tienen grandes grupos industriales más que grandes países como Egipto. ¡Si nos basamos en sus ganancias, General Motors, por ejemplo, es cuatro veces más rica que Egipto que es un país de 70 millones de habitantes, el país de los faraones, un país extraordinario, el más educado de los países árabes! Eso da una idea de lo que significa la palabra «globalización». Por eso combatí ese sistema que favorece grupos que representan, en el plano monetario, mucho más que un gran país y que generan tantas desigualdades. Por eso nosotros tenemos que favorecer una mejor comprensión de los problemas que otros han complicado lo más posible pero que son finalmente la expresión de una sola cosa: la instauración de un sistema inhumano.
S.C.- A pesar de la voluntad claramente expresada, en 2003, de las tres cuartas partes de los países del planeta, los movimientos progresistas no lograron impedir la guerra. ¿No le parece a usted, a veces, que aquellos que se encuentran a la cabeza de esos movimientos cometieron un error, o que simplemente siguieron un camino equivocado porque no supieron identificar las verdaderas motivaciones del adversario?
Ahmed Ben Bella: Yo, que soy un hombre del Sur, he comprobado que algo cambió en el Norte, algo que es muy importante señalar. Lo que cambió precisamente en esa área supuestamente adelantada del Norte, que nos hace la guerra, que nos colonizó, que nos ha hecho cosas terribles, es que hoy existe una opinión pública que se expresa, que hay jóvenes que dicen «¡basta!». Eso indica que ese sistema mundial nefasto no golpea solamente al Sur sino que también afecta al Norte. Antes se hablaba de pobreza, de miseria, solamente en el Sur. Ahora hay mucha miseria, muchos males que también causan víctimas en el Norte. Eso se ha evidenciado: este sistema mundial no está hecho para servir al bien de todos sino para servir a las empresas transnacionales.
Por consiguiente, dentro de ese Norte, que tanto hemos combatido, hay ahora un movimiento, hay toda una juventud que quiere actuar, que se lanza a las calles, que protesta, aunque la izquierda no haya sabido darles a esos jóvenes que quieren cambios las llaves de la solución. Eso siempre pasa: todo movimiento comienza de esa manera. El movimiento de liberación que dirigí en Argelia, la organización que creé para combatir al ejército francés, era al principio un pequeño movimiento de nada. No éramos más que unas decenas de personas en toda Argelia, un territorio que es cinco veces el de Francia.
S.C.- ¿Qué obtuvieron esas generaciones de jóvenes que pusieron tantas esperanzas en ATTAC, por ejemplo, que ahora propone «reformar la globalización»? ¿No había que rechazar el principio mismo y tomar medidas más radicales ante el carácter radical del llamado sistema liberal?
Ahmed Ben Bella: La gente de izquierda, cuando llega al poder, no es distinta que la de los otros partidos. En lo tocante a Argelia, nosotros quisimos trabajar con la izquierda francesa y no conocimos peor poder que el que ejerció el Partido Socialista francés. Lo peor que nos sucedió fue con los socialistas. Ningún poder político anterior nos había combatido tan duramente como el del socialista Guy Mollet. Le estoy hablando de hechos específicos. Hablo de lo que conocí. Yo estaba a la cabeza del FLN cuando el gobierno de Guy Mollet -después de entender que Francia no podía mantenerse en Argelia- se puso en contacto con el gobierno de Gamal Abdel Nasser para que nos preguntara si estábamos dispuestos a conversar con ellos. Era lo que yo había pensado desde siempre, que algún día nos íbamos a tener que sentar alrededor de una mesa y definir el mejor modo de que Argelia se convirtiera en un país totalmente independiente. Era el objetivo que buscábamos: volver a ser libres, no vivir más bajo la férula de un sistema opresivo. Yo dije que sí, que estaba dispuesto a negociar, con la condición de que fueran ellos -los franceses- quienes lo pidieran. Exigí que las negociaciones se desarrollaran en Egipto. Las negociaciones duraron seis meses. Llegamos a una solución. Con aquel pedazo de papel en el bolsillo fui, en septiembre de 1965, a informar a Mohamed V, el rey de Marruecos. Él se había implicado en aquella lucha, nos había ayudado, incluso militarmente. Entonces, cuando íbamos para Túnez, donde pensábamos informar también a las autoridades, fuimos perseguidos por la aviación francesa. Fue el primer desvío de avión de la historia. En aquel avión estaban dos tercios de los dirigentes de la revolución argelina. Nos querían liquidar inmediatamente. Fue un milagro que escapáramos a la muerte. Le cuento eso para decirle lo que pienso de los socialistas: era Guy Mollet que, apenas terminando de firmar un compromiso, ya lo estaba traicionando. Lo mismo podría decirle del gobernador Lacoste, que también era socialista. En todo caso, era la izquierda la que nos interesaba y a su lado sigo luchando. Yo soy un hombre de izquierda.
