Hasta los últimos actos públicos, Marta Sahagún hace gala de sus abusos. Su llegada al Sexto Informe presidencial estuvo acompañada por una veintena de camiones de la empresa Autobuses Estrella Blanca, de su benefactor Salvador Sánchez Alcántara, para quien la pareja presidencial gestionó que el IPAB mantenga oculto el abultado adeudo que el consorcio camionero heredó como deuda pública por medio del Fobaproa.
Llegó envuelta en un traje de tehuana. Antes de subir los 14 escalones que conducen a la puerta principal de San Lázaro, Marta Sahagún se detuvo apenas unos segundos para agitar ligeramente la mano ante la hilera de fotógrafos que le pedían a gritos “un saludo”. Sonreía. Una hora después descendía por esas mismas escalinatas, pero el humor era distinto, ésta vez manoteaba en reclamo a su esposo, el Presidente.
Antes del arribo de Marta Sahagún al Congreso, en el área de basamento de la Cámara, los diputados y senadores del Partido de la Revolución Democrática (PRD) ultimaban detalles para la ofensiva en una reunión privada que comenzó después de las cuatro de la tarde, cuando los reporteros comían en el salón anexo a Los Cristales. A puerta cerrada los perredistas preparaban la estrategia: banderas y ejemplares de la Constitución envueltos con listos negros que más tarde exhibirían en tribuna.
En primera fila Rosario Ibarra, luego María Rojo y Ruth Zavaleta, sonreían, cuchicheaban.
Al concluir la reunión, los legisladores hicieron fila para acceder a los escaners de seguridad, paso obligado al Salón de Plenos. El plan estaba fraguado. Ninguno reparó en la presencia del presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde quien, distraído, deambulaba a la vuelta del pasillo.
Entrampada la fila, los diputados abrieron paso al coordinador de los senadores, Carlos Navarrete, para que se colara al principio, porque hay de fueros a fueros. A los del Sol Azteca se les veía sonrientes, contrario a los inciertos rostros de los panistas, quienes se urgían en adivinar lo que el PRD tramaba.
Afuera, las barricadas instaladas por los más de 3 mil elementos del Estado Mayor Presidencial, Policía Federal Preventiva y de las secretarías de Seguridad Pública del D.F. y federal, además del personal de resguardo legislativo que blindaban el inmueble como una zona de guerra, fueron traspasadas, con salvoconducto de presidencia, por los veinte camiones de Autobuses Estrella Blanca que en punto de las seis treinta se alinearon para formar una valla que impedía ver las reducidas protestas en las inmediaciones del recinto.
A bordo de los camiones, los choferes que lucían el uniforme perfectamente planchado, se ajustaban los lentes obscuros mientras esperaban, detrás del volante, a los inexistentes pasajeros.
Diez minutos después, sobre la misma avenida Congreso de la Unión, de otro autobús de Estrella Blanca descendía Marta Sahagún, transporte de cortesía de su incondicional Salvador Sánchez Alcántara, para quien la Presidencia gestionó ante el IPAB el blindaje de su abultado adeudo en el Fobaproa, a cambio de la chamba para Vicentillo y de la promoción de la fundación de la señora de Los Pinos en boletos de viaje impresos con el rostro de Marta, para rifas y descuentos, y en videos impuestos a bordo de los camiones.
El cerco de los autobuses impidió que la esposa del presidente viera a los Panchos Villa, los Panteras y uno que otro cegeachero, quienes -contrario al exhorto lanzado por López Obrador de “no ir” a la Cámara- armados de palos y piedras golpeaban inútilmente la barrera de acero que nunca cedió. Marta tampoco vio los cientos de toletes y escudos que empuñaban los granaderos cuyos rostros se perdían detrás de los gastados cascos, prestos a detener la irrupción de quienes a gritos coreaban su repudio al presidente y al fraude electoral.
Entró en el salón, donde esperó, junto con su grupo de invitados especiales la llegada de Vicente Fox. “Entonces sí habrá informe, porque Marta ya dio la pauta”, decía una fotógrafa detrás de la valla y se desplazaba hasta el estacionamiento frente al Museo Legislativo. “Los Sentimientos de la Nación”, donde, alguien filtró a su periódico que arribaría el presidente a bordo del helicóptero. Estrategia falsa.
A dos semanas de distancia, los mismos legisladores del PRD que aquella lluviosa tarde de septiembre tomaron por asalto la tribuna, se reúnen a diario en el salón Heberto Castillo, en San Lázaro, a coordinar sus trabajos en la LX Legislatura y ponerse de acuerdo en la estrategia a seguir el próximo 1 de diciembre, en la toma de protesta del que califican como presidente “impuesto”, día en que, dicen, podrían dar otra sorpresa.
Se niegan a confirmar si habrá boicot y en qué consistirá. Burlones, los legisladores recuerdan el molesto gesto de Marta Sahagún al abandonar San Lázaro, “lo ha de haber regañado porque después de que quería ser presidenta tuvieron que salir por la puerta trasera, y hasta corriendo”, dice una diputada. La misma frase fue pronunciada aquél 1 de septiembre en pleno Zócalo por la actriz Jesusa Rodríguez.
Apenas siete minutos duró la última visita de Vicente Fox al recinto legislativo, luego, su enorme silueta se perdió junto a la de Marta Sahagún hasta formar una sombra. Cuando las negras nubes que aceleraban la oscuridad de aquella noche se convirtieron en tormenta, los camiones de Estrella Blanca también partieron.
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