Ha insistido, el ex cónsul de Bolivia en Chile, Roberto Finot, sobre que Arica es el único camino de una salida al mar del país altiplánico. Por tanto, con apego indisoluble a la historia y al derecho internacional, es imprescindible subrayar que ni un centímetro del mar de Bolivia en el Océano Pacífico, le fue arrebatado por Perú, sino por Chile. Por tanto, a la par que apoyar su salida por los territorios que fueron suyos hasta 1879, Tocopilla, Cobija, Mejillones y Antofagasta, hay que ratificar que son inexistentes los derechos de Bolivia sobre Arica.
¿Basta que el canciller José García Belaunde, en inexplicable imprecisión, sostenga que es suficiente que se cautelen las servidumbres y derechos de Perú en Arica, para que Bolivia pueda acceder al mar por Arica? ¡De ninguna manera! Chile tendrá que solicitar y exponer a Perú cuanto acuerde, sobre este específico acápite, con Bolivia. Y Perú tiene la prerrogativa de acceder. O simplemente denegar la solicitud porque así lo dice el Tratado de 1929 y su inseparable Protocolo Complementario en cuyo artículo primero se establece: “Los Gobiernos del Perú y de Chile no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que, en conformidad con el Tratado de esta misma fecha quedan bajo sus respectivas soberanías, ni podrán sin ese requisito, construir, a través de ellos, nuevas líneas férreas internacionales.”
Escribió el maestro Alfonso Benavides Correa, en Por la patria libre, la justicia social y la paz: “Esta fue la razón, LA RAZON DE QUE ARICA JAMAS PERTENECIO A BOLIVIA, por la que el Perú consideró totalmente infundada y abiertamente inamistosa la Declaración que, con fecha 1 de agosto de 1929, hizo circular el Ministerio de RR.EE. de Bolivia con el título de “La reintegración marítima de Bolivia: reservas de su Cancillería al tratado chileno-peruano sobre la soberanía de Tacna y Arica”.
En tal Circular (editada en folleto en La Paz) arremetió la Cancillería boliviana contra la cláusula primera del inseparable Protocolo Complementario del Tratado de Paz y Amistad celebrado el 3 de junio de 1929 por las Repúblicas de Perú y Chile.
No enfiló su ataque Bolivia contra el Tratado que celebró en 1904 con Chile, por el cual perdió toda su costa sobre el Océano Pacífico, porque, en adición a un grave incidente con los paraguayos por la posesión del Chaco en 1902 y a la desinteligencia con el Perú –sometida a arbitraje- por las decisiones bolivianas que éste reputó violatorias del statu quo establecido por el Tratado Ribeyro-Benavente de 5 de noviembre de 1863, la Cancillería de Sucre se encontró ese año con litigios de frontera en el territorio del Acre con Brasil y en Santa Cruz de la Sierra con la Argentina.
Límites recíprocos de soberanía
Sobre el contradictorio aserto de que, como consecuencia de la guerra, quedaron en posesión de Chile los territorios de Tacna y Arica “sin soberanía definida” y que cuando el Perú y Chile concluyeron el Tratado del 3 de junio de 1929 no sólo “limitaron recíprocamente sus soberanías” y pactaron “un condominio imperfecto en ambos territorios” sino que desapareció “el obstáculo de la indivisión y la falta de una soberanía definitiva”; atacó Bolivia el Tratado y su Protocolo Complementario “considerándose en todo momento parte principal en la liquidación de la contienda” y afirmando con manifiesta inexactitud haber abierto diversas negociaciones diplomáticas “para resolver su soberanía marítima por Arica”.