S.C.- Entonces, ¿cuando se ve al lado de los representantes de la Internacional Socialista, en las tribunas de los Foros Sociales, piensa a veces que ellos están allí principalmente por una cuestión de prestigio personal?
Ahmed Ben Bella: Sí, a veces pienso que no son serios. Yo sí deseo verdaderamente cambiar el mundo. Quiero que este mundo cambie. Para cambiar las cosas necesitamos gente sincera y, sobre todo, desinteresada.
S.C.- ¿Cree usted en la necesidad de un cambio?
Ahmed Ben Bella: Sí, desde mi temprana juventud creo en esa necesidad. Vuelvo a lo que usted preguntaba, lo que me hace abrigar, en lo personal, cierta confianza en el futuro. Quiero hablar de lo que observo aquí, en Occidente. Estoy convencido de que el sistema liberal no tiene futuro. A esos jóvenes, a esos estudiantes de la enseñanza media que he visto lanzarse a las calles, que no tienen otra cosa que su ideal de justicia; a esos jóvenes que participan en las manifestaciones, que buscan otros valores, me gustaría decirles: «Yo empecé así, cuando tenía la edad de ustedes, con pequeños pasos. Y poco a poco me siguió todo un pueblo.» Cuando voy a manifestaciones, los observo, hablo con ellos, veo que son ellos quienes tienen las cartas en la mano.
S.C.- Se plantea con insistencia la pregunta siguiente: ¿Los dirigentes de los movimientos antiimperialistas han evitado criticar a Israel, Estado ideológica y legislativamente racista que desde su creación está aplicando una limpieza étnica en Palestina? ¿Han orientado entonces mal a generaciones de jóvenes, han falseado el debate mientras que Israel se mantenía muy activo junto a Estados Unidos en el combate contra el comunismo, contra Nasser y contra el nacionalismo árabe y apoyaba regímenes horribles?
Ahmed Ben Bella: Son preguntas que están sobre la mesa y son objeto de polémica. Nosotros no queremos una solidaridad falseada. No queremos un Estado que, como el de Israel, sea el instrumento preferido de este cruel sistema global que dirige Estados Unidos, país cuya política ha hecho ya tanto mal. Para nosotros, hay una doble traición. La traición, primero, de aquellos que, en el bando de la izquierda, deberían haber estado de nuestro lado, leales a la causa palestina y árabe, y no estuvieron. Esta también es la traición de todos esos judíos a los que nos sentimos próximos, con los que tenemos algún parecido, con los que vivíamos en perfecta armonía. Árabes y judíos son primos. Hablamos la misma lengua. Ellos son semitas, como nosotros. Hablan arameo y nosotros hablamos arameo. El arameo tiene varias ramas: Etiopía habla arameo, Eritrea habla arameo, la gente de confesión judía habla arameo, los árabes hablan arameo. Eso es lo que nos hace mucho daño, el sabernos traicionados por quienes tan cerca están de nosotros, por gente que son nuestros primos, que se parecen a nosotros y que hablan arameo como nosotros. Conocemos el antisemitismo porque nosotros somos semitas. A eso agrego que hasta el profeta de ellos es nuestro profeta. Moisés y Jesucristo son profetas para nosotros.
S.C.- Desde el fin del multilateralismo, la ONU está bajo control de Washington y de los neoconservadores. Todo país árabe que no se somete al dictado de estos es puesto al margen de las naciones. ¿Cómo juzga usted esa situación? ¿Cómo salir de ella? Ante el enfrentamiento del unilateralismo israelí ¿no está condenado Hamas a fracasar y a renunciar a aquello por lo que lucha su pueblo desde hace 60 años?
