La pobreza y la riqueza no son consecuencias de sumas y restas o de elucubraciones algebraicas. Son el resultado de una historia política, social, cultural y económica que suelen reducirse en ciertas cifras. Hay un problema en el presente: los números oficiales del Estado argentino están en dudas. Desconfían los funcionarios y también mujeres y hombres trabajadores que no salen de su asombro cuando le cuentan que bajó la desocupación a una cifra de un solo dígito.
Pero el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos debe seguir con su actividad.
Acaba de publicar que una familia es considerada pobre en la Argentina cuando gana menos de 922 pesos mensuales, 298 dólares. Y que la frontera de la indigencia son 492 pesos, unos 138 dólares.
Números que marcan la desesperación de los que son más.
Los que no pueden ganar, sino que aspiran a empatarles a las necesidades cotidianas.
Sin embargo, hay otras cifras que marcan las otras realidades que cohabitan en el país del sur.
Los medios de comunicación informaron que la fábrica Acindar ganó alrededor de 533 mil dólares por día durante el año 2006.
Y que el Banco Galicia, en tanto, tuvo utilidades a razón de 203 mil dólares cada veinticuatro horas.
El abismo es inmenso e inmoral.
Porque además hay una historia para semejante riqueza en pocas manos.
El gerente de Acindar, hacia 1975, era José Alfredo Martínez Hoz, el mismo que un año después sería el ministro de economía de la dictadura más sangrienta que soportó el pueblo argentino.
Y no fue una casualidad. El 20 de marzo del ´75, Martínez de Hoz pagó a razón de doscientos dólares por cabeza a cada integrante de la policía federal y otras fuerzas de seguridad nacionales y provinciales para convertir el albergue de solteros de la fábrica ubicada en Villa Constitución, en uno de los primeros centros clandestinos de detención del país. Inversión para la desaparición.
En esos días finales de la administración de María Estela Martínez de Perón, Martínez de Hoz solicitó un aval al gobierno nacional para un crédito internacional de seiscientos millones de dólares. La administración se lo negó. Pero cuando fue ministro de la noche carnívora, él mismo, firmó aquel compromiso.
La historia siguió el 5 de julio de 1982, cuando un tal Domingo Felipe Cavallo, a cargo del Banco Central de la República Argentina, estatizó la deuda de Acindar y de otras doscientas grandes empresas.
El resultado fue la deuda externa del pueblo argentino. Los seiscientos millones de dólares comenzaron a formar parte de lo que debe cada uno de los argentinos.
Por eso cuando los números del INDEC revelan lo que cuesta sobrevivir en el país, también hay que tener en cuenta la historia política de impunidad que generan los números de la riqueza acumulada en pocas manos, como el caso de Acindar y otras.
No se trata de confiar o no en los números, sino de saber cómo se construyó el privilegio en forma paralela al saqueo de los que intentan empatarle a las cifras de las canastas básicas.
Los números también tienen historia.
# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)
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