Las armas han tenido una influencia muy grande en la vida de los hombres. En un primer momento muy necesarias contra las adversidades de la naturaleza. Y, luego, aún más necesarias, tras la aparición del excedente de producción, sobre todo, para las clases dominantes que urgían en esos momentos de estos instrumentos para doblegar a sus adversarios de clase. Por lo tanto, la historia del hombre estuvo asociada, de una u otra forma, al uso de armas, primero, defensivas y, luego, ofensivas. Por eso, hasta cierto punto debemos decir, que la historia del hombre es también la historia de las armas.
En efecto, el hombre de la comunidad primitiva construyó armas simples de protección a base de palos y piedras. Luego vino el uso del metal (sables, dagas, etc.) que revolucionó enormemente el arte militar. La pólvora y las diversas armas de fuego que posteriormente aparecieron en la palestra de la historia dieron el cariz completo de lo que en verdad eran los pertrechos de guerra en manos de los hombres. Los armamentos nucleares y las sofisticadas armas de combate de hoy son también muestras de esa direccionalidad que han venido asumiendo las sociedades clasistas a lo largo de estos últimos tiempos.
En la sociedad capitalista, sus clases dominantes, en este caso, las burguesías financieras, han desarrollado, indudablemente, con persistencia sus armas y sus aparatos represivos. De eso no hay ninguna duda. Se han valido de las diversas ciencias para lograr sus objetivos. No les importó en lo absoluto los derechos humanos, ni el respeto a la soberanía de los países, menos los tratados internacionales firmados a este respecto. Por eso han desarrollado sus armas, sobre todo, los de contenido químico y biológico (armas bacteriológicas), explosivos balísticos (bombas atómicas), misiles antibalísticos (Escudo Antimisiles), todo esto incurso en la carrera armamentista en que estaban enfrascadas por el control del mundo.
Sus fuerzas aéreas están dotadas de las más modernas unidades de combate, como son, por ejemplo, las llamadas “nodrizas aéreas del tipo KC-135”, los bombarderos estratégicos de larga distancia B-2, sus cazas del modelo F-16, los aviones de asalto A-10 y unidades U-2 y RC-12, de igual modo, sus fuerzas navales, sobre todo, submarinos autosuficientes de por vida. Además, una serie de explosivos, como los de fósforo blanco que atacan los órganos vitales del hombre y que algunos chistosos los denominan “bombas inteligentes”, también las llamadas “bombas ecológicas” construidas a base de tecnología “tecnobárica” que utiliza calor y presión para matar, los de fragmentación que resquebrajan el subsuelo, los de racimo que dejan pequeñas bombas sin estallar y que posteriormente causan grandes estragos en la población civil, las balas con uranio empobrecido impregnadas de material radiactivo que causan inenarrables penurias en los seres humanos, también las llamadas mini bombas MINI NUKES con una capacidad destructiva, más o menos, del tercio de la bomba atómica lanzada en Hiroshima y listos para ser utilizados en cualquier operación militar como si fueran armas convencionales.
Sus ofensivas en el aspecto psicológico, sobre todo, dirigidas a quebrantar la resistencia psíquica y mental de los seres humanos, han sido también muy profusas, que les han permitido, entre otras cosas, perfeccionar sus cursos de torturas e interrogatorios haciéndolas cada vez más insoportables e inhumanas. Sus estrategias de infiltración tanto en las organizaciones revolucionarias como en las llamadas “sociedades civiles” a través de una densa red de provocadores y delatores se han tornado en prioritarias y de primer orden. A ello debe agregarse las “listas negras” de personas opositoras a su cruel sistema a los que deben liquidarse sin contemplaciones de ninguna clase.