Ahmed Ben Bella: Pienso que Hamas es característico de lo que sucede entre nosotros, de esa dimensión que toma ahora una fuerte connotación religiosa, que abraza el Islam. Yo soy árabe musulmán. No quisiera vivir en un país dirigido por un integrismo islámico. Pero, y le hablo con toda franqueza, no los critico porque esa necesidad de religión ha sido creada por las distorsiones del sistema capitalista. A fuerza de hacernos daño resulta que finalmente, en vez de encontrarse ante un movimiento que reclama el carácter árabe, que abraza la cultura y se mantiene abierto, se ven ante los extremistas. Israel y Estados Unidos se encuentran ante esa dimensión. Ellos mismos provocaron esa situación.
S.C.- ¿Usted no desea una respuesta religiosa?
Ahmed Ben Bella: Yo soy musulmán pero no deseo que la respuesta sea religiosa. Lo que rechazo no es el hecho religioso en sí sino que se pueda hacer una lectura que no vaya en el sentido de la renovación del Islam, que se pueda hacer una lectura retrógrada del Islam cuando el Islam tiene la ventaja de creer también en dos religiones: la religión judía y la religión cristiana. Para nosotros, Mahoma es la continuidad de Jesucristo y de Moisés.
S.C.- ¿Se han puesto los musulmanes a la cabeza de la resistencia anticolonial actual? ¿No tendríamos que reconocer que lo que combaten los arabo-musulmanes no son los valores de Occidente sino su política agresiva? El Hezbollah, por ejemplo, que tiene tan mala reputación entre nosotros, ¿no ha hecho acaso retroceder el imperialismo estadounidense e israelí en el Líbano? ¿No deberían los progresistas sobreponerse a sus prejuicios sobre los musulmanes, considerarlos como un elemento dinámico en la lucha contra la opresión y apoyarlos?
Ahmed Ben Bella: Sí, sí. Ahí hay un problema de educación. Son aquellos que dirigen los partidos progresistas quienes tienen que responder correctamente ante determinadas situaciones. Pero, no es lo que sucede. Tenemos una bandera y un himno nacional. Lo demás son los occidentales, de las diferentes tendencias, quienes lo deciden por nosotros. Todo eso se envuelve con palabras bonitas, bajo la ayuda de organismos como el Banco Mundial y el FMI, que no son más que instrumentos de tortura que Occidente ha creado para continuar su dominación. lo cual significa que salimos de un sistema de colonialismo directo para caer en otra cosa que parece mejor pero que no lo es. Sin embargo, le repito que tengo la esperanza de que en ese Norte que nos ha hecho tanto daño esa juventud esté tomando conciencia de que esa lógica de dominación provoca más y más pobreza, tanto en el Norte como en el Sur. Aunque no sea la misma dominación que se aplica en el Sur, se trata de una situación de indigencia que no puede aceptar ningún ser libre. ¿Cuánta gente es víctima del desempleo, de la pobreza? ¿Cuántos han sido echados a la calle? Quizás sea eso lo que acabará por llevar a los pueblos del Norte a cambiar su visión de las cosas y a unirse francamente a nosotros.
S.C.- No vemos hoy mucha gente protestar en Occidente contra las atrocidades cometidas en Irak, en Palestina y Afganistán. ¿No tiene usted la impresión que hay tantos prejuicios, cuidadosamente alimentados, en contra de árabes y musulmanes -incluso en el seno de las organizaciones antiguerreristas- que la posibilidad de apoyar la resistencia de ustedes les parece una idea lejana?
