(Por: Ana Lilia Pérez / Rubén Darío Betancourt, fotos / enviados) |
Para las organizaciones no gubernamentales, el caso de la niña nicaragüense Jackeline, secuestrada en 2004 por una red internacional de trata de blancas, es emblemático: demuestra cómo opera este negocio ilícito que se ha convertido en el tercero más lucrativo a nivel mundial.
San José, Costa Rica.– En la fotografía, Jackeline observa un semblante serio, pero el destello de sus ojos la traiciona. El menudo torso envuelto en un halter amarillo, enfundadas las delgadas piernas en pantalones negros. Mantiene cruzados los pies que calza con modernos tenis, recargada sobre la mesa en la que yace, a su espalda, un enorme espejo con marco dorado que refleja el grueso cabello color azabache que le cae debajo de la cintura.
Segundos antes de que la cámara captara su imagen, alcanzó a apretar la sonrisa; el talante sereno fue traicionado por la gesticulación natural de una niña que disfruta la ingenuidad de sus 11 años.
La instantánea fue tomada dos semanas antes de que Jackeline María Jirón Silva fuera secuestrada por integrantes de una red internacional de trata de blancas, a bordo de un automóvil blanco, en la playa Paso Caballo de Nicaragua, el 5 de diciembre de 2004. Desde entonces, la niña ha sido prostituida en todo Centroamérica. Actualmente sus proxenetas la tienen en Tapachula, Chiapas.
Su afiche ha sido reproducido más de 4 mil veces y las pesquisas de su rastro recogidas por su madre, María de Jesús Silva, quien, ante la ineficiencia del sistema de justicia y en un acto desesperado, fue a buscarla a Nicaragua, Honduras, Costa Rica, El Salvador y México, desafiando su realidad de mujer pobre, migrante y analfabeta.
El secuestro
Hace una década que María de Jesús trabaja como doméstica en San José, lejos de su familia, obligada –como el millón de nicaragüenses que vive en Costa Rica– por la miseria que azota a su país. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, Nicaragua es el segundo país más pobre del continente americano, después de Haití. Madre de cuatro hijos, siempre tuvo la corazonada que debía traer consigo a su única niña, pero no pudo.
La tarde de aquel 5 de diciembre, vía telefónica, el padre de Jackeline, Anastasio Jirón, le reportó el rapto de la niña en Paso Caballo, municipio de Corinto, adonde fue de paseo con una familia vecina. Varios testigos, incluido su hijo menor, presenciaron el secuestro.
María regresó a su país y la buscó en las playas de Nicaragua. Se desencantó del sistema judicial. Cuando denunció el secuestro, le entregaron una copia con la promesa de buscarla. Un mes después, alguien le leyó su contenido: “María de Jesús Silva sufre de trastornos mentales por la pérdida de su hija, a quien busca por toda la región centroamericana”.
Con la fotografía de Jackeline impresa a colores, subía a los autobuses para que la gente la identificara. En la frontera Nicaragua-Honduras se enteró de que Esmeralda Mendoza López, una prostituta conocida en toda la frontera, tenía a la niña. La policía le confirmó la versión.
Con la habilidad de una investigadora, María de Jesús logró ubicar a la proxeneta y consiguió que la policía de Honduras la detuviera. Un juez la encontró culpable de participar en el secuestro de Jackeline; actualmente está recluida en un penal de Choluteca, Honduras, pero la ley no la obliga a revelar el paradero de la niña. Si presenta “buen comportamiento” en unos meses saldrá libre. Al momento de su captura, le encontraron cinco pasaportes de distintos países a su nombre.
Rocío Rodríguez –directora de la ONG Alianza por tus Derechos, con sede en San José– actualmente colabora con María de Jesús en la búsqueda de Jacqueline. Rocío confirma que Esmeralda y dos sujetos que raptaron a Jackeline son integrantes de una red de trata de blancas que opera en el continente, y en la cual están involucrados funcionarios públicos de alto nivel.