La Cancillería de La Paz, amnésica, olvidó no solamente que Bolivia no podía invocar ningún título histórico de soberanía ni en Tacna ni en Arica sino que olvidó igualmente:
a) Que, a la nota que el 12 de diciembre de 1921 le envió al gobierno chileno expresándole que sobre la solución de la tenencia de Tacna y Arica existían grandes expectativas en el Altiplano de que dicha zona le ofreciera una salida al mar y proponiéndole una conferencia cuatripartita de Bolivia y Chile con el Perú y EEUU., el 21 del mismo mes y año el gobierno chileno se negó a aceptar dicha tercería boliviana manifestándole que “todo acto de Bolivia encaminado a mezclarse en esta divergencia entraña una intromisión ajena a los usos diplomáticos y contraria a las buenas relaciones entre nuestros países”;
b) que, cuando el presidente de Bolivia le envió una nota el 21 de enero de 1922 al presidente de los EEUU. de América solicitándole que presionara al Perú y Chile para dejar oír la voz de Bolivia en las conversaciones de Washington, Warren Harding le contestó a Bautista Saavedra que carecía de atribuciones para concederle participación en dichas conferencias que incidían en la búsqueda de un acuerdo exclusivamente bilateral entre el Perú y Chile;
c) que, cuando Saavedra le cursó una nota común a las delegaciones del Perú y Chile en Washington, Carlos Aldunate Solar respondió que no podía transmitirle a su gobierno el petitorio boliviano por ser éste extraño a la misión que se le había confiado y, por su parte, Melitón F. Porras sumó a su negativa a la impertinente intromisión boliviana en el conflicto las siguientes expresivas palabras: “Me parece un tanto injusta la afirmación de que el Tratado de Ancón determinó la pérdida del litoral boliviano porque esto equivale a decir que Bolivia perdió la guerra porque el Perú salió en su defensa. Es punto generalmente sabido, por otra parte, que si el Tratado de Ancón no hubiese existido, la suerte del litoral boliviano no habría sido distinta de la actual”.
Traiciones nunca rectificadas
Sólo repugnancia pueden provocar las atroces revelaciones –que naturalmente no estigmatizan a ilustres y respetables chilenos y bolivianos que, con verdaderos escrúpulos de conciencia, reprobaron los desdorosos planes a que se refirieron- de Gabriel René Moreno en Daza y las Bases Chilenas de 1879 (Ed. Universo, La Paz, 1938) y Luis Salinas Vega en Mi Defensa (Tip. Andrés Freyre, Tacna, 1881).
En éste corren los dos siguientes documentos, sobre el tenebroso plan de rectificación de fronteras en las costas del Pacífico que –fuera del camino del honor y la dignidad- le diese a Bolivia territorios peruanos más accesibles al mar desde la altiplanicie y a Chile todo el territorio boliviano comprendido entre los paralelos 23 y 24, que le entregó el canciller de Chile Domingo Santa María a Gabriel René Moreno, en el entendido de que para Chile la mejor manera de asegurar la tenencia de Tarapacá contra una futura acción reivindicatoria del Perú era colocar a Bolivia como “país parachoque” en Tacna y Arica:
“CREDENCIAL. Santiago, 29 de mayo de 1879. Al señor Gabriel René Moreno. Interesado el Gobierno de Chile en poner término a la guerra que sostiene contra Bolivia, mira con placer la buena disposición de usted para coadyuvar a la consecución de este deseo.- En consecuencia, el Gobierno de Chile verá con satisfacción que usted se acerque al excelentísimo presidente de Bolivia y le signifique nuestros sentimientos a este respecto.- Mi Gobierno espera que el de Bolivia, escuchará con benevolencia cuanto usted le exponga en este sentido, y en conformidad con lo que usted ha expresado en nuestras conferencias verbales.- La palabra de usted contará en su abono con sus antecedentes personales y la presente nota.- Dando a usted mis agradecimientos por el noble espíritu que lo anima, me ofrezco de usted atento servidor.
Domingo Santa María.
“Bases:
1) Se reanudan las amistosas relaciones que siempre han existido entre Chile y Bolivia y que sólo se han interrumpido desde febrero del presente año. En consecuencia, cesa la guerra entre las dos repúblicas y los ejércitos de ambas se considerarán en adelante como aliados en la guerra contra el Perú.
