Me atrevo a afirmar que la guerra en el Cáucaso, una más en la historia de Rusia, ha concluído, siendo de notar que la liquidación de Shamil Basáev no es sino un argumento más a favor de esta afirmación.
Me atrevo a afirmar que la guerra en el Cáucaso, una más en la historia de Rusia, ha concluído, siendo de notar que la liquidación de Shamil Basáev no es sino un argumento más a favor de esta afirmación.
Pero es un argumento serio: el papel que la personalidad desempeña en el Cáucaso, siempre estaba muy por encima del promedio estadístico que en el resto del mundo, ya que ahora en la región no ha quedado una sola figura más o menos equivalente a Basáev por su odio visceral a Rusia y desprecio a la vida tanto la suya propia, como ajena.
La rusofobia de Basáev era totalmente irracional por más que él en persona o los demás lo justificaran apelando a la lógica de la lucha a muerte contra el centro federal. En cierta ocasión, al estudiar el archivo de la fiscalía de la "Ichkeria independiente" ocupado por los federales durante los combates en Chechenia, descubrí una carta escrita a Basáev por su vieja maestra, lo que era muy habitual en aquella época.
Ella pedía ayuda a su ex alumno, ya que el servicio de seguridad de Masjádov la había expulsado de su apartamento a la calle. Pero nadie le cortó la cabeza a la mujer ni le pegó un tiro: no valía la pena, pues la vieja mujer totalmente desamparada encontrará su muerte si no de frío, de hambre. Pues bien, el Robin Good checheno -como la prensa liberal rusa solía presentarlo durante largo tiempo- se negó a ayudar a la anciana que era rusa. Y esto fue suficiente. Pero ¿qué estoy diciendo después de Budenovsk, "Nord-Ost", casas de vivienda multipiso de Moscú y Beslán?
Quien conozca la historia de todas las guerras caucasianas de Rusia, verá que el problema checheno se parece a la fiebre recurrente que se agrava toda vez que Rusia atraviesa momentos difíciles por tal o cual motivo. La última guerra no es excepción de la regla sino el desarrollo lógico de la situación. Era lógico su comienzo y lo es también su conclusión. La desintegración de la URSS y la subsiguiente época de Yeltsin, absurda desde el punto de vista revolucionario, no pudieron dejar de agravar la enfermedad crónica. Por un lado, los nacionalistas chechenos obtuvieron libertad de acción y, por el otro, toda la política caucasiana de la dirección rusa de entonces era una sucesión de errores más burdos.
Recuerdo un episodio más de la época pretérita: la conversación sincera con un agente local del Servicio Federal de Seguridad durante mi viaje al "punto caliente". Desesperado por la absoluta impotencia y maldiciendo a las autoridades de Moscú, el oficial decía:"Si desdeñan nuestros partes analíticos, que lean al menos la novela "Jadzhi-Murat" de León Tolstoy".
Gracias a Dios, los tiempos cambian, lo que demuestra de mejor manera la liquidación de Basáev. Sólo se podía acabar con él como se acabó. Otro método no existe. Rusia lo conoce muy bien, por su experiencia de Budénovsk. El perdón de Basáev entonces les salió muy caro a los rusos, pues tuvieron que pagar con almas infantiles en Beslán. El hecho de que los servicios secretos rusos estén superando la profunda crisis, demuestra, entre otros, que Rusia se está fortaleciendo.
A medida del desarrollo de este proceso la fiebre chechena se remonta al pasado. Así sucedía en el pasado, y también sucede ahora. Pero el señor Zakáev, "emigrado político" enquistado en Londres, no comparte esta idea. Al intervenir después de la muerte de Basáev por una radiovoz de Moscú (¿quién se atreve a decir que nuestros mass-media son menos libres que los extranjeros?). Zakáev afirmaba que la lucha proseguirá y que la muerte de Basáev no cambiará nada. Procede señalar que Zakáev entona siempre una misma serenata indistintamente de los cambios que se operen en la vida real. Pero esto corresponde a su oficio de comediante.
Naturalmente, como cualquier guerra, la actual, más bien, ya de ayer, tendrá un eco desagradable durante mucho tiempo aún. Durante cierto tiempo, las bandas dispersas recorrerán aún los bosques caucasianos mordiendo dolorosamente si llegue el caso. Así son las secuales de cada guerra. Las heridas no se cicatrizan al instante. Lamentablemente, eso es común y corriente.
Tendrá que realizar inmensa labor duradera para desminar campos en el Cáucaso, liquidar el desempleo, erradicar las tendencias de clán en política, soborno y otros males, fuente del extremismo. Eso está claro. Pero, en principio, la guerra ha concluido. Y, además, ni siquiera ayer, sino después del referéndum en Chechenia, ganado convincentemente por el centro, digan lo que digan los críticos del poder actual. Los chechenos, cansados de la guerra, hicieron su opción y su veredicto precisamente puso fin a la guerra.
El terrorista No 1 de Rusia estaba condenado. Todo dependía sólo de quién lo liquidara antes: el Servicio Federal de Seguridad o el premier actual de Chechenia, Ramzán Kadyrov, quien dijo sin rodeos que Basáev era su enemigo jurado, asesino de su padre Ahmad Kadyrov, presidente de Chechenia. Creo que por muchos motivos fue mejor para Rusia y para el joven Kadyrov que lo hizo el Estado. La justicia- que no es sólo juicio de jurados, sino también la liquidación legítima del terrorista- es mejor que el linchamiento.
A propósito, además de las secuelas de guerra habituales y duraderas, lo mismo que después de las anteriores guerras caucasianas, se hará sentir su eco durante un período imprevisiblemente largo. Es la ley del péndulo histórico, pues nadie abolió la sicología humana. Si incluso en un futuro predecible la política del Kremlin en el Cáucaso sea infalible, lo que no es fácil alcanzar, ese eco repercutirá negativamente en la situación.
Al echar al olvido la crueldad y la aversión a los chechenos del famoso Shamil -principal personaje de la historia de las viejas guerras caucasianas- Ichkeria de la época de Dudáev y Masjádov lo calificaba de su predecesor y héroe. Es poco probable que la actual generación de Chechenia, cansada de la guerra, se alce en armas, pero la vida no se ve estancada.
Si Rusia no muestre suma atención a la problemática caucasiana, si no realice allí la más seria labor profiláctica, no se podrá descartar la posibilidad de que dos generaciones después, olvidada la tragedia de Beslán, pero recordando el Grozny destruido, en Chechenia no aparezca gente idolatrando al nuevo Shamil, esta vez, Shamil Basáev.
De tal modo, tenía razón el presidente Putin quien al felicitar el Servicio Federal de Seguridad con el éxito obtenido, recordó que en materia de la seguridad nacional de Rusia habrá de realizar una labor muy duradera y minuciosa. Sin días feriados.
Ria Novosti 11/ 07/ 2006
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