Mientras el mundo asiste a la destrucción del Líbano por parte de Israel, la ocupación se mantiene en Palestina. En momentos en que la atención de las cámaras se centra en Beirut, Israel sigue estrangulando a los palestinos para obligarlos a huir. Silvia Cattori nos describe el horror que están viviendo los habitantes de Nablús.
Noche tras noche, el estruendo de la guerra sacude la ciudad de Nablús, un estruendo que impide el sueño. La gente se despierta sobresaltada, incapaz ya de saber si han dormido o no, si están viviendo una pesadilla en plena vigilia. Se oyen disparos, explosiones que resuenan cerca, se sienten más lejos, vuelven en forma de eco. No se sabe qué sucede ni dónde. La inquietud crece, luego se deja de pensar. Uno se resigna y espera el día. La gente dice que así transcurren todos y cada uno de los días aquí, en el distrito de Nablús, que eso no es nada nuevo desde el año 2000, que es un instrumento más de la guerra del terror emprendida por Israel, parte de sus innumerables medidas represivas.
Los soldados entran siempre, durante la noche, en las silenciosas callejuelas de Nablús o de los poblados. Derriban puertas, lanzan granadas. Buscan, casa por casa, hombres que califican como «wanted», «sospechosos». Sacan a las familias de sus casas, registran, lo rompen todo y, si no encuentran nada, exigen que las madres hablen por los altoparlantes exhortando a sus hijos a rendirse. Si el «sospechoso» no se rinde, a veces arrestan al padre, a los hermanos o vuelan la casa. Se van antes del amanecer.
Después de medianoche se oyeron disparos pero los principales combates empezaron a las cuatro de la mañana, cuando una fuerte explosión sacudió los edificios. Después los tiroteos se hicieron más intensos. Por dos veces la voz del almuecín cubrió el ruido de los disparos, una voz que llegaba lejos, volvía como un eco, retenía nuestro aliento.
Lo sucedido durante la incursión de esta noche es inusual. Las tropas israelíes entraron sin hacer ruido, por sorpresa. Generalmente, los soldados no tienen que enfrentar a los combatientes porque los hombres que están buscando se esconden. Se saben buscados y, con sus tristes fusiles, tienen todas las de perder. Pero esta mañana los hombres agazapados presentaron resistencia. Los combates duraron varias horas. Del lado del ejército israelí hubo un soldado muerto y seis heridos, varios de ellos de gravedad.
Cuatro jóvenes palestinos fueron capturados y los soldados se los llevaron. Desde entonces están siendo sometidos a interrogatorio por el Shin Bet. Las informaciones que les puedan arrancar servirán para organizar las próximas incursiones y acciones punitivas.
Se espera que el ejército vuelva en cualquier momento y que la represión sea más dura aún ya que el soldado muerto era el hijo del comandante encargado de la región.
La gente está al tope. Israel los humilla, los somete al hambre, los priva de todo. Aquí viven como en una prisión. Cuando la gente se presenta en los puntos de control –que son zonas militares en las que los soldados se las arreglan para hacer reinar el terror– los militares los humillan, los arrestan, los someten a golpizas. Los jóvenes –de 14 a 30 años– no pueden pasar. Tienen que lanzarse, por su cuenta y riesgo, a transitar por senderos de montaña. Una estudiante de la universidad de Najah arrestada hace año y medio en un punto de control está detenida aún por haber abofeteado al soldado que la estaba cacheando.
Después de seis años de privaciones y masacres, se siente a la gente aún más rebelde y tensa en la medida en que ahora sufren, además de las persecuciones de Israel, el estrangulamiento por parte de Europa, una Europa escandalosa que castiga y condena un pueblo entero al hambre por haber votado a favor de Hamas.
Esto no hace más que fortalecer el espíritu de resistencia de ese pueblo que no tiene ya otra vía que la rebelión para salvaguardar su dignidad pisoteada. Por eso sentimos que está decidido, dispuesto a enfrentarse al mundo entero hasta que este sienta la vergüenza de haber cometido un crimen tan grande y comprenda que, para los palestinos, reclamar el respeto a sus derechos violados es algo legítimo.
Lo sucedido esta noche no dejará de tener graves consecuencias para ellos. El ejército israelí regresará para castigarlos con más fuerza aún. Sin embargo, ellos siguen ocupándose de sus asuntos, como si nada sucediera. Nos miran con la tranquilidad de quien sabe que la humanidad está de su parte. En eso reside su fuerza. «It is our life», responden con calma cuando expresamos nuestra inquietud por ellos.
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