2) En testimonio de que desaparecen, desde luego, todos los motivos de desavenencia entre Chile y Bolivia, se declara por ésta última que reconoce como de la exclusiva propiedad de Chile todo el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24, que ha sido el que mutuamente se han disputado.
3) Como la República de Bolivia ha menester de una parte del territorio peruano para regularizar el suyo y proporcionarse una comunicación fácil con el Pacífico, de que carece al presente, sin quedar sometida a las trabas que le ha impuesto siempre el gobierno peruano, Chile no embarazará la adquisición de esa parte de territorio, ni se opondrá a su ocupación definitiva por parte de Bolivia, sino que, por el contrario, le prestará la más eficaz ayuda.
4) La ayuda de Chile a Bolivia consistirá, mientras dure la guerra actual con el Perú, en proporcionar armas, dinero y demás elementos necesarios para la mejor organización y servicio de su ejército.
5) Vencido el Perú y llegado el momento de estipular la paz, no podrá ella efectuarse por parte de Chile mientras que el Perú no la celebre, igualmente con Bolivia, en cuyo caso Chile respetará todas las concesiones territoriales que el Perú haga a Bolivia o ésta imponga a aquél. Tampoco podrá Bolivia celebrar la paz sin la anuencia y la intervención de Chile.
6) Celebrada la paz, Chile dejará a Bolivia todo el armamento que estime necesario para el servicio de su ejército y para mantener en seguridad el territorio que le haya cedido el Perú o que haya obtenido de éste por la ocupación, sin que le haga cargo alguno por las cantidades de dinero que haya podido facilitarse durante la guerra, las que jamás excederán de seiscientos mil pesos.
Queda desde ahora establecido que la indemnización de guerra que el Perú haya podido pagar a Chile habrá de garantizarse, precisamente, atenta a la situación financiera del Perú y su informalidad en los compromisos, con la explotación de los salitres del departamento de Tarapacá y los guanos y demás sustancias que en el mismo puedan encontrarse. Una convención especial arreglará este asunto. Iguales convenciones se celebrarán sobre los demás puntos que sea necesario esclarecer y completar”.
No fue éste el único documento.
La misión secreta
Otro fue el Memorándum que Eusebio Lillo le entregó a Mariano Baptista, en los primeros días de diciembre de 1881, en la misión secreta que lo llevó a Tacna y en el que en 1884 se inspiraron las fracasadas misiones de Belisario Salinas y Eliodoro Camacho al Perú, orientadas a convencer a los generales Cáceres e Iglesias de que finalizaran la guerra civil en que se hallaban enfrentados y aceptasen la modificación del Tratado de Ancón a fin de que, con compensación pecuniaria, Tacna y Arica pasasen al dominio de Bolivia; y, en enero del año siguiente, la misión diplomática de Aniceto Arce en Santiago, como enviado especial del Gobierno de Bolivia presidido por Gregorio Pacheco, para “procurar una solución definitiva en la cuestión territorial que viene sustentando la política chilena, bajo la faz de rectificación de fronteras” y, en desahuciada proposición como es de verse en las Páginas Diplomáticas de Javier Vial Solar publicadas en 1900 en Santiago, celebrar “un tratado de paz y amistad que comprenda la condición esencial del canje de territorio del departamento del litoral boliviano por el de Tacna y Arica”.
Dicho Memorándum, que según Querejazu en su ob. cit. se conserva en el legajo de papeles del entonces ministro de RR.EE. de Bolivia Pedro José Zilveti en la Sociedad Geográfica e Histórica de Sucre, dice así:
MEMORANDUM DE BASES PARA UN ARREGLO DE PAZ DEFINITIVO CON CHILE
“Ocupando Chile los territorios de Tacna y Arica, hallándose en situación de ampliar esa ocupación inmediatamente y sin inconveniente alguno hasta la quebrada de Ilo, la base de arreglo con Bolivia sería una rectificación de fronteras que satisfaga la antigua aspiración de la nación boliviana, de extender su dominio a esos territorios, teniendo en Arica su puerto de salida al Pacífico”.