El caso de Jackeline Jirón es emblemático porque, aunque aún no ha sido rescatada, se ha podido rastrear la ruta usada por sus captores para prostituirla en varios países.
En Honduras, María de Jesús supo que su hija se encontraba en El Salvador, cerca de Playa Tamarindo, en el prostíbulo “Las Playitas”, donde los proxenetas le cortaron el cabello y lo tiñeron de rubio claro.
En El Salvador se enteró de que la tuvieron en los burdeles “Las Luces” y “El Infierno”. Siguió el rastro y encontró que se la habían llevado a Tecún Umán, Guatemala. Recorrió de arriba abajo Centroamérica, los bares abiertos que ofrecían el acompañamiento de niñas y las casas clandestinas. En uno de ellos confirmó que a Jackeline la habían pasado a México.
Entró al país y recorrió los bares de la Costa al Soconusco. De Arriaga a Tuxtla y de aquí a Tapachula. “Si hubiera llegado dos días antes, porque aquí tenían a su hija…”, escuchó siempre de la boca de otras niñas secuestradas. El saberse tan cerca de su hija y no poder alcanzarla acrecentaba su impotencia.
“Ví cosas que no pensé que existieran. Lo peor, hice cosas que no pensé que haría. Los prostíbulos están llenos de niñas, vendidas por traficantes y abandonadas por sus padres. Las veía prostituirse y deseaba que cualquiera de ellas fuera mi hija. Me conformaba con acariciarles el cabello, me ilusionaba pensando que en el siguiente burdel encontraría a mi Jackeline. Todo lo que he sufrido es nada frente a lo que estará pasando mi niña.”
Los tratantes de blancas parecen estar enterados de todos los movimientos que se hacen para encontrar a Jackeline. Rocío Rodríguez explica que cuando detectaban que la tenían en algún país, notificaban a la policía local, pero cuando se hacía el operativo para su rescate, ya había sido trasladada.
En México quedó inconclusa la búsqueda, porque María ya no pudo costear la travesía. “Hice todo por encontrar a mi hija”, dice. Regresó a su antiguo trabajo y ahorra para volver a Tapachula. Sabe que su hija es adicta a la heroína, pero dice, “no importa como la encuentre, lo único que quiero es recuperarla”.
El llanto se desborda cuando habla de Jackeline. Estrecha entre sus brazos el gastado fólder donde carga copia de las denuncias que no puede leer y que firmó con una cruz, y fotografías de su hija, incluida una donde aparece como reina de belleza en una fiesta de pueblo.
“Era muy sociable, alegre, quería aprender más de lo que sabía. Reía todo el tiempo. Se comunicaba con sus hermanos. Soñábamos con sus 15 años. Quería tener una fiesta única. Abrimos una cuenta bancaria para ahorrar, pero no se pudo hacer”, solloza.
Denuncia el desinterés oficial ante la trata de niños: “si tan sólo pusieran más cuidado en las fronteras, los traficantes no sacarían a los niños tan fácil. ¿Por qué los policías que vieron a esa prostituta con mi hija no la detuvieron?”
María de Jesús es víctima no sólo de traficantes, sino de la incompetencia de las autoridades de Centroamérica. Denunció el secuestro en México ante la Policía Federal Preventiva (PFP) y el Instituto Nacional de Migración sin ningún resultado.
Para las organizaciones que luchan contra la trata de menores, el caso es representativo de la manera cómo se desarrolla este delito: el desinterés de las autoridades y el poder de los proxenetas.
“Estamos hablando de crimen trasnacional organizado. Han llevado a la niña por muchos países, y eso demuestra que en las redes de trata están involucrados policías y fuerzas de migración”, señala Ana Salvadó, directora ejecutiva para México, América Latina y el Caribe de la organización Save the Children.
Red contra redes
En 2004, Ana Salvadó inició el proyecto Red de Latinoamericanos Desaparecidos, un portal de internet que denuncia y recibe datos sobre desaparecidos en el continente, la mayoría víctimas de trata. Actualmente 13 países colaboran en este proyecto, incluido México.
