Es realmente increíble escuchar voceros del gobierno apelar a la defensa de la soberanía, para cuestionar una oficina de ALBA en Puno. Aquellos que someten las leyes y Constitución del Perú a un TLC aprobado al caballazo, donde se obliga a una competencia desleal a los campesinos peruanos condenándolos a la quiebra, renuncian a políticas de regulación de inversión extranjera y ratifican trato nacional, exoneran de impuestos a las transnacionales, eliminan los mecanismos de protección y promoción a la agricultura y la industria nacional, que se someten a mecanismos de solución de controversias con arbitrajes que desconocen el poder judicial local. Aquellos que impusieron y/o mantienen el andamiaje fujimorista no solo económico sino político, otorgando el manejo de la economía a grupos transnacionales y extranjeros en un régimen excluyente. Aquellos que consolidan la chilenización del país permitiendo el control de la economía nacional, con quien no solo se apropia de mar peruano sino que desconoce el Tratado del 29 en límite terrestre.
Aquellos que van a rogar una semana y otra también para que el Congreso norteamericano apruebe el TLC, que permiten que tropas extranjeras se paseen como Pedro por su casa. Aquellos que tiemblan ante un minero fascista y sus gremios, y que se espantan de plantear una renegociación con contratos malhadados que violan sus propias reglas.
Esos que aplauden cuando buques de EEUU u otros países traen limosnas o que hacen muy planificadas operaciones de relaciones públicas de ese y otros gobiernos “amigos”, ponen ahora el grito en el cielo por una oficina del ALBA.
El ALBA es un proyecto inicialmente impulsado por Cuba y Venezuela que se oponía globalmente al ALCA. La búsqueda de una integración diferente de pueblos y no gobiernos, donde prima la solidaridad y la reciprocidad en vez de los criterios mercantilistas que agudizan asimetrías. Ese proyecto político tiene diferentes dimensiones.
Uno global que lo comparte el “núcleo duro” fundador, de cuestionamiento al capitalismo, que constituye una suerte de programa máximo.
Otro nivel es el cuestionamiento al neoliberalismo, y en principio los instrumentos que los perpetúan como los TLCs. Aquí se han sumado Bolivia, Nicaragua y hay países observadores como Uruguay. Aunque no sean miembros, Argentina y en menor grado Brasil comparten tesis básicas en Sudamérica. Un ejemplo de la flexibilidad existente es que Nicaragua que aprobó un TLC con EEUU, es miembro del ALBA.
El otro plano es de iniciativas concretas. Las misiones de salud y educación, las empresas mixtas, la cooperación horizontal, la creación de nuevos mecanismos como el Banco del Sur, donde hasta Chile y Brasil están como observadores.
En el primer plano Cuba y Venezuela pueden estar casi solos. En el segundo están más acompañados y hay coincidencias con varios gobiernos de la región. En el tercero es más difícil cuestionarlo: poblaciones excluidas que no pueden pagar y reciben un tratamiento de salud gratuito especialmente en la operación Milagro, operaciones de cataratas en los ojos, programas de eliminación del analfabetismo. Esos mecanismos por su cobertura y eficiencia se han masificado y tienen fuerte apoyo popular.
En otros países no se fue tan obvio para atender las presiones norteamericanas, para agredir a un país hostil para ellos. Se cuestionó a médicos que estarían haciendo competencia desleal a los establecidos, porque no tienen autorización o formato legal local. Eso pasó por ejemplo en Uruguay y Bolivia, lo que motivó la comprensible reacción de las poblaciones beneficiadas.
Es que programas de ese tipo realmente son subversivos, en un contexto de culto al libre mercado y el que no tenga plata que se muera, que es el capitalismo salvaje que se empeñan en mantener en el país. Ese tipo de cooperación del ALBA debería ser bienvenida, más aún si lo impulsa una autoridad democráticamente elegida como un presidente regional.
Otra cosa es que haya injerencia en la política interna, se controlen recursos, o se violen las leyes nacionales. Eso no parece haber ocurrido.
Sí existe sin duda un problema ideológico, de concepciones diferentes de integración y cooperación internacional. Pero eso forma parte de la “batalla de ideas” que propugnan los impulsores del ALBA. Debería darse desde las otras opciones, pero no lo harán como en el caso del TLC. Están dispuestos a crear un incidente diplomático para dar un gesto “amistoso” a los EEUU a ver si se siguen acumulando méritos para la aprobación en su Congreso.
Esa es la verdad de la milanesa, y no la supuesta defensa de la soberanía nacional. Esa batalla por la dignidad nacional y contra el neoliberalismo y las promesas incumplidas la están dando mineros, maestros, regiones, campesinos, portuarios, profesores universitarios, que pararán el país el 11 y 12 de Julio. Esas son las voces que debería escuchar el gobierno, y no reprimir, sino rectificar.
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