“Si la seguridad de Bolivia exigiese mayor ocupación de territorio hacia el norte y oriente, Chile se obligaría a operar, en unión de fuerzas bolivianas, sobre esos territorios, estableciéndose en ellos el dominio de Bolivia. De esta manera, Bolivia podrá navegar en aguas propias toda la parte traficada del lago Titicaca”.
“La cesión a Bolivia de los territorios de Tacna, Arica y Moquegua, sería en compensación de la cesión que para continuar su territorio hasta Camarones, necesita Chile del litoral boliviano que se extiende al sur del Loa, sin que figure en la tal operación ninguna compensación por gastos de guerra”.
“Chile se obliga a dar libre tránsito, a perpetuidad, por todos sus puertos desde Camarones hasta el grado 24, al comercio boliviano, tanto de internación como de exportación. En los puertos bolivianos y en los chilenos, se internarán libres de todo gravamen los productos de uno y otro país”.
“Chile se comprometería a establecer una línea férrea que, partiendo de Iquique, Mejillones o Antofagasta, busque la altiplanicie boliviana, para servir los intereses comerciales e industriales del sur de Bolivia. Prestaría igualmente el apoyo de su crédito al establecimiento de otra línea férrea que, partiendo de Arica, fuese a servir los intereses de los departamentos bolivianos del norte”.
“El tratado de paz que se celebrase ligaría de tal manera a uno y otro país, en el presente y en el porvenir, que podrían unificarse no solamente sus intereses comerciales e industriales, sino, también, en lo que fuera posible, sus intereses políticos, para prestarse apoyo en cualquier emergencia internacional”.
“Como paso previo para discutir y arribar al tratado definitivo podría estipularse entre ambos países una tregua que, en caso de no pactarse la paz, no podría suspenderse sino después de cuatro meses de rotas las conferencias”.
“Hay otros puntos de detalle y cuestiones accesorias de un tratado de paz que sería muy fácil resolver sin tropiezo alguno por los plenipotenciarios debidamente autorizados por los respectivos gobiernos”.
Cesión no posesión
Parece innecesario agregar: 1) que la política de Santa María respecto a la cesión a Bolivia de los territorios de Moquegua, Tacna y Arica fue variada radicalmente al asumir la presidencia de Chile José Manuel Balmaceda para quien, repitiendo palabras de Querejazu en la p. 709 de su ob. cit., “Tacna y Arica no debían servir de anzuelo destinado a pescar una dudosa amistad boliviana sino como puntos avanzados del territorio chileno, en los cuales se afianzase y fortificase su soberanía, a fin de hacerlos servir de baluarte contra propósitos revanchistas del Perú”,
2) que después, en mayo de 1895, cuando Bolivia y Chile firmaron los pactos secretos de Paz y Amistad y de Transferencia de Territorios, el Congreso boliviano no hizo oposición a los tratados sino al hecho que, siendo separados, Chile pudiera conferirle validez a uno, para apoderarse del litoral boliviano, y negársela al otro más adelante para frustrar la transferencia de Tacna y Arica a Bolivia;
3) que el Congreso de Chile no le brindó su aprobación al Protocolo Cano-Matta de 9 de diciembre de 1895 que, con la aprobación del Congreso de Bolivia, aprobó en conjunto, como estipulaciones recíprocas e integrantes las unas de las otras, los tratados de Paz y de Transferencia de Territorios concertados en Santiago el 18 de mayo de 1895;
