Muchos años, un cuarto de siglo transcurrió para que fuera fundada la organización que agrupa a los profesionales de la prensa en América Latina. El llamamiento de Montevideo, en octubre de 1951, fue la respuesta contundente de los periodistas ante el secuestro realizado un año antes mediante el golpe de la CIA en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en la ciudad de Nueva York, donde Estados Unidos implantó el pensamiento único para determinar en cada país la existencia o no de la libertad de prensa.
El 7 de junio de 1976 comenzó su vida pujante y combativa la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).
Si en nuestra región las dictaduras militares y las supuestas y corruptas democracias –todas con sello USA– tienen en el periodista un testigo incómodo, lo que le ha representado ejercer la profesión más peligrosa –alrededor de 800 han sido asesinados desde hace tres décadas– también se ha demostrado históricamente que es una función integrada por hombres y mujeres con un trabajo orientado a asumir actitudes a favor de la justicia, de la dignidad, de la ética. No existe otra en la que se pretenda aplicar todo tipo de sobornos, sea más amenazada, se le reconozca menos como profesión colegiada y se le paguen salarios menores. Es más, se trata de la única profesión universitaria totalmente distorsionada, alejada en la formación académica de la elevada responsabilidad social de su ejercicio.
El fondo del problema es que el poder mediático del imperio no quiere a profesionales de la prensa que piensen con cabeza propia, además de tener la capacidad para discernir dónde está lo justo en cada fenómeno conocido, y mucho menos, el expresarlo en sus trabajos periodísticos. En ninguna otra profesión los empresarios capitalistas son tan opuestos a la ética. Ella, su práctica, es la aliada insustituible de la verdad y del derecho a que ambas den contenido a la información periodística.
Esos principios y otros, hasta diecisiete, fueron proclamados al finalizar el Congreso constitutivo de la FELAP, con el emblema fundador de Periodismo libre en patrias libres, aportado por Genaro Carnero Checa, aquel valiente y desafiante colega peruano, firmante del documento de 1951 y después primero en ser secretario general de la FELAP. El y Luis Suárez, el inolvidable gran mexicano nacido en Sevilla, que fue su timonel principal casi veinte años, hasta el último aliento, representan las figuras más ejemplares de una obra tan colectiva que está presente en cada periodista leal a los valores nacionales y populares de la patria grande, agigantada más en nuestros días.
La FELAP llega a esta fecha vencedora de todas las maniobras que han pretendido su división y desaparición, donde se han invertido grandes sumas de dinero. Sobre todo en los intentos de crear organizaciones paralelas con las bases falsas del apoliticismo, de reducir las luchas de los profesionales de la prensa sólo a demandas salariales, que es la expresión concreta del falso concepto de la imparcialidad, con el nombre de objetividad, proclamado por los que temen la opinión de los que enfrentan cada día muchas señales de injusticia en todas las esferas de la sociedad del dinero y la ganancia. En una ocasión se llegó a tener como único objetivo la defensa de la pureza del idioma español y quien encabezaba el proyecto resultó ser integrante de la Trilateral imperialista.
El cuantioso capital de ideas alcanzado antes y después de la existencia de la FELAP, tiene su razón originaria en el periodismo independentista que siempre acompañó a cada combate por la libertad de nuestras naciones y pueblos. Ningún poder, menos aun el del periodismo amarillista, fundador del negocio de la mentira, ha podido ni podrá desviar el rumbo certero, antimperialista y por ello amplio, de todo profesional decente que ejerza el periodismo en tierras donde José Martí elevó el periodismo a la soberanía mayor de las profesiones en la sociedad. Su pensamiento magistral de “No hay monarca como un periodista honrado” se ha multiplicado por miles de colegas dignos y aumenta su número en las filas de la organización con menos recursos materiales y más elevado sentido de la función periodística.
El carácter subversivo que se le ha dado al periodismo de investigación, junto a los sin tierra, sin techo y piqueteros, en la nueva modalidad actual de la operación Cóndor, denunciada recientemente por Martín Almada, es el equivalente, reconocido por los militares represivos, de que la verdad es revolucionaria.
Al ejercerla esta adquiere esa condición, ese riesgo, ese honor, le da sentido a una muy noble profesión. Es por ello que hoy celebramos treinta años de principios en una FELAP que con ello anuncia el futuro en el hermoso compromiso de defender toda causa justa por siempre.
Desde su fundación fue ejemplo en la acción precursora en favor de la unidad latinoamericana, que hoy avanza con fuerza incontenible. Su propio emblema al surgir como organización, donde se vincula la libertad de los países como base para la libertad de la prensa, indica que no habrá verdadera sociedad de la información sin la integración de las naciones y pueblos de nuestra América.
El destino en esa dirección, previsto por sus iniciadores, encuentra hoy mejores condiciones para que aquellos sueños se hagan realidad.
# Ponencia presentada en el marco de las actividades por los 30 años de la FELAP.
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