Hugo Chávez, y junto con él Cuba, preocupada al extremo por la enfermedad de Fidel y su propio futuro, celebran la victoria obtenida en las elecciones presidenciales en Venezuela.
Era una victoria predecible, los sondeos mostraban que el rival de Chávez iba muy a la zaga, pero pese a ello existía cierto nerviosismo, tanto en Caracas como en La Habana, la que actualmente depende en lo económico del petróleo y dinero venezolano y en lo político ve precisamente en Chávez a un nuevo líder regional radical.
Verdad que no sólo los cubanos hacen esta última deducción. Hugo Chávez, un orador que sabe encender al público y un político algo travieso (baste con recodar aunque sea el discurso que él pronunció en la ONU), desde hace mucho ha convencido a todo el mundo de que él es continuador de las ideas de Bolívar y de la causa de Fidel Castro en el continente.
Una vez alcanzado el triunfo electoral (el perdedor ya felicitó al ganador), Chávez anunció el comienzo de una nueva era socialista en la historia de su país. El respaldo por parte de más del 60% de los electores le da derecho para hacerlo.
Pero pese a ello, convendría enfocar con cautela tales manifestaciones. La gente sabia recomienda dividir en dos cuanto promete un político, y en el caso de América Latina, es mejor dividirlo diez. Sí, proseguirán y hasta se intensificarán, probablemente, las retóricas antiestadounidenses de Chávez. Sin lugar a dudas, él llevará adelante y hasta aportará, por lo visto, algo nuevo a su línea de edificar una economía orientada a las necesidades de la sociedad. Sí, Chávez seguirá prestando apoyo a Cuba y otros países del continente de la llamada "orientación izquierdista". Mas no creo que él intente cambiar radicalmente el sistema económico del país ni, menos aún, instituir una especie del "comité estatal de planificación", a semejanza de aquel que existió en la Unión Soviética.
Conviene señalar a propósito que su ídolo, Fidel (quien se hizo comunista no por su propia voluntad, fueron los estadounidenses quienes lo obligaron a evolucionar en ese sentido), después del desmoronamiento de la URSS empezó a alejarse de las ideas socialistas y poner sus miradas en las bolivarianas, tradicionales para el continente latinoamericano: las de la lucha por una soberanía auténtica y contra la pobreza. El que Hugo Chávez lo llame socialismo es asunto de él. Primero, él todavía no ha inventado un término nuevo, auténticamente venezolano, y, segundo, no puede negar a sí mismo el placer de volver a tirarlo de las barbas al "tío Sam". Y por último, Hugo Chávez lee libros, por lo cual entiende que el petróleo de por sí no basta para edificar el socialismo: la URSS ya hizo tal intento.
Algunos le dirigían reproches a Cháves por haber aparecido en público la víspera misma de las elecciones sin pronunciar un sólo discurso: él quedó ronco de tanto hablar durante la propia campaña. La corbata roja que él llevaba era su única "propaganda". Pero lo que realmente le daba peso era lo realizado por él durante el mandato anterior. El presidente de Venezuela sometió a un riguroso control la compañía nacional Petróleos de Venezuela, cortando en gran medida los tentáculos de la corrupción. Él dirige las superganancias que se obtienen del petróleo a construir hospitales y escuelas, realizar la reforma agraria, liquidar el analfabetismo y cumplir otros programas sociales. En Caracas hay suficientes médicos y maestros, desde luego, pero las provincias antes de la llegada al poder de Chávez vivían sin ellos. Durante su gobierno allí se dirigieron maestros y médicos cubanos, cobrando por ello no poco dinero, según criterios de la Isla de la Libertad. Son ellos quienes actualmente enseñan a leer y escribir y prestan asistencia médica a la gente pobre de Venezuela.
Precisamente por ello lo reeligen a Chávez. Y no es la primera vez que él reúne más del 60% de los votos. A una gran parte del electorado venezolano le gustan también las retóricas antiestadounidenses de su líder. Le gusta como él, teniendo una imagen algo extravagante, aprovecha con inteligencia y pragmatismo las divergencias existentes entre EE UU y la Unión Europea y establece buenas relaciones con China, la India, Canadá, Rusia e Irán.
Dicen que la madre de Hugo quería que él llegase a ser sacerdote, pero el hijo primero se hizo militar, luego revolucionario, y después de ello, presidente elegido legítimamente. O sea prefirió construir el Reino de Dios en la Tierra, como muchos lo intentaron antes de él.
¿Le va a resultar este plan? No estoy seguro. Pero sé que él ganó sus elecciones honestamente.
Fuente: Ria Novosti, 04/ 12/ 2006.
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