Ahmed Ben Bella: Es cierto, los partidos de izquierda que esperábamos no han venido a nosotros. Se empecinaron en eso. Cuando se menciona el Islam, ellos hablan de Bin Laden. No me gustaría vivir en su república pero no lo critico. Cuando veo lo que hace Bush no me puedo permitir criticar a Bin Laden. Le digo a usted con toda franqueza que los ataques contra las torres de Nueva York yo no los condené. Yo condeno a Bush, condeno al gobierno estadounidense, porque considero que Bin Laden es fruto de la política de ellos. Ellos cerraron todas las puertas del diálogo a los arabo-musulmanes. Les hicieron creer, por décadas, que si hacían esto o aquello Occidente haría justicia en Palestina. Sin embargo, Israel y sus aliados no quisieron nunca la paz en nuestra tierra. Israel no ha dejado nunca de hacer la guerra y de aterrorizar a nuestros pueblos. Indirectamente Bin Laden es una creación de Bush y de Israel. Esos dos Estados siembran la muerte y el odio en el Medio Oriente y en el mundo. No nos han dejado más alternativa que la confrontación violenta. Todos esos movimientos radicales, calificados de «terroristas» e «integristas», nacieron como respuesta a los terroristas que, desde Tel Aviv y Washington, dirigen guerras de destrucción contra pueblos árabes. ¿Qué alternativa tienen esos pueblos que ellos bombardean tan salvajemente? Ante los ejércitos modernos no les queda otro recurso que sacrificar sus propias vidas en atentados suicidas. Y eso es lo que hacen. En el Corán, eso se llama «shahadah». Esa palabra expresa un recurso extremo, un estado de desesperación tal que quien lo sufre no puede seguir soportando la vida. Y se sacrifican, no en pos de una vida mejor para sí mismos sino para que al menos los suyos vivan mejor. Es el mayor sacrificio. Aquí, en Occidente, los llaman «terroristas». Pero le voy a decir con toda sinceridad que yo me inclino ante quien haga un sacrificio tan grande, se lo aseguro.
S.C.- Si entiendo bien, ¿usted dice que todo lo que causa la rebelión de la gente en el Medio Oriente ha sido generado por Occidente, que el que lucha tiene que sacrificarse y sufrir por los demás, que los árabes dieron pruebas de tolerancia en el pasado?
Ahmed Ben Bella: Así es. La violencia que se expresa en el mundo arabo-musulmán es el resultado de la cultura de odio y violencia que engendró Israel al imponerse por la fuerza en las tierras de los árabes. Las atrocidades de ese Estado ilegal obligan a los más valerosos a reaccionar. No creo que haya lucha más noble que la de los palestinos que resisten al ocupante. Cuando veo lo que ha sufrido ese pueblo desde hace más de un siglo y que sigue encontrando fuerzas para luchar, sólo puedo expresar admiración. Los mismos que masacran a ese pueblo presentan ahora a la gente de Hamas como fascistas y terroristas. ¡No son fascistas! ¡No son terroristas! ¡Son gente que resiste!
S.C.- Palestina es una nación encarcelada. ¿Cómo se llegó a hablar de «terrorismo», incluso en el seno de la izquierda, en vez de hablar del derecho a resistir con los armas? ¿Encuentra usted grandes similitudes o diferencias entre la colonización francesa en Argelia y la colonización israelí en Palestina?
Ahmed Ben Bella: Es peor en Palestina. Allí hay, además, un apartheid. Los franceses no podían expulsarnos de un país que tiene cinco veces el tamaño de Francia. Trataron de crear una zona de contención en el norte, con la menor cantidad de argelinos posible, pero no dio resultado. No establecieron un verdadero apartheid, como hacen los israelíes en Palestina. El Estado de Israel creó la más terrible de las dominaciones.
S.C.- ¿Cree usted que los palestinos vivirán bajo la ocupación menos tiempo que los argelinos?
Ahmed Ben Bella: Yo creo que sí. En primer lugar, el colonialismo es un fenómeno claramente identificado y condenado por las leyes internacionales. Además, si hay un asunto sobre el cual existe unanimidad en el mundo árabe, ese es el problema palestino. Mientras no se haga justicia a los palestinos, el mundo árabe musulmán tampoco podrá sentirse libre. Es una parte de su ser que se mantiene cautiva.
S.C.- En otra época, la política no era más noble pero había aún un equilibrio. Desde que se acabó la bipolaridad fueron barridos los principios morales más elementales. Se habla constantemente de combatir el «terrorismo» pero no se habla de los 800 niños abatidos en Palestina por los soldados israelíes desde el año 2000 ni de los millones de niños iraquíes asesinados o enfermos que no tienen ya derecho a un desarrollo normal. ¿Habrían sido posibles las atrocidades de Guantánamo y Abu Ghraib si la comunidad internacional hubiese tenido la decencia de decir no a la violencia de Washington? ¿Qué dirigente de un Estado tiene aún las manos limpias en esta supuesta guerra contra «el terrorismo»?
