Decepcionados con las tradicionales oligarquías políticas, los electores de América Latina canalizan ahora sus votos hacia candidatos que encarnan la esperanza de cambios capaces de reducir la desigualdad y la miseria. Votan a gente con cara de gente: al obrero Lula en Brasil, al mestizo Chávez en Venezuela, al indígena Morales en Bolivia, al militante de izquierda Correa en Ecuador, al ex guerrillero Ortega en Nicaragua. Y quiera Dios que, dentro de poco, Fernando Lugo sea elegido presidente de Paraguay y Rigoberta Menchú de Guatemala.
En Venezuela Chávez refuerza el poder popular instalando los Consejos Comunitarios. Ésa es la única vía por la que los gobiernos democráticos pueden, en efecto, asegurar su gobernabilidad sin correr el riesgo de quedar como rehenes del Congreso y vulnerables a los golpes de Estado orquestados desde Washington, como sucedió en Venezuela en el 2002.
En Brasil Lula optó por la vía parlamentaria, formando una coalición partidista que le garantiza la mayoría en el Congreso, aunque sin metas definidas en cuanto al proyecto de un nuevo Brasil. Los partidos fueron atraídos por el ofrecimiento de cargos en la maquinaria del poder Ejecutivo. Al contrario de Chávez, Lula no se interesa por movilizar a los movimientos sociales, temeroso de que le exijan cambios en la política económica neoliberal, de riguroso ajuste fiscal, y en la política social, que está debiendo la reforma agraria, puerta de salida de las familias pobres que, hoy, dependen de los recursos del Estado para su sobrevivencia.
Reelegido en diciembre por el 63% del electorado, Chávez obtuvo la aprobación por el Congreso de la Ley Habilitante, que le permite gobernar en los próximos 18 meses sin consultar al parlamento. Se trata de la versión venezolana de las Medidas Provisionales adoptadas anteriormente en Brasil. A partir del 1 de mayo Chávez pretende reducir el poder de los consorcios petroleros que operan en la región del río Orinoco, donde se extraen cerca de 600 mil barriles diarios y con potencial para llegar al millón 300 mil barriles por día.
La medida afectará a las empresas extranjeras que hasta ahora se hartaban del petróleo venezolano e inflaban su facturación sin contrapartida en el desarrollo sustentable del país: las norteamericanas Chevron, Exxon Mobil, Texaco y Conoco Philips; la francesa Total; la noruega Statoil; y la británica British Petroleum. La expresa venezolana PDVSA es la socia minoritaria en este consorcio. A partir del 1 de mayo ésta se quedará con la cuota del 60% y las demás con el 40%.
En los planes de Chávez entra el nacionalizar la empresa Electricidad de Caracas, controlada ahora por la AES de los Estados Unidos, y no renovar la concesión de frecuencia del Estado a la empresa de telecomunicaciones RCTV (Radio Caracas Televisión), que podrá seguir operando por satélite y por cable. La RCTV apoyó el golpe de abril del 2002, que trató de derribar al presidente Chávez y, en diciembre del mismo año, apoyó el sabotaje a PDVSA, lo que puso en peligro la economía del país. Chávez prefirió, en aquel momento, no castigar a la emisora.
Al contrario de lo que pregonan los medios de los Estados Unidos, Chávez es el presidente latinoamericano con menos poderes y más mediatizado por dispositivos constitucionales limitadores de su actuación. El más importante de ellos es el Referéndum Revocatorio, que autoriza al 5% de los electores -unas 800 mil personas- a exigir que el elegido se someta a la aprobación popular a mitad de su mandato. Su aplicación tuvo lugar en agosto del 2004, cuando la oposición venezolana pidió el referéndum y tuvo que tragarse la amargura de su resultado: la mayoría de la población reafirmó su confianza en Chávez.
Si hubiera habido un Referéndum Revocatorio en Argentina y en Bolivia, Fernando de la Rúa y Sánchez de Losada habrían sido destituidos sin falta de aquella presión popular que pagó el alto precio de vidas sacrificadas. Y en Perú Alejandro Toledo, que gobernó con un índice de aprobación inferior al 15%, habría cedido su lugar a otro a mitad de su mandato.
En el Ecuador, país que tuvo ocho presidentes en los últimos diez años, Rafael Correa movilizó a la nación para conformar una Asamblea Nacional Constituyente, aprobada por más del 70% de los electores el domingo pasado. Y en Bolivia Evo Morales conmemora la reducción, en apenas un año, del déficit fiscal, la duplicación de las reservas del país y el avance de los indicadores económicos, gracias al cobro del precio justo del gas explotado por compañías extranjeras y a la recuperación de la propiedad sobre los hidrocarburos.
Por la vía democrática y pacífica, América Latina va liberándose de la miseria a la que la mayoría de su población fue condenada por las grandes potencias. Si éstas reaccionan ante la pérdida de sus privilegios exorbitantes, el escenario de Iraq podría trasladarse a esta región. El sentido común y el incienso no le hacen mal a nadie.
# Alai-amlatina
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