Sus instrumentos de escucha en los teléfonos móviles y fijos han desarrollado enormemente el espionaje, atizadas, aún más, por las bondades que les procuran los satélites, la Internet, tarjetas de crédito, tecnología biométrica (identificadores portátiles de individuos aún en medio de muchedumbres de acuerdo a sus rasgos previamente almacenados en una base de datos, su uso en los pasaportes ya se estaría dando en algunos países desde fines del 2006 a partir de un Chip que se les agregaría en dichos documentos con los detalles de la identificación del portador, que no serían otra cosa, sino, sólo fichajes al estilo nazi) y el control absoluto del espacio como consecuencia de los nuevos hitos tecnológicos ocurridos en estas últimas tres décadas en el mundo que los habría llevado a poseer grandes conocimientos en esta materia.
De ahí parte la importancia que conceden a las inversiones en estudios del espacio (alta atmósfera) que tienen objetivos cien por ciento militares. Sus fuerzas represivas están equipadas ahora con modernos instrumentos de combate, entre los cuales figuran, visores nocturnos, designadores lazéricos, sistema de comunicación individual y equipos de comunicación GPS. Y, en lo que refiere a sus formas de organización, sobre todo, de sus aparatos clandestinos y paramilitares su evolución ha sido bastante fuerte. Es decir, una gama de armas destructivas y nuevas formas de organización militar, cuyo logro ha tenido que pasar por una cuantiosa acumulación de conocimientos en materia de destrucción y matanza de seres humanos y a las que se prestaron seudo-científicos utilitarios.
Como vemos, en esto, si, los ejércitos de ocupación están sumamente adelantados, son muy expertos en matanza de seres humanos y en general están muy bien equipados para ejecutar atroces genocidios. El asunto es muy serio y lo dicho aquí es demasiado corto como para mencionar la totalidad de sus atrocidades y ello es doblemente preocupante en este momento en que el sistema imperialista ha ingresado a un periodo muy grave de crisis que obliga a las burguesías financieras ha actuar con premura y desesperación, desconociendo, incluso, las nociones de la propia lógica y, convirtiéndose, además, en una clase abiertamente reaccionaria que no escatima esfuerzos en aplicar las más siniestras políticas de exterminio contra la humanidad.
Ejemplos de ello son los que hoy se aplican en el Medio Oriente (uso de misiles manipulados desde helicópteros para asesinar a un solo individuo) y en Colombia (arrasamiento de pueblos enteros como lo hicieron en Vietnam). Al respecto sólo debemos escuchar a las organizaciones humanitarias y de derechos humanos, en cuyas manos se encuentran las más increíbles denuncias de atentados contra la vida de los seres humanos.
De ello, resulta, que todos los Estados capitalistas se sostienen en la fuerza de sus ejércitos. En otras palabras se sostienen en el poder de sus armas. Sin las armas no son nada. Esto es muy evidente en la actualidad: la única industria próspera de los EEUU es la industria militar, el resto es deficitaria. Sus principales estrategas conocen esta situación y por eso sus directivas avanzan, invariablemente, con dirección a la carrera armamentista (escudo antimisiles, fabricación de armas nucleares en miniatura, etc.) y al fortalecimiento de sus organizaciones clandestinas que hoy avanza a la sombra de sus servicios de inteligencia o “comunidades de la inteligencia” (el Estado capitalista hoy ha ven ido a ser, en lo fundamental, el servicio de inteligencia).
Y, en este ordenamiento de cosas, el Estado viene a ser, un instrumento muy importante para los fines y objetivos que persiguen las burguesías financieras por el control del mundo. Estos quieren que los Estados sean instrumentos eficaces, militarizados, aplastantes y rápidos, principalmente, contra las organizaciones revolucionarias. Los aparatos estatales deben estar plenamente identificados con sus intereses, todos sus engranajes, tanto legales como clandestinos, deben servir a sus fines y objetivos.
Existe un proceso de afianzamiento de sus aparatos clandestinos. Los Estados empiezan a consolidarse como verdaderas maquinarias militares de coerción de clase al servicio de la burguesía. Estos son aparatos marciales de coerción extremadamente vivos, muy activos y en gran movimiento. No son aparatos pasivos como pretenden hacernos creer las burguesías financieras. La lucha de clases ha empujado de manera muy fuerte a esta situación. Por lo tanto, la tendencia es a la primacía de sus engranajes clandestinos. Hoy ese proceso es puntual en todos los Estados capitalistas.