Ahmed Ben Bella: Lo que sucedió en Guantánamo, en Abu Ghraib y en otras partes es enorme. Y todo ese horror sigue propagándose y provocando grandes sufrimientos. Supimos que Estados Unidos instaló prisiones en Europa Oriental para esquivar sus propias leyes y que Europa es partícipe de todo eso. Incluso se le critica a Suiza el haber autorizado que sobrevolaran su territorio los aviones que transportan prisioneros fantasmas, secuestrados, sometidos a torturas.
S.C.- ¿Cuáles serían a su entender los medios de contrarrestar la estrategia de Bush y los neoconservadores?
Ahmed Ben Bella: ¡Ese es un movimiento integrista, pero cristiano! El problema que enfrentamos hoy es el siguiente: la ideología de Bush es el peor integrismo que se pueda imaginar. Los que inspiran a Bush son los famosos evangelistas protestantes. Es un integrismo terrible. ¿Qué medios tenemos para combatir? Ya le hablé de las esperanzas que pongo en la juventud, aunque sé que no tiene verdaderos medios de combatir ese espantoso sistema. Sé que no basta con lanzarse a la calle. Hay que pasar a otra cosa, inventar otros medios de acción, pero lo necesario es actuar en vez de sufrir. Y cuando se tiene la impresión de que no se avanza, hay que pensar que existen fases, que se necesita cierto tiempo para que la mayoría nos entienda. La acción empieza con los que tienen una comprensión clara, aunque esta no cubra todos los problemas. Pero después hay que vencer los obstáculos y pensar que ni el partido socialista, con todo lo socialista que dice ser, ni tal o más cual asociación son los que van a cambiar este mundo.
S.C.- ¿La solución para llegar a un reequilibrio puede venir de China y Rusia?
Ahmed Ben Bella: Pienso que China puede ser una esperanza. En el pasado Rusia nos ayudó extraordinariamente. Pero, por el momento, desgraciadamente, Rusia no está en una situación fácil. Yo no pondría esperanzas en ella. Yo contaría mucho más con China. En primera, tiene argumentos que Rusia no posee. Es un país que se encuentra a la cabeza de los países en expansión. El propio Occidente se implantará en China para reactivar su economía. De aquí a 20 años habrá que ver el nuevo mapa político.
S.C.- ¿Qué decir, mientras tanto, a los pueblos abandonados a su suerte en Palestina, en Irak?
Ahmed Ben Bella: Nunca actuamos pensando que somos nosotros los que vamos a beneficiarnos. Actuamos porque hay que actuar. Las grandes conquistas no han sido nunca producto de una sola generación. En nuestro país dicen que el que come no es el que sirve el plato. Hay que crear redes de solidaridad que apoyen incondicionalmente la lucha de esos pueblos.
S.C.- ¿Qué decir también a esa juventud que usted ha mencionado, testigo de tantos abusos?
Ahmed Ben Bella: No pueden respetar las barreras, tienen que tomar iniciativas. Si no basta con reunirse periódicamente en grandes demostraciones, si nada cambia, hay que pasar a otra cosa, inventar sin demora otras formas de lucha.
S.C.- Pero, ¿no ha llegado la hora de que los árabes tomen la dirección del movimiento antibelicista, hasta ahora en manos de los occidentales?
Ahmed Ben Bella: Sí, sí. Ante la gravedad de la situación en el Medio Oriente, son los palestinos o representantes de los movimientos del mundo árabe los que tienen que actuar. Pienso que ese movimiento árabe, el movimiento palestino, todas esas fuerzas, si se conjugan y se sobreponen a sus divergencias, son una esperanza no sólo para los árabes. Esas fuerzas también pueden contribuir a cambiar este mundo, el sistema global tal y como funciona.
S.C.- ¡Parece usted optimista!
Ahmed Ben Bella: ¿Sabe usted? No sólo soy optimista. Me paso la vida actuando. No me conformo con hacer discursos. Dedico todo mi tiempo a la acción mediante la organización Norte-Sur. También creo que, a veces, las fuerzas de la esperanza vienen de donde menos se espera.
