Una de las demostraciones más patéticas de ineptitud, imprevisión, falta de horizontes y mediocridad posibles en una ministra, la acaba de protagonizar la titular de Comercio Exterior, Mercedes Aráoz. Ha dicho la señorita de rostro bello y cerebro microscópico, que el gobierno peruano no tiene previsto algún plan para afrontar un eventual retraso en la ratificación del tratado, ya que solo existe la consigna de obtener la ratificación del TLC, según da cuenta la agencia oficial Andina. O sea que si Gringolandia nos da un puntapié en el trasero con este asunto, NO hay ningún plan contingente. Lo ha confesado la titular de una cartera importante que debía estar en manos de alguien con una pizca de sentido común, responsabilidad y adiestramiento patriótico.

No obstante la estupidez ínsita en lo expresado, no es todo cuanto sorprende de las cándidas declaraciones. Ha dicho Aráoz que el TLC es una consigna porque el gobierno se maneja así. Agregó: “mi impresión es que para el caso del acuerdo del Perú, aunque no manejo la agenda legislativa del Congreso de Estados Unidos, las posibilidades son muy altas y bastante fuertes para que la ratificación se obtenga este año de todas maneras”.

¿Cree alguien en su sano juicio que la volición de cualquier funcionario peruano, por más alto el cargo que ocupe y que equivale allá al microbio más deleznable del último rincón de vida política en Capitol Hill, servirá de referencia u horizonte a Gringolandia? ¡Pamplinas! ¡Sólo alguien con grado académico suma cum laude de idiotez excelsa puede atreverse a pensar que algo semejante tendrá ocurrencia en la estrategia externa de Estados Unidos!

Entonces hay que concluir que la ministra Aráoz ha puesto todos los huevos en una sola canasta-consigna: el TLC. Y si éste no funciona este año, el gobierno carece de algún plan. En buena cuenta, la indefensión estratégica ante una posible dilación, es tremenda y muy reprochable. ¿No era que aquella constituía un bastión en el área de comercio exterior? Tal como van las cosas, la Aráoz da demostraciones diarias de impresionante ineptitud. Lo de Machu Picchu podía prescindir de toda una campaña mediática que quiso demostrar que las ruinas que tienen cientos de años, son un atractivo “moderno”. La huachafería se demuestra sola, sin mayor ayuda.

Hace muy mal la prensa en subrayar la inolcultable buena voluntad de los ministros o funcionarios y presentarla, en el caso del TLC, como paradigmas que habrán de suceder. Y lo detestable es que no hay posibilidad alguna que eso acontezca aquí porque el centro decisorio está en Washington, en el Congreso y en la puja de negociaciones en que están enfrascados los republicanos y demócratas. Medir a los norteamericanos con los criollísimos cánones vulgares de la política nacional, traduce una aberración psicológica y frustrante de nuestras costumbres.

No son pocos los críticos que han señalado asimetrías, irregularidades, defectos monstruosos de que es portador el tratado de libre comercio, pasado por el Congreso peruano en democrático caballazo y discusión de alto nivel teórico en una sola tarde y con intelectuales y políticos que no entendieron ¡absolutamente nada! de lo que se discutía. Por tanto, algunas cosas deben tener atendibles taras o imprecisiones por corregir. Si el asunto es tan maravilloso y tan conveniente ¿cómo es que la agonía dura hasta hoy, tantos y largos como prolongados meses de incertidumbre? ¿no es humillante que, como pordioseros de sexta categoría, los ministros y ministras, tengan que viajar continuamente a rogar porque les aprueben, cual país bananero, la panacea TLC? No querer ver los tremendos desaguisados obvios, es también práctica cotidiana de nuestra política contemporánea.

¿Cómo hizo el presidente Alan García para juntar en un gabinete a tantos mediocres, miopes, vendepatrias y regalones alegres de lo que no es suyo, y contrariar, raigal y descaradamente, lo que su partido político predicó por décadas de sufrido, meditada, en cárceles y ante pelotones de fusilamiento, pasión por el Perú? A eso se le llama en cualquier parte del mundo con un solo nombre: claudicación.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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