Cifras oficiales de las dependencias de seguridad que forman parte del proyecto indican que en el continente americano 3 mil niños desaparecen cada día de sus hogares, víctimas de redes con fines de adopción ilegal, tráfico de órganos, explotación laboral y explotación sexual comercial. Encabezan la lista de desapariciones México y Chile.
Para Salvadó, “el panorama de la infancia en el continente es cada vez más negro y la trata de niños ha aumentado muchísimo en todos los países”. En algunos países hay graves problemas de trata interna, “no sólo para explotación sexual, sino laboral, y esto se relaciona con el tema de los niños emigrantes que por distintas razones viajan solos y son presa fácil de las redes de tratantes”, argumenta.
Junto con un equipo de investigadores, Salvadó ubicó las rutas que utilizan actualmente los traficantes de personas, información que es entregada a las policías de todos los países de la región. En el caso de México, la información se canaliza a la PFP.
Salvadó revela parte de sus investigaciones:
“De El Salvador se trae a las niñas para prostituirlas en Costa Rica. Hemos documentado la trata de niñas en los puertos del Pacífico y el Caribe en la temporada de cruceros, y en céntricos hoteles de San José durante todo el año; pero también hay trata sexual y para mendicidad de niños nicaragüenses.
“En Colombia se explota a los niños ecuatorianos. En Perú lo más grave es la trata de niñas que se ofrecen a los hombres que trabajan en las minas, en las zonas más altas e inhabitadas del país.
“De la zona amazónica de Bolivia, la más pobre de ese país, cientos de niñas son sacadas por los traficantes con la promesa de estudiar y, como se trata de familias que están muriendo de hambre, sus padres prefieren que se vayan.
“En la frontera Perú-Chile hay supuestas agencias de empleo donde captan niñas peruanas, ecuatorianas, bolivianas, para llevarlas a Chile. Originalmente contratadas para cuidar niños en las casas, pero terminan como prostitutas.
“En Argentina se registra la trata de mujeres y niñas que son enviadas a Europa o Asia. El país sudamericano es también destino de mujeres y niñas de Brasil, Paraguay y República Dominicana.”
México, foco rojo
A nivel mundial, Save the Children ubica la frontera México-Guatemala como el foco rojo en trata de niños y niñas con fines de explotación sexual. “Es el cuello de botella, porque muchos niños van hacia Estados Unidos y de México no pasan, allí son prostituidos por los proxenetas y a veces regresados hacia Centroamérica”, dice Ana Salvadó.
Un estudio de la organización internacional Ecpat –dado a conocer hace tres semanas en la ciudad de Guatemala– revela que actualmente más de 21 mil centroamericanas, en su mayoría menores de edad, son prostituidas en mil 552 bares y burdeles de Tapachula. Sus tratantes las vendieron a los explotadores en 200 dólares cada una.
La prostitución en ciudades como Tapachula se da de manera abierta. Contralínea documentó que los tratantes actúan al amparo de la corrupción de autoridades locales y federales, en zonas perfectamente identificadas, como Las Huacas, a cambio de sobornos o de su participación directa en este negocio.
Según el informe Fin de la prostitución infantil, la pornografía y el tráfico de niños con fines de explotación sexual, elaborado por Ecpat, desde Tapachula, donde sucede la venta, las víctimas son redistribuidas a Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Jalisco, Nayarit, Sinaloa y el Distrito Federal. Más del 50 por ciento son guatemaltecas; el resto. salvadoreñas, hondureñas y nicaragüenses, de entre ocho y 14 años.
Rocío Rodríguez –quien en 2003 hizo la investigación con la que se logró desmantelar la red internacional de pedófilos Paidos– explica que junto a la violencia física y sexual, los proxenetas hacen adictas a sus víctimas para retenerlas. Además, no las previenen contra enfermedades venéreas, porque de antemano cuantifican los años que les serán redituables.