En efecto, antes del siglo XX, los ejércitos vestían vistosos uniformes para diferenciarse de sus enemigos en el campo de batalla, hoy esos uniformes y esas formas de batalla no sólo son obsoletas y recuerdos del pasado, sino, inclusos, contraproducentes al quehacer militar. Los ejércitos regulares y uniformados también están pasándola museo de los recuerdos de la historia y eso lo saben muy bien los estrategas de los ejércitos de ocupación imperialista. Hoy es la época de los ejércitos irregulares y clandestinos, que para las burguesías financieras, no son otra cosa, sino, escuadrones clandestinos, paramilitares, mercenarios, confidentes e incondicionales.
Un ejemplo de esto lo tenemos en el caso de la ocupación iraquí en el que estarían involucrados unos 160,000 soldados norteamericanos y 180,000 mercenarios reclutados por empresas de seguridad privados y al mando del ejército de ocupación ( los datos son de octubre del 1007). Los principales estrategas del Pentágono y la CIA de los Estados Unidos de Norteamérica saben perfectamente que en Corea (1950-53), Vietnam (1975), Líbano (agosto del 2006), y, en este mismo momento, en Irak, fueron y están siendo derrotados por un ejército de nuevo tipo, muy diferente y superior a la suya, pues, de nada sirvieron los miles y miles de bombas arrojados sobres estos pueblos con el fin de doblegarlos.
Y, en esas condiciones, es bien claro que sus estructuras clandestinas han devenido en muy importantes para su existencia. Los efectos d este proceso se ven con mayor claridad, sobre todo, en los países en conflictos, como en el caso colombiano, en el que se mostrarían como “paras” de paramilitarismo y, en Irak, como bandas asesinas encubiertas tras las “agencias privadas de seguridad” como la blackwater en una cantidad realmente impresionante (hay por lo menos un cuarto de millar de estas empresas actuando en esa zona).
Pero el accionar de esos aparatos clandestinos, ya sea como grupos paramilitares o escuadrones de la muerte, no sólo se circunscriben a estos países, sino, también, a los países confortantes del bloque ex soviético, donde se han constituido en verdaderas “puntas de lanza” en la concreción de las execrables contrarrevoluciones fascistas llevadas adelante en estas regiones y llamadas cínicamente como “revoluciones naranjas”, ahí tenemos por ejemplo, en Georgia el grupo paramilitar [qde tendencia neonazi o facista] KMARA, en Ucrania otro grupo paramilitar [neonazi] PORA, en Serbia el grupo OTPOR, etc., que realizaron escandalosas “protestas callejeras” para traerse abajo a sus gobiernos y ponerlos luego en la orbita de la OTAN, todas orientadas desde ONGs al servicio de los aparatos de espionaje de los EEUU.
Y, finalmente, en los países donde se libran guerras de baja intensidad, han emergido como escuadrones de la muerte (escuadrones juveniles, escuadrones de pandilleros, escuadrones de barras bravas y escuadrones vinculados a las sectas religiosas), su base es el lumpen-proletariado que no vacila, ni un instante, en venderse por un “plato de lentejas”. Visto así el asunto, entonces, es plenamente justificable hablar de un proceso de militarización muy fuerte en los Estados capitalistas.
Las duras fricciones de clases y los nuevos acontecimientos mundiales obligan a profundizar este proceso. Las burguesías financieras necesitan de sus aparatos clandestinos con planes de mayor envergadura que superen la capacidad operativa de sus fuerzas armadas uniformadas. Este proceso se hizo aún más claro en estas últimas tres décadas (1980-2007) en que la lucha de clases, sencillamente, se ha vuelto muy aguda, sobre todo, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001.
