Si bien pueden pasar días o quizás semanas para conocer el resultado de las elecciones presidenciales mejicanas, parece casi seguro que el candidato liberal de derecha, Felipe Calderón, será el próximo presidente. No venció en las elecciones convincentemente y por lo tanto no tiene un verdadero apoyo popular. Tendrá que enfrentar una fuerte oposición en el Congreso, pero es mejor ganar que perder. México tiene un mejor presidente en Calderón que en Andrés Manuel López Obrador, el candidato populista de izquierda. Calderón encarna la continuidad que México necesita.
Andrés Manuel López Obrador hizo su campaña denunciando una situación social catastrófica (lo que es exagerado) y quería alejar del poder a los que lo ocupan actualmente para volver a poner al frente del Estado a personas que habían participado en el deterioro de la situación en el pasado. Calderón ha hablado del mejoramiento de la situación económica en México y todo eso sin represión, sin violación de los derechos humanos, insurrecciones, asesinatos políticos ni corrupción galopante. Calderón ha tenido el apoyo de numerosos partidarios de Vicente Fox, pero sin los más cercanos a Fox, y ganó.
No por esto los desafíos que debe enfrentar dejan de ser enormes. Estas elecciones muestran las profundas divisiones ideológicas que afectan al país. Desde lejos, tales temas de campaña hubieran podido parecer positivos, pero todo eso era en realidad inútil, pues las políticas que teóricamente hubieran sido el resultado de las tendencias del electorado que apoya una visión del mundo u otra, o no eran factibles o estaban ya instauradas. Calderón no puede poner la educación en manos de la Iglesia, privatizar Pemex ni abolir los programas sociales contra la pobreza como sus adversarios pretendían hacer creer. López Obrador no habría sido capaz de alejar a México de los Estados Unidos, revisar el TLCAN, reorientar masivamente los gastos públicos de un día para otro, eliminar la pobreza ni crear millones de empleos mediante programas sin financiamiento como había dicho y como parecía verdaderamente creer.
Calderón no será atormentado únicamente por este abismo ideológico artificial, sino que deberá enfrentar la misma parálisis que Fox y su predecesor Ernesto Zedillo debido a la inadaptación de las instituciones mejicanas. Tendrá que organizar la reelección de los diputados; organizar un referendo para enmendar la Constitución; crear un sistema híbrido, en parte presidencial y en parte parlamentario, que estimule la formación de las mayorías legislativas en un medio tripartita; permitir la presentación de candidatos independientes, forzando así a los partidos a reorganizarse y abolir el financiamiento de campaña del tipo estadounidense en el cual el tiempo de aparición en los medios se compra en lugar de ser asignado objetivamente, y que dio como resultado que probablemente la elección del domingo fuera, en términos de dólar por voto, la más caro del mundo.
Con estas reformas, México podrá al fin comenzar a recoger los frutos de diez años de estabilidad y continuidad.
Los Angeles Times (Estados Unidos)
Korea Herald (Corea del Sur)
La Opinion (Estados Unidos)
Diario Las Américas (Estados Unidos)
El Periódico (Guatemala)
«La próxima revolución de México», por Jorge Castaneda, El Nuevo Diario, 5 de julio de 2006.
«Calderon is Mexico’s best move», Los Angeles Times, 5 de julio de 2006.
«The next revolution in Mexico», Koreal Herald, 6 de julio de 2006.
«La próxima revolución de México», Diario Las Americas, 7 de julio de 2006.
«La próxima revolución de México», El Periodico, 9 de julio de 2006.
«La próxima», La Opinion, 9 de julio de 2006.
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