4) que más adelante se ajustó el Tratado de Paz y Amistad de 20 de octubre de 1904, con su Acta Secreta Complementaria, poco después del abrazo en el Estrecho de Magallanes, el 12 de febrero de 1899, entre los presidentes de Argentina Julio A. Roca y de Chile Federico Errázuriz Echaurren así como de la estocada de Abraham Koning al canciller Eliodoro Villazón el 13 de agosto de 1900 en que fue preciso al expresarle que, “siendo cosa sabida y entendida que Bolivia no pretende zona ni puerto en el territorio de su antiguo litoral”, “que una salida al Pacífico que produjera una solución de continuidad en el mismo territorio chileno es inaceptable por su propia naturaleza” y que tampoco Chile podría ceder Tacna y Arica a Bolivia, como se ofreció en los tratados de 1895, porque no había podido obtener todavía dominio permanente sobre esos territorios, “menester es declarar que Bolivia no debe contar con la transferencia de los territorios de Tacna y Arica, aunque el plebiscito sea favorable a Chile”; y
5) que el mismo 20 de octubre de 1904, se suscribió y protocolizó un Acta Secreta Complementaria del Tratado que, sin ninguna promesa chilena de puerto para Bolivia, fue redactada en los siguientes términos:
“En Santiago, a 20 días del mes de octubre de 1904, reunidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile don Alberto Gutiérrez, y el ministro del ramo, don Emilio Bello Codesido, con el objeto principal de suscribir el Tratado de Paz y Amistad, concluido en esa misma fecha, el representante de Bolivia expuso: Que, de acuerdo con el espíritu que ha guiado a los gobiernos de Bolivia y Chile a celebrar el referido pacto, e interpretando los propósitos de cordialidad y de armonía manifestados por sus gobiernos en el curso de las negociaciones que acaban de terminar, Bolivia empeñará todos sus esfuerzos, ya sea conjunta o separadamente con Chile, para que los territorios de Tacna y Arica se incorporen definitivamente al territorio chileno.- Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores expresó que, de acuerdo con su gobierno, consideraba que los intereses comunes de Chile y de Bolivia establecían entre ambas repúblicas el compromiso de unir su acción y sus esfuerzos en el sentido de hacer definitivo el dominio de Chile en los territorios de Tacna y Arica.- Agregó que, en reciprocidad, Chile presentaría a Bolivia su apoyo diplomático en favor de los derechos de Bolivia sobre el territorio que actualmente ocupa, si llegase a serle disputado por otra nación vecina, ofreciendo su mediación, los buenos oficios u otro recurso amistoso”.
El Acta Secreta no fue sometida a la consideración del Congreso de Bolivia. Como “un deber doloroso y sin gloria”, según palabras del presidente Ismael Montes, el Tratado sí que, al cabo de varias semanas de ardoroso debate, con 30 votos en contra, fue aprobado por 42, mereciendo de Daniel Sánchez Bustamante la siguiente apreciación en su libro Bolivia, su estructura y sus derechos en el Pacífico, que vio la luz en La Paz el año 1919: “El tratado de 1904 no fue la obra de un negociador aislado, ni de un momento infeliz de nuestra diplomacia. Fue el nudo en que se recogieron sucesos adversos, desengaños repetidos, precipitaciones angustiosas, necesidades urgentes, ilusiones muertas”. (pp. 90-97)
En Recopilación de partes y documentos de la guerra del Pacífico, Editorial Milla Batres, 1979, se dice en las páginas 90-95:
CARTA DE MONTERO A DAZA.
"Arica, diciembre 31 de 1879.