S.C.- El primer congreso constitutivo de la Alianza Popular Árabe de Resistencia tuvo lugar a fines de marzo de 2006, en El Cairo. Los participantes llamaron a los pueblos a ponerse «bajo la bandera del internacionalismo para apoyar al pueblo árabe en su lucha contra la agresión imperialista». ¿Constituye eso el punto de partida de una campaña que, si los partidos progresistas de Occidente se uniesen a ella, podría reactivar el movimiento antibelicista e ir en el sentido de sus deseos?
Ahmed Ben Bella: Sí, en lo personal soy favorable a esa iniciativa. Lo importante es avanzar. No se avanza si se duda, si se piensa que se acabó, si nos estancamos en las divergencias. Avanzar o corregir los defectos, eso es la vida. Del lado de los árabes también hay muchos obstáculos que vencer. Tenemos que hacer un esfuerzo para vencer las divergencias. En el seno del movimiento árabe encontramos, en efecto, las mismas debilidades que encuentra el movimiento antiimperialista en Occidente.
S.C.- Hay más de 10 000 palestinos injustamente encarcelados en las prisiones israelíes y que no son reconocidos como prisioneros políticos. Ahmed Sa’adat -secuestrado por Israel en Jericó en marzo de 2006 junto a cinco de sus compañeros, cuando estaba bajo custodia de estadounidenses y británicos- está siendo sometido desde entonces a torturas constantes. Él ha reafirmado su voluntad de no ceder al decir: «Donde quiera que esté, seguiré combatiendo.» Usted se reconoce seguramente a sí mismo en esa afirmación. ¿Sabe usted lo que significa vivir encarcelado?
Ahmed Ben Bella: Sí. Yo viví 24 años y medio en prisión. Cuando los franceses me encarcelaron en La Santé, me encerraron con los condenados a la guillotina. Desde mi celda podía ver la guillotina. Son terribles los malos tratos que Israel inflige a los palestinos. Actualmente no tengo otro proyecto que Palestina. Haré todo lo que pueda por ayudarla. Para alcanzar la paz, en Palestina y en el mundo, tiene que acabar este sistema de mercaderes. Porque los problemas son inmensos, los daños son inmensos. Dejar el mundo en manos de mercaderes y asesinos constituye un crimen. Es ese el verdadero terrorismo, no Bin Laden.
S.C.- Cuando oye jefes de Estado que dicen que hacen la guerra en Irak en nombre de la libertad y de la democracia ¿qué les diría?
Ahmed Ben Bella: Les digo que el derecho a la vida es el más importante de los derechos humanos. Los derechos humanos son el derecho a vivir. Todos los filósofos hablan del derecho a la vida. Salvaguardar la vida, vivir es lo primero a que aspira todo el mundo. Pero el sistema mundial no se molesta en garantizar ese derecho. Explota y mata. Y cuando no puede matar construye cárceles sin control, abusos que pretenden aportar democracia. Estados Unidos está haciendo en Afganistán e Irak lo que siempre hizo Israel contra los palestinos. Nos hablan de democracia israelí, de democracia estadounidense. Pero ¿qué democracia han aportado ellos al destruir toda posibilidad de vida?
S.C.- ¿Sufre usted por Irak?
Ahmed Ben Bella: Ah, sí. Para mí, Irak… estuve quince veces en Irak ¿sabe? (Silencio) [1] Casi me matan en Irak. ¡Es insoportable ver lo que le están haciendo a Irak! ¡Lo que están haciéndole a ese país que es la cuna de la civilización! Fue en Irak que se empezó a cultivar la tierra. Allí nació la humanidad. Allí se forjaron los primeros principios. Allí nació el alfabeto, el primer código, el de Hammurabi. Todo eso fue destruido por dirigentes incultos, por una nación de sólo 250 años de historia, que fue colonia de Gran Bretaña. Que liquidó el colonialismo inglés e instauró un colonialismo mundial. ¿Qué se hicieron los 80 millones de amerindios? Nunca volveré a Estados Unidos. Es un país de bandidos.
S.C.- ¿Las guerras desencadenadas en Afganistán y el Medio Oriente son para usted guerras racistas?
