El país que tiene mayor número de consumidores de drogas pesadas es Estados Unidos. Pero su repartición oficial que dice combatir el negocio, la DEA, sostiene que el problema está en los países periféricos, dependientes. A partir de 1987, cuando se decidió eliminar a los carteles colombianos por su presencia en las calles del imperio, las rutas del narcotráfico fueron modificadas.
Había que buscar otros lugares por donde pasar la cocaína y fue necesario tener en claro, en forma paralela, que debía ser un Estado en donde se podía encontrar a buen precio alguno de los insumos básicos para la fabricación de la sustancia química de color blanco.
La información era clara, después de los propios Estados Unidos, el principal productor de éter, sustancia clave para convertir la hoja de coca en clorhidrato de cocaína, era la Argentina.
A fines de los ochenta, el país del sur dejó de ser un lugar de paso para convertirse en un territorio de amplio consumo y exportación de distintas sustancias hacia Europa y al mismísimo Estados Unidos.
Se democratizó el consumo en forma paralela a la destrucción del tejido productivo que generaba esperanzas de futuro para las nuevas generaciones de argentinos.
Si no había futuro, había que aguantar el presente. Consumidores consumidos.
Allí apareció, entonces, el nuevo flujo de dinero fresco ilegal del sistema, el narcotráfico. Sus consecuencias sociales se daban en las esquinas de los barrios de las principales ciudades. Vivir y matar por drogas era una de las pocas formas de pertenecer a algo, de formar parte de algo.
Satanizada la política y el gremialismo, el fútbol devenido en negociados para unos pocos, el horizonte para las pibas y los pibes pasaba por cualquier cosa química que prometiera un presente más o menos soportable.
Ahora, la Federación de Organizaciones No Gubernamentales para la Prevención y el Tratamiento del Abuso de Drogas acaba de informar que el consumo del paco se multiplicó por cinco en los últimos tres años.
"Si me lo decían hace unos años no lo hubiera creído. Pero actualmente llegan a los centros para tratarse chicos de hasta diez años afectados por el consumo de paco", dijo Rubén González, presidente de la Federación.
Los medios de comunicación sostienen que “el ‘paco’ representa una instancia intermedia entre la ‘pasta básica’ y el clorhidrato de cocaína, y contiene principalmente sustancias tóxicas como el kerosene y otros sulfuros. Los jóvenes ‘fuman’ este elemento en ‘pipas caseras’ realizadas con biromes y antenas huecas”, aseguran las fuentes consultadas.
En realidad, todo aquello que está vinculado al narcotráfico es una especie de frasco al revés: tapa hacia arriba y descubre hacia abajo. Nunca hay procedimientos que terminen poniendo presos a los grandes inversores o financistas y siempre sobran las noticias que hablan de pequeños vendedores barriales que caen víctimas de exageradas maniobras de las fuerzas que dicen reprimir el negocio.
El paco avanza porque la hipocresía sigue invicta. Mientras no haya un nuevo proyecto colectivo que dote de esperanzas a las nuevas generaciones, las drogas seguirán haciendo su favor al sistema. Convertirán a miles de muchachas y muchachos en esclavos mentales del consumismo. Porque la ecuación de los que mandan es simple: prefieren miles de adolescentes delincuentes antes que revolucionarios. Por eso el paco avanza, porque la hipocresía sigue invicta.
# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)
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