Sr. general D. Hilarión Daza. Mi general y amigo: Contestando a su apreciable comunicación de u. de fecha de hoy debo decirle que siento los sinsabores de la situación a que ha sido u. personalmente arrastrado por los últimos acontecimientos. 2o. que nunca me ha manifestado u. animad¬versión por la alianza Perú-Boliviana. 3o. que en la conferencia que tuvi¬mos con el dr. Zapata, el día 27 del que expira, tratamos de resolver entre otras cosas un plan de campaña en el cual correspondía a u. expedicionar por el lado de Calama. 4o. que es evidente que a las manifestaciones de desprendimiento que nos hizo u. en aquella conferencia, le felicitamos de una manera tan sincera como podríamos creer, lo hiciera u. al decirnos que resignaría el mando en cualquier boliviano en quien reconociese u. me¬jores intenciones que las suyas para servir a los dos pueblos. Por lo demás, creo que las inculpaciones que me asegura u. se debe hacer por documen¬tos juntos son en mi concepto nada más que la efervescencia de las cir¬cunstancias. Los hombres públicos son, amigo mío, el patrimonio de la so¬ciedad y mientras no se hace luz sobre los sucesos sometidos al juzgamien¬to de este gran tribunal, tenemos que estar sujetos a las oscilaciones de la opinión que al fin nos condena o nos absuelve. Dejando así contestada su favorecida, me es grato suscribirme de u. muy atto. y s.s. L. Montero".
Daza permaneció en Tacna por un tiempo, pero muy poco después se retiró a Arequipa. La convención nacional de Bolivia, lo declaró el 16 de setiembre de 1880 indigno del nombre de boliviano y ordenó se le some¬tiese a juicio. Esta disposición del congreso la firmó Campero, su sucesor en el gobierno, el 26 de setiembre. Daza pasó a Europa y en París suscri¬bió su conocido Manifiesto. El lo. de diciembre de 1882 pidió su repatriación, a fin de defenderse de las acusaciones que se habían lanzado contra él. El ministerio de gobierno, por resolución de 2 de febrero de 1883 acordó que se le diese el permiso de ingreso en el país, una vez instaladas las cámaras. En la carta que dirigió a Campero el lo. de diciembre de 1882, le decía: "No me anima otro propósito que el de vindicarme, y, logrado que sea, me retiraré del país a lamentar mis desdichas".
El 10 de mayo de 1894, en Uyuni, muy cerca de la estación recibió dos tiros por la espalda. En el juicio pericial se constató el hecho, (V. Pro¬ceso Daza. Defensa del teniente coronel Andrés Guzmán Achá por el abo¬gado Feliciano Abastoflor. Potosí, 1895). La policía que custodiaba a Da¬za no le defendió. Pese a lo intrincado del asunto y al propósito delibera¬do de encubrirlo la participación de los militares es manifiesta. El juez de partido de Potosí dio auto de prisión contra los militares sindicados como asesinos del general, pero la corte anuló dicho auto e hizo que pasase el asunto a la justicia militar, (V. también Paz Solano. M.T. Narración de la guerra entre Perú y Chile. La Paz, 1884).
Es indudable que se trató de echar tierra sobre el crimen. Alberto Gu¬tiérrez, escritor boliviano en su libro: La guerra del 79, p. 258, dice: "Un misterio denso envuelve hasta hoy todos los incidentes de la victimación de Daza sin que sea dado al historiador o al comentador político descubrir si fue aquel hecho resultado de una conspiración consciente y premeditada o un acto irreflexivo del momento. . ." Es sintomático el que hubiese desa¬parecido la pequeña maleta que Daza llevaba consigo, y que desapareció después de su muerte. Sin duda contenía documentos comprometedores, que habían de servir a Daza para su defensa, pero que también implicaban la deslealtad de otros muchos.
En setiembre 5 de 1893, la cámara de diputados de Bolivia acusó a Daza de traición, violación de las garantías constitucionales y malversación de fondos públicos. No se llegó a una conclusión definitiva. (V. Luis P. Ampuero, Isaac J. Eduardo, Juan B. Saavedra. Proceso político contra el expresidente de la república, general Hilarión Daza, sus ministros de estado y otros ciudadanos particulares, organizado por la legislatura de 1893. Edi¬ción autorizada por el honorable senado nacional, La Paz, 1894).