Hoy la situación internacional es realmente explosiva que muestra a un ejército norteamericano muy poderoso distribuido a lo largo y ancho del planeta y equipado con las más mortíferas armas de exterminio que agudiza extremadamente la lucha de clases en el mundo entero. Ello es innegable, no es hablar por hablar, se da en los hechos. Si no, veamos: ¿A qué se debe el estacionamiento de poderosas flotas navales de ataque (portaviones cargados con mísiles antibalísticos) en el océano pacífico, atlántico e índico, asimismo, en los mares mediterráneo, arábigo, etc.? ¿A qué se debe la existencia de modernas flotas de aviones y helicópteros a lo largo y ancho de los cinco continentes? ¿Por qué los Estados Unidos de Norteamérica tiene 1000 bases militares distribuidas en todas las regiones del mundo equipadas con las más modernas armas de combate, incluidas las armas nucleares?
¿Por qué los Estados Unidos de Norteamérica tiene centenares de ojivas nucleares en Corea del Sur y otras tantas en Israel? ¿Por qué desarrolla constantes movimientos de tropa, sobre todo, prácticas navales, aéreas y terrestres en detrimento de la soberanía del resto de los países? ¿Por qué los Estados Unidos de Norteamérica se orienta en forma desesperada y a gran escala a la fabricación de armas nucleares en miniatura para ser utilizadas como armas convencionales, sobre todo, tras sus desastres en Irak, Afganistán y Líbano? ¿Por qué los Estados unidos de Norteamérica pretende establecer mortíferos cohetes nucleares antibalísticos llamados como Escudo Antimisiles en regiones como Europa del Este? Y, finalmente:
¿Por qué los Estados Unidos de Norteamérica no respeta el Estado de Derecho Internacional? Esto agudiza en extremo la lucha de clases, torna insoportable las contradicciones interburguesas y pone en grave peligro la estabilidad internacional.
Y, así, finalmente, en este mismo contexto fluye su última ofensiva militar denominada como “guerras preventivas”. Es una ofensiva de grandes dimensiones que persigue: primero, preservar y ampliar a cualquier precio sus áreas de influencia. Segundo, aplastar a los países denominados como “ejes del mal”, “Estados canallas” o “Estados fallidos” (Irán, Corea del Norte, Cuba, Siria, Líbano, Bielorrusia y Zimbabwe).
Tercero, apropiarse de las cuantiosas reservas financieras internacionales de China como lo hicieron en los años 90 del siglo pasado con los bienes de varias generaciones soviéticas. Cuarto, desmembrar Rusia y China que es el más caro anhelo norteamericano. Y, quinto, como consecuencia de lo anterior, desarrollar toda una política de hostigamiento en esta región, como lo demuestran, entre otras, su intromisión en Pakistán, Myanmar-Birmania y, mucho más aún, en Oriente Próximo, Afganistán, Irak, Irán, además de su publicitadísimo proyecto antimisiles en Polonia y República Checa e incluso la ampliación del teatro de sus operaciones al “Cuerno del África” (Somalia, Sudan, etc.).
Esta es una ofensiva, cien por ciento militarista. No tiene otra alternativa para salvaguardar sus zonas de influencia. Sólo la guerra garantiza su existencia. Los preparativos de una próxima conflagración mundial están a la orden del día. A esa dirección avanzan inexorablemente los principales acontecimientos del mundo actual. Aparentemente se estarían forjando dos frentes, el frente norteamericano, con Inglaterra, Japón y otros países imperialistas apoyados por la OTAN y, el frente encabezado por China y Rusia con su bloque denominado como “Organización de Cooperación de Shangai” conformada, demás, por Kazajstán, Kirguizistán, Uzbekistán, Tayikistán y sus cuatro países observadores (India, Irán, Pakistán y Mongolia).
Visualizar estos hechos, particularmente, la profundización de la grave crisis económica del sistema imperialista (cuantiosa deuda norteamericana, abultado déficit comercial y fiscal, devaluación del dólar y prácticamente el inicio de la recesión mundial aún más profunda que la de 1929) es de gran valor para entender la situación actual del mundo.
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