Ahmed Ben Bella: Exactamente. Son guerras contra el Islam, contra la civilización árabe. Eso salta a la vista. Entre los países que según Bush están fuera de la ley sólo uno no es arabo-musulmán: Corea del Norte. Los demás, Siria, Irak, Sudán, Irán, son todos musulmanes. Las cruzadas tenían como objetivo supuesto la recuperación de la tumba de Cristo. A veces, para molestar a los occidentales les pregunto: ¿Qué lengua hablaba Jesucristo? Hablaba mi lengua, no la de ustedes. Hablaba arameo, ¡como yo! Cuando usted lee la Biblia, Jesucristo dice: «Eli, Eli, Lama sabakta-ni» [2] Y nosotros decimos en Argelia: «Ilahi limada sabakta-n». Son exactamente las mismas palabras que pronunció Jesús. Jesús hablaba como yo. El Islam saca muchas cosas del Evangelio o de la Biblia, que el propio Islam viene a completar.
Yo exploto de ver tanto abuso. Nos han hecho tanto daño… Han afectado nuestra dignidad. Sin hablar de aquel pequeño pueblo en Palestina. ¿Cuántos palestinos tienen que vivir bajo la férula más abyecta? Nuestra reacción no tiene que ver con el racismo, se lo aseguro. Estamos más que cansados. Occidente nos ha hecho mucho daño. ¿No fue acaso en Occidente donde se cometieron los peores crímenes contra la humanidad? ¿Dónde nació el fascismo? ¿Dónde nació el nazismo? ¿Dónde nació el estalinismo? La famosa Inquisición, que duró 400 años, ¿dónde se desarrolló? Francamente, hace falta mucha abnegación para decirse diariamente: «No quiero odiar a Occidente».
S.C.- ¿No habría que incriminar a los defensores del «choque de civilizaciones», a los proisraelíes, como los principales instigadores de lo antiárabe, antiislám, que se propaga de forma inquietante contra sus pueblos?
Ahmed Ben Bella: Por supuesto. El lobby israelí en Estados Unidos es algo terrible. Hasta ahora no se podía mencionar sin que lo acusaran a uno de antisemitismo. Recientemente aparecieron varios estudios que demuestran con ejemplos irrefutables el peso del lobby israelí en las opciones políticas y militares de las que somos objeto [3]. Ya nadie puede negar hoy la importancia, hasta el peligro que representa ese lobby que penetra todas las esferas estratégicas. Me siento, por tanto, muy implicado en ese aspecto de las cosas que dificulta más aún la solución de la cuestión palestina.
Tengo que decirle que aunque el Islam sufrió muchos males, el Islam nunca hizo daño a otros países. A lo largo de la historia, el Islam mostró una tolerancia que no existe en ninguna otra parte, mientras que Israel logró implantarse por la fuerza en un espacio y en un lugar que están habitados por los palestinos -uno de los pueblos árabes más evolucionados- y creó, despojándolos de sus tierras, un Estado racista. Mientras que Israel se niegue a reconocer el derecho de los palestinos a existir y a regresar a sus tierras, no habrá paz en el mundo.
Entrevista realizada por Silvia Cattori para la Red Voltaire.
[1] En 1990-91, el presidente Ahmed Ben Bella dirigió una mediación entre Francia e Irak para tratar de impedir la guerra del Golfo. Los negociadores franceses eran Edgard Pisani y Marc Boureau d’Argonne, administrador de la Red Voltaire. Leer «Le double jeu de François Mitterrand», Voltaire, 3 de noviembre de 2003.
[2] «Eli, Eli, Lama sabakta-ni», palabras atribuidas a Jesús en Los Evangelios poco antes de su muerte. Traducción: «Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?»
[3] Ben Bella se refiere al ensayo, publicado por la London Review of Books, intitulado «Le Lobby israélien et la politique étrangère des États-Unis» (The Israel Lobby and US Foreign Policy), redactado en conjunto por el profesor John Mearsheimer, de la Universidad de Chicago, y el profesor Stephan Walt, decano de la Kennedy School of Governement de la Universidad de Harvard. Una versión al francés aparecerá próximamente en el sitio Voltairenet.org.
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