En la alocución presidencial del 19 de abril Uribe no sólo naturalizó la incapacidad del estado para garantizar los proyectos de vida de quienes habitan el territorio nacional, también justificó las acciones paraestatales.
La alocución presidencial del 19 de abril de 2007 debe considerarse como un hito político y mediático por cuanto el Presidente se ‘desnudó’ ante el país, dejando entrever que su discurso maniqueo, camorrero y provocador, puede afectar negativamente, los altos intereses del Estado colombiano.
Primero, hay que decir que dicha intervención presidencial fue distinta a cualquier otra. En esta ocasión la Oficina de Prensa de Palacio cursó ‘invitación’ a varios periodistas, que en representación de agencias internacionales y de canales nacionales de televisión privada, sirvieron a la estrategia de la Casa de Nariño de darle un carácter de rueda de prensa a un encuentro desesperado con la opinión pública, cuyos efectos, negativos y positivos, se sentirán en el corto y en el mediano plazo.
No deja de llamar la atención el que la prensa escrita no haya sido invitada. Por ese camino, una rueda de prensa tiene un carácter público porque supone la convocatoria a disímiles medios de comunicación. La selección a ‘dedo’ de los periodistas deja dudas sobre la real intención de explicar y aclarar los hechos que se le imputan. La Secretaría de Prensa de Palacio montó el tinglado y usó a los periodistas para mostrar al país y al mundo a un presidente que sale a dar la cara, que le pone el ‘pecho a la tempestad’ y que se ‘enfrenta’ a periodistas ‘críticos’ de su gestión. ¿Cómo son los periodistas de la prensa escrita que en esta oportunidad no le ‘sirvieron’ al Gobierno?
La decisión de usar el espectro electromagnético y la consecuente interrupción de la programación nacional de canales privados y estatales no se tomó por lo dicho por el senador del PDA, Gustavo Petro en un pasado debate, en el que se cuestionó el pasado político del actual Presidente, e incluso, las relaciones de su hermano Santiago Uribe con reconocidos y confesos narcotraficantes.
Uribe Vélez decide hablar ante el país y enfrentar las imputaciones, por la decisión del ex vicepresidente norteamericano Al Gore de no compartir con él un foro sobre medio ambiente a realizarse en Miami, organizado por la revista Poder. Es decir, el presidente colombiano decide responder a las acusaciones de la oposición nacional cuando a decir de él, los altos intereses del Estado se ponen en riesgo por la actitud asumida por un ex vicepresidente americano. Y los altos intereses del país son, para el Presidente, la ratificación del TLC en el congreso norteamericano (daría por descontado la ratificación del Tratado al interior del congreso colombiano) y la continuidad del Plan Colombia, hoy afectado por la congelación de una partida cercana a los 60 millones de dólares. Qué hay detrás realmente: ¿Asuntos de Estado o vanidad ante el desplante del político demócrata?
En la improvisada y poco efectiva ‘rueda de prensa’, el Presidente no sólo validó y justificó la existencia de las Convivir, sino que naturalizó la debilidad del Estado colombiano para garantizar la vida y honra de quienes vivimos en este territorio. Y por esa vía, Uribe Vélez destapó, públicamente, la idea de estado premoderno que lo ha acompañado en su vida pública. En ¿dónde quedó la idea weberiana del monopolio legítimo de la fuerza? La tesis es: como el Estado es débil- y poco hacemos para fortalecerlo – entonces que cada ciudadano mire cómo se defiende.
Justificar la existencia de las Convivir y de cualquier organización paraestatal naturaliza también la incapacidad de las fuerzas armadas, y en general de la fuerza pública -con todo y organismos de inteligencia-, para asegurar la viabilidad de los proyectos de vida de los nacionales de Colombia. Evidencia, además, la desconfianza que el propio mandatario le tiene, de tiempo atrás, a la fuerza pública, y por ello prefiere entregarle la responsabilidad a ‘empresarios’ o a grupos de ciudadanos que puedan prestar el servicio de vigilancia que por ley deben prestar las fuerzas al servicio del Estado.
Qué miedo y qué terror genera que el Presidente de un país, con un régimen democrático en proceso de fortalecimiento, justifique la acción armada y combine las formas de lucha para alcanzar fines políticos. ¿Qué significa ser buen guerrillero o verdadero paramilitar con fúsil en mano? Bueno, es fácil: matar, secuestrar, aterrorizar y desaparecer adversarios. De ahí que Uribe Vélez insista en plantear las relaciones políticas desde la estrecha, maniquea y empobrecida dualidad Amigo-Enemigo; esto es, quien no está conmigo, está contra mí.
Lo mejor que nos puede pasar es que Uribe termine su mandato y que desaparezca de la vida política, emulando a Belisario Betancur, quien seguramente no soportó su funesto papel en los hechos del Palacio de Justicia en 1985.
No pueden los colombianos continuar con la idea de que ante la debilidad del Estado, lo mejor es armarnos y defendernos. Esa lógica del finquero, que ante el atraco y el abigeato decide conformar grupos de autodefensa, no sólo configura el pensamiento y la acción paramilitar que tanto daños le ha hecho al país, sino que configura el estado de naturaleza que millones de civiles colombianos parecen validar y justificar. Pensemos en la necesidad, urgente, de fortalecer el Estado y que éste se legitime frente a la sociedad.
Adenda:
Un verdadero estadista debe estar por encima de odios y desavenencias. Un estadista convoca, reúne y busca consensos. Polarizar y generar disensos hace parte del oficio de quien tiene reducidos intereses y es incapaz de pensar en las inquietudes e incertidumbres de quienes habitan una nación. La altura intelectual de un estadista no resulta de la pragmática y utilitarista relación que sostenga con la Madre Tierra; menos aún, es un asunto de títulos académicos. Un estadista se construye desde el más elemental de los principios: la defensa de la vida. Esto es, el rechazo profundo y decidido al uso de las armas.
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