Acaba de opinar el secretario general y vicecanciller de Relaciones Exteriores, Gonzalo Gutiérrez, que el incremento de las tarifas de alojamiento de los hoteles en ocasión de citas internacionales en Perú, desalentará la llegada de visitantes. ¿No es éste individuo el recientísimo autor del fraude del proceso de ascensos en Cancillería? ¿no es, acaso, el mismo, que puso en ridículo al presidente Alan García, al hacerlo firmar una resolución inconstitucional que terminó en su anulación? ¿qué esperan para, de oficio ordinario, denunciarlo, meterlo en una congeladora, y botarlo de un puesto que no merece, que ha deshonrado y que da muestras de una ineptitud a prueba de balas?
¿Qué sabe el burro de alfajores? Es evidente de toda evidencia, no es necesaria mayor demostración para poner de relieve la monumental incompetencia del señor Gonzalo Gutiérrez quien debería, en lugar de meterse a temas de hotelería, explicar las razones por las que sus hijos no están en Perú estudiando y sí lo hacen en un país del sur, lugar donde ha servido varios años y donde, además de residencia, también le inocularon aires con vino tinto y empanadas poco acordes con su, hasta hoy, elevado cargo.
Perú es un país curioso. Vemos cómo altos funcionarios para favorecer a sus amigotes, impulsan cogollos, pandillas de inversos que se defienden entre sí, bajo el supuesto que pueden controlar instituciones que deberían tener respetabilidad. Es el caso de Torre Tagle donde ¡ni un ministro ha ascendido! Y donde hay varias acciones de amparo denunciando el concluido y muy impugnado proceso de ascensos que ¡al más puro caballazo! perpetró hace unos días el señor Gonzalo Gutiérrez.
Si este caballero es un ilustre inútil como viceministro y secretario general de Cancillería y ese es un mérito que tirios y troyanos le reconocen, arriesga el prestigio del jefe de Estado porque le hace firmar fiascos inconstitucionales y comete delitos funcionales ¿por causa de qué sigue en el puesto si ha probado, con agravantes, que no sirve sino para estar en un tribunal respondiendo por sus yerros? Pero, ahora opina sobre precios de hoteles. ¿Qué sabe el burro de alfajores?
Cancillería tiene una misión muy importante. No sólo superar su atávica, pusilánime, tradicional, casi lógica, mediocridad y timidez para los temas internacionales. Son años de años en que esta casa sólo otorga al Perú fracasos y sólo fracasos. ¡No hay un solo embajador preso por los robos cometidos en sus misiones y denuncias hay cientos con documentos! Las comisiones que se han formado, como toda comisión en Perú, sólo han barnizado los delitos y les han puesto membrete hermoso y toneladas de palabras cohonestan las estafas, deshonras, robos y crímenes cometidos. Pero que en momentos de tensión, para los próximos 10 años, con un país del sur, en un asunto muy delicado, tenga el pueblo del Perú que pagar sueldos y sinecuras a incapaces congénitos como Gonzalo Gutiérrez ¡sí que es un disparate! Y que éste se sienta ufano como si nada hubiera pasado ¡una aberración!
El espíritu de cuerpo, esa tara que mediatiza, disimula y nos vuelve cómplices masivos de las peores porquerías, es connatural a Torre Tagle. Nadie denuncia nada, nunca hay culpables y a lo más, todo se resuelve a pañuelazos fraternos y abrazos hipócritas. Por eso ya le perdonaron los desmanes a Gonzalo Gutiérrez. ¡Qué verguenza! Y encima éste se cree el cerebro de la “nueva generación líder” en Cancillería. ¡Dios nos coja confesados!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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