Sobre los trastornos físicos y psicológicos, explica que como han vivido inmersas en la violencia, es difícil que se readapten a la vida familiar. La mayoría son adictas a las drogas y es muy difícil quitarles la adicción, “pero, sobre todo, tienden a reproducir la violencia de la que han sido objeto, porque los trastornos psicológicos que los tratantes provocan en ellas son irreversibles”.
Negocio trasnacional
No hay registro de cuántas redes de trata de personas operan actualmente, pero la Organización de las Naciones Unidas (ONU) asegura que es el tercer negocio más lucrativo a nivel mundial, detrás de las drogas y armas.
La Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, que dirige el mexicano José Ángel Gurría, estima que este ilícito genera ganancias por 32 mil millones de dólares al año. Por cada persona, los traficantes ganan de 4 mil a 50 mil dólares, dependiendo del lugar de origen y destino de la víctima.
Según la Organización Internacional de Migraciones, 4 millones de personas son prostituidas contra su voluntad en todo el mundo. De ellas, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estima que más de dos millones son menores de edad.
La ONU ha detectado que la mayor parte de las ganancias provienen de europeos. Por ejemplo, en el informe del Parlamento Europeo Las consecuencias de la industria del sexo en la Unión Europea, del 2003, de 250 millones de libras (5 mil millones de pesos) que anualmente gastan los cibernautas europeos, el 70 por ciento es en páginas pornográficas.
A nivel mundial, Tailandia encabeza la trata de personas con fines de explotación sexual, seguida de China, Nigeria, Albania, Bulgaria, Bielorrusia, Moldavia y Ucrania.
La Coalición Contra el Tráfico de Mujeres (CATW) registra que en México 500 mil personas son víctimas de explotación sexual. Esto significa que una cuarta parte de los casos de todo el mundo suceden en este país.
Oferta y demanda
En su último informe sobre los derechos humanos de las víctimas de trata, la Relatora de la ONU, Sigma Huda, dice que el usuario de la prostitución es parte de la red, ya que crea la demanda: “muchos usuarios son concientes de la situación de mujeres y niños prostituidos, cuyos servicios utilizan”.
El año pasado, la Organización Internacional del Trabajo realizó un estudio con adultos de países de México, centro y Sudamérica, dónde “es muy fácil tener relaciones sexuales con niños”: el 65 por ciento de los encuestados dijo no tener ningún problema, conflicto o miedo de mantener relaciones sexuales con niños y niñas, y tampoco creían que hacerlo “tenía algo de malo”.
En su informe, la relatora de la ONU explica que la demanda de sexo comercial “suele basarse en diferencias de poder social relacionadas con la raza, nacionalidad, casta y color de piel; algunos usuarios de la prostitución buscan expresamente mujeres y niños con el fin de explotar esta violencia de poder”.
La Organización de Estados Americanos indica que anualmente 85 mil niños son usados en pornografía. México se ubica en el lugar número 28 del mundo. Los organismos internacionales coinciden en que la trata de niños para explotación sexual va al alza y que se ha reducido la edad de las víctimas. La organización Pro Niño y Niña Centroamericano revela que el rango más común es entre ocho y 13 años de edad.
Lo anterior trae como consecuencia que actualmente miles de “niños y niñas de siete u ocho años padezcan graves enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH”, dice Ana Salvadó, directora de Save the Children.
En México, el problema de la explotación sexual de menores está desbordado, la Agencia Federal de Investigaciones ha confiscado material pornográfico con niños menores de un año de edad.
Unicef señala que en Cancún y Acapulco más de 16 mil niños ejercen la prostitución forzada. Al respecto, organizaciones como CATW demandan que el gobierno de Felipe Calderón combata la trata de personas.
Aunque México ha ratificado el Convenio Internacional para la prevención, represión y supresión de la trata y la explotación de la prostitución, se ha convertido en paraíso de proxenetas e infierno para miles de niñas centroamericanas, como Jackelin Jirón, a quien sus captores han prostituido durante 32 meses. La mitad del tiempo en Chiapas.
Revista Contralínea
Fecha de publicación: Agosto 2a quincena de 2007
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