Después de lo dicho hasta aquí podemos preguntarnos, ¿hubo en ver¬dad traición por parte de Daza? Creemos que no hubo motivo para arrojar sobre él tan fea inculpación. Daza, fue solicitado por los agentes de Chile a fin de que rompiera con la alianza y dejara solo al Perú. El gobierno de Mapocho había adoptado esta actitud, casi desde los comienzos de la gue¬rra y solo después de la toma del Huáscar, cuando llegó a tener el dominio del mar, sin que el Perú pudiese oponerle un solo barco, varió de parecer. Los señores Salinas Vega y René Moreno, ambos bolivianos, se prestaron a conducir a Tacna las propuestas de Chile, no obstante que ellos bien sa¬bían que existía un pacto entre su patria y el Perú y que este último país solo había entrado en la guerra por no quebrantarlo y permanecer fiel a su aliada. Uno y otro bien merecían ser denominados traidores, aun cuando su propósito principal fuese mirar por los intereses de Bolivia que creían salvaguardar, haciendo que renunciase al litoral en cambio de Tacna y Ari¬ca. El ministro Serapio Reyes Ortiz, en su defensa, confiesa que Daza re¬chazó las propuestas que se le hacían, pero en cambio le costó trabajo convencer a Moreno que no era posible incurrir en una deslealtad para con el aliado y que el honor nacional exigía que se mantuviese el pacto entre ambas naciones. Al fin pareció ceder y manifestó que de haber sabido que los jefes militares de su patria eran opuestos a toda transacción con el ene¬migo, no habría aceptado el ser portador de las propuestas chilenas. En junio René Moreno desembarcó en Arica.
La opinión sana de Bolivia condenó a Luis Salinas Vega y a Gabriel René Moreno. En la obra, titulada: Acusación al expresidente de la repú¬blica de Bolivia, general Hilarión Daza, por los delitos de traición a la pa¬tria, peculado y violación de las garantías constitucionales; publicada en La Paz, en 1893, por la cámara de diputados, se citan como comprobantes de la traición de Daza, las obras que dieron a luz así Salinas Vega como René Moreno, y, respecto a este último, se dice: "consta que este fue agente obligado del general Daza, quien le comisionó para que fuese portador de las proposiciones chilenas, que él a su vez en comunicación directa con el chileno Justiniano Sotomayor, habíase valido de Luis Salinas Vega para co¬menzar la convivencia con el enemigo extranjero, cuyas bases importaban una traición al aliado". Hay alguna imprecisión en este párrafo, pero lo que importa en el mismo, es la declaración que hacía la cámara de tener por delito de lesa patria el entrar en conversaciones con el enemigo.
A esto debe añadirse lo que dice Eufronio Vizcarra en su Estudio his¬tórico de la guerra del Pacífico. Cochabamba, 1889. p. 118: "Cuando Sali¬nas Vega comunicó a René Moreno el resultado de sus conferencias en Tacna, este último se negó terminantemente a intervenir en el asunto, por¬que según su propia expresión ’las proposiciones eran inicuamente inmora¬les por su forma alevosa contra el Perú’, pero, por una de esas inexplica¬bles contradicciones en que incurren los hombres, René Moreno que había calificado de inmorales las proposiciones de Chile resultó el portador de ellas". Más tarde, ante el clamor público que lo acusaba de traidor, publicó en Chile un folleto, titulado: Daza y las bases chilenas de 1879, en que denigra a su patria y al gobierno. La autoridad política de Sucre denunció el folleto y René Moreno fue condenado a 4 años de prisión "por haberse puesto al servicio de la república de Chile y por haber suministrado al ene¬migo, en su citado folleto, noticias acerca de la situación militar, política y económica de Bolivia".
René Moreno que no volvió a poner los pies en su patria, continuó en Chile, en donde ya llevaba residiendo mucho tiempo y conservó en el fon¬do un oculto resentimiento para con el país en que había nacido y tam¬bién con el Perú.
