Todos estos aspectos permitieron provechos, entre los que se resaltan el hecho de que el intercambio de bienes entre los dos países consiguió sextuplicarse -al pasar de US $500 millones en 1990 a US $3.200 millones en 2005-; que las inversiones cruzadas alcanzaron el 20% de esos intercambios y además, que la realidad económica trajo mejoras sociales como la generación de más de 600.000 empleos a lado y lado de la frontera.

Dicho intercambio, contrario a lo que tiende a pensarse, ha beneficiado no sólo a Venezuela sino también a Colombia; basta citar que aunque el acumulado al cierre de la década de los noventa resultó en un balance comercial superavitario de más de US $2.000 millones para el vecino país, entre 2000 y 2005 la balanza comercial tendió a equilibrarse, favoreciendo a Colombia, especialmente en los últimos tres años.

En sana lógica, ambas naciones obtuvieron resultados gracias a su perseverancia en el pasado para impulsar el proyecto de integración andina. En 1991 mediante el aligeramiento de la zona de libre comercio, dentro del Acuerdo de Cartagena, los dos países lograron hacerse los segundos socios comerciales y representando así el 75% de los intercambios de la CAN. Fue tan importante la dinámica comercial que se alcanzó, que impulsaron proyectos como el G-3, donde acordaron el acuerdo comercial con México en 1995.

El entendimiento bilateral también sirvió para promover la CAN como tal. Ese mismo año, dicha agremiación se comprometió con el arancel externo común, es decir estableció los mismos impuestos a terceros mercados en aras de evitar las triangulaciones y el contrabando.

Sin embargo no todos los fines conjuntos, han sido alcanzados. Actualmente por ejemplo, existe una intención de avanzada en relación a lo comercial, donde definitivamente no se ha progresado mucho: la propuesta de proyectar la CAN al Mercado Común, o situación donde los países del grupo liberarían el intercambio de servicios y establecerían preferencias para realizar políticas de fomento a las cadenas productivas ya existentes. De cumplirse este escenario, se proyecta un intercambio bilateral cercano a los US $5.000 millones y de US $12.000 millones anuales dentro de la CAN.

Sin embargo los últimos acontecimientos han hecho distante esta posibilidad, además de algunos obstáculos ya existentes aún no corregidos. Para varios analistas por ejemplo, el arancel externo es imperfecto por las preferencias que les da a los países más pequeños como Perú, Ecuador y Bolivia. Esto más que todo porque se ha hecho mucho ruido en relación a los incumplimientos al libre comercio y al no acatamiento de los fallos proferidos por Tribunal de Justicia Andino, con respecto al desmonte de restricciones que impiden la libre circulación de mercancías. Aún después de 35 años de zona de libre comercio en la CAN, se imponen barreras de entrada al comercio de bienes y se establecen cuotas de importación a los socios para proteger los mercados internos de países que la integran

En los últimos tres años, antes perfeccionar la CAN, Colombia y Venezuela han dado prioridad negociaciones con terceros. Nuestro país inició en 2004 las rondas de negociación del Tratado de Libre comercio TLC con Estados Unidos -su principal socio comercial- y los venezolanos desde 2003 declararon se intención de ser socios plenos del Mercosur, para la proyección y ampliación de su mercados.

No obstante que en ambos esquemas de negociación se respeta el acuerdo de la CAN, se ha evidenciado por parte de los dos países una falta de comprensión y entendimiento. No diseñar estrategias conjuntas para aprovechar las oportunidades de los nuevos mercados, ha hecho disminuir la perseverancia del pasado en mantener cohesionada la integración andina y la propia suramericana.

¿Cuál es el futuro del comercio colombo-venezolano?

La respuesta no es otra: este continuará funcionado y se debatirá entre seguir insistiendo en el proyecto andino (y forzar a un mercado común dentro de ese grupo, con todos los beneficios ya planteados arriba), o en el avance de cada país miembro de la CAN por separado. El segundo escenario se daría en un nuevo acuerdo comercial bilateral que les permita a Colombia y Venezuela aprovechar las ventajas competitivas que se generaron desde el aligeramiento de la zona de libre comercio en 1991; circunstancia de mucho interés además para el proyecto de consolidación del mercado común bilateral.

Para terminar, es necesario acotar que habría un tercer escenario que prevé el cierre de la CAN y en donde los dos países no harían nada para mantener sus relaciones comerciales. Aún dentro de este contexto el comercio colombo-venezolano promete ser dinámico, debido a que dentro del acuerdo multilateral de la OMC, ambos países tendrían que seguir concediéndose el trato preferencial de nación más favorecida -quedando así prohibido colocar barreras arancelarias al otro socio-.

Por ahora la bonanza petrolera de Venezuela no sólo ofrece la posibilidad de seguir incrementando las ventas a ese país, y además (y de más relevancia) permite el avance hacía un nuevo esquema de negociación bilateral basado en los acuerdos energéticos y básicamente por la alta complementación de los sectores petrolero y gasífero que tienen dichas naciones vecinas.