Su persistencia por hacer oír los gritos de la realidad en las letras de sus canciones, lo distinguen. Canta contra las guerras, la dictadura, las privatizadas y reivindica a las Madres de Plaza de Mayo, Rodolfo Walsh y Romina Tejerina. Se crió en una casa de inmigrantes en el centro de la Argentina. Fue repartidor de carne, mozo, peló pollos, atendió canchas de bochas y las mesas de billar del club. De noche, su vieja le planchaba las camisas, él se colgaba su guitarra y salía a tocar con alguna de sus bandas.
En el documento es Raúl Alberto Antonio, para la familia y los amigos es Raulito, para la Argentina y el mundo es León, el que acaba de editar su última creación: “Por favor, perdón y gracias”.
¿A quién le pedís perdón, por favor y gracias?
En realidad no lo pensé en base a un sujeto. Esas expresiones para mí se perdieron junto con la pérdida de valores que sufrimos los argentinos. Los argentinos estamos muy norteamericanizados en todos los aspectos: en la violencia, en la economía; tenemos mucha influencia en la música y mucha dependencia en la cuestión social. Entonces pensé que en esta pérdida de valores, estas tres palabras que son fundamentales para la vida cotidiana se habían perdido.
Reivindicándolas ¿no?
Sí. De todos modos, el disco no se llamaba así, se llamaba Santa Tejerina. Me parecía un nombre muy acertado porque cuando un músico titula sus discos, siempre le pone el nombre de una canción, que no es la más comercial sino la que mejor lo representa. Pero justo fue el juicio oral a Romina, y parecía que lo hacía por especulación.
¿Seguías de cerca el caso?
En realidad me involucré cuando leí un artículo de la Rolling Stone en el que entrevistaban a sus familiares. Estábamos de gira, leí la revista y cuando volvía al hotel empecé a redactar la letra de una música que yo tenía y que encajaba justo. Me acuerdo que había una parte tremenda de la nota en la que la madre contaba que Romina era golpeada. Y después, cuando tuvo 17 años y pudo empezar a salir de su casa, fue violada. Entonces yo salí en defensa de su sufrimiento y usé una metáfora que es la santificación; yo no soy quien para santificar.
¿Por qué decidiste sacar el tema de Callejeros?
Fue un pedido de los padres. Me dijeron que estaban usando mi canción para editarla con imágenes de Cromañón. Ahí me di cuenta de que el dolor era mucho más fuerte de lo que podía llegar a imaginar, y la saqué. Después, otros padres me dijeron que yo estaba especulando con la muerte de los chicos. Eso me cayó muy feo, y decidí que las regalías que cada año genere ese tema van a ir al hospital Garraham.
Todas tus canciones cuentan historias, ¿cuál es tu personaje favorito?
No hay uno de que me haya atrapado profundamente. No es más poderoso el personaje de Romina que los pibes de Cromañón o Juan Cavandié. Todos son ejemplos para admirar, para aprender. Algunos como Juan, que nos han enseñado cuál es el sentido de la sangre y la vida, y otros como Pocho Lepratti que es “el ángel de la bicicleta” y que lo mataron el 20 de diciembre de 2001 sabiendo a quién mataban.
¿Qué aprendiste de este último disco?
Por ejemplo, Juan me enseñó un montón de cosas. Cuando él se despachó con toda su historia me contó que a todo el mundo le decía que se llamaba Juan sin saber que realmente se llamaba Juan, sin saber que su vieja le había puesto ese nombre cuando lo tenía con ella en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Entonces yo le decía que él era hijo de la sangre, que la sangre puede más que todo, porque esos dos meses de teta que te dio tu mamá te pasaron el nombre, te pasaron la sangre.
¿Cómo es tu relación con las Madres de Plaza de Mayo?
Mientras tenga el respaldo de las Madres, sé que estoy haciendo las cosas bien. Porque ellas nos enseñaron una cosa increíble: cómo se puede edificar vida a través de tantos asesinatos, de tanta represión. Imaginate lo que significa para una madre pensar que se llevaron a su hijo, lo torturaron y lo mataron. Creo en el trabajo de ellas, y por eso me preocuparía si alguna dice que no estoy haciendo las cosas bien.
¿Qué sentías cuando los militares utilizaban “Sólo le pido a Dios” durante Malvinas, para crear sensibilidad y ganar consenso?
Sólo le pido a Dios fue prohibida, censurada entre los años 76 y 78 y después, los mismos militares asesinos la declararon de interés nacional por la paz en el 82; era repugnante. La verdad es que eso a mí me dio mucha vergüenza y estuve tres años sin cantar. Me ofrecían mucha plata por cantarla en todos los recitales, pero preferí no especular y me retiré de escena hasta el 85, cuando me puse a hacer el trabajo De Ushuaia a La Quiaca.
Te reconocés como un compositor social, ¿cómo realacionás el contenido de tu trabajo con el mercado al que pertenecés, del cual vivís y que cada vez es menos artístico y más negocio?
Nosotros componemos las canciones porque tenemos la necesidad de hacerlo. Hay toda una industria que planea que si un CD se escucha tantas veces en diferentes radios durante determinado tiempo generará tantas ganancias. Esto es lo que hacen la mayoría de quienes están involucrados en el negocio de la música porque, como en todo, también se ha desarrollado alrededor de ella un mercado. Pero quien decide hacer canción social tiene otro motivo por qué hacerlo.
¿Cuál es tu posición ante este gobierno?
No conozco a todos los que gobiernan, yo trabajo con la gente que me merece un gran respeto como el ministro de Educación, Daniel Filmus. Y acompaño al Presidente en los eventos relacionados con los Derechos Humanos, porque él muestra un cambio en esa política. Ahora, en lo que se refiere a su política de gobierno, yo creo que no puede obviar tener sensibilidad por la gente que está hace décadas sufriendo la falta de trabajo y el hambre: yo creo que también esos son derechos humanos.
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