Daza influido por Otón Jofré y algunos otros, se retiró el 16 de no¬viembre de Camarones, no tanto por miedo al enemigo como por miedo al desierto. Hubo es verdad entre los jefes que reunió en consejo algunas dis¬crepancias y hasta uno de ellos, el coronel Ignacio Zeballos, como dice Vizcarra, fue de opinión que la retirada no debía ser hasta Arica sino hasta La Paz, pero la mayoría se plegó al parecer del coronel Camacho que ya hemos citado. En la cámara, al ventilarse la acusación formulada contra Daza, se habló de que la retirada se dispuso después de la conferencia que sostuvo Daza con el agente chileno Napoleón Pero y se aduce la circuns¬tancia de haber tenido los chilenos noticia anticipada de que Daza no pasa¬ría de Camarones, como se desprende del parte del jefe de la guarnición de Pisagua.
Cerraremos este punto citando las palabras del coronel Eleodoro Cama¬cho en su Manifiesto del coronel. . . sobre el acta del 27 de diciembre de 1879. (Tacna, imprenta de El Comercio, 1880). Empieza por decir que Da¬za ocultó al pueblo de La Paz, aturdido por las fiestas del Carnaval, la ocupación del litoral por los chilenos el 14 de febrero. Inmediatamente se empezaron a tomar las medidas que el caso requería, pero "con mil difi¬cultades presentando el triste aspecto de un ejército en derrota más bien que del que ingresa en campaña, llegaron nuestras fuerzas a Tacna".
Revela la inacción de Daza. Aun después de la pérdida del Huáscar y de la toma de Pisagua, "cuando creí que el general Daza volase el 3 de noviembre sobre Jazpampa, lo hallé todavía en esta el día 5, a mi regreso de lio, donde me llevó una comisión de diez días antes". Imposibilitado el general Prado de asumir el mando, le delegó todos los poderes en el teatro de la guerra. Iba a verse a la cabeza de doce mil hombres, entusiastas y decididos, pero le faltó el valor para acometer al enemigo. Por fin, el 11 de noviembre salía de Arica, pero no se había escogido bien la hora y aquella noche solo alcanzó el ejército a avanzar unas 506 leguas, dejando en pos de sí a unos 200 rezagados. No seguiré, añade, paso a paso, ese para siempre doloroso vía crucis del ejército boliviano. . . tampoco entraré en detalles de la no menos desgraciada y memorable contramarcha de Ca¬marones, vergüenza militar de la más ciega imprevisión. . . basta a mi pro¬pósito decir que el único responsable de ella es el general Daza".
Triste fue aquella tarde del 16 de noviembre en que a las cinco de la tarde desfilaron los batallones mustios, muy pensativos el ascenso de la cuesta de Camarones hacia Arica. El cielo mismo parecía ruborizarse de acto tan vergonzoso. La orden de marcha traía consigo funestos presentimientos. El ejército boliviano desertaba del teatro de la guerra sin haber conocido siquiera al enemigo. Y al final, Camacho por vía de recapitulación, confiesa que no hubo que hacer presión en el ejército y en sus colegas para adoptar la resolución de deponer al jefe de la nación. En realidad esta tenía que ser la conclusión de los manejos de Daza.”
¿Cuáles los derechos de Bolivia en Arica?
Despréndese inequívocamente que en ningún momento, hasta en los más lamentables de la claudicación boliviana hacia Arica abandonando en Camarones el campo de batalla, esta ciudad fuera o formara parte del país altiplánico. Arica fue tomada e invadida por Chile y sólo hubo arreglo en 1929 cuando Tacna retornó al Perú y Arica quedó, definitivamente, con las servidumbres y derechos peruanos, en posesión de Chile.
¿Cuáles, pues, los supuestos derechos bolivianos para salir por Arica? ¡Simplemente son inexistentes, ficticios, majaderos!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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