La tendencia no es local, sino global. De hecho, las bandas más populares planean sus giras de acuerdo con un calendario en el que los festivales marcan el itinerario. Zeta Bosio, bajista de Soda Stereo y conductor del ciclo Rock Road, siguió en detalle el circuito festivalero europeo modelo 06 y 07. “Todos los fines de semana, en algún país había un festival, y duran varios días”, describe el músico.

De Woodstock a esta parte, el género mantiene una larga y fructífera relación con los festivales. Muchos grupos que hoy convocan a audiencias millonarias, empezando por Coldplay, recibieron un espaldarazo significativo luego de presentarse en el clásico y británico Glastonbury. Sin embargo, una de las particularidades que siguió a la proliferación de estos megaeventos acá, allá y en todas partes, es que las marcas y los sponsors resultan tan visibles como los propios músicos o más. Un factor a considerar: mientras la venta de discos caía en picada, le inyectaron vitalidad a una industria musical en crisis.

Nichos de mercado

Los festivales se convirtieron en poderosas herramientas de marketing para que las corporaciones pudieran promocionar y vender sus teléfonos celulares, cervezas o gaseosas a un público ávido de consumo. En el ciclo de conferencias “Futuro y tendencias de la industria del entretenimiento y los medios en Argentina”, organizado por la Universidad de Palermo en agosto pasado, la gerente de Publicidad e Imagen de Telecom Personal, Mariana Mutri, destacó la alianza que la marca sostiene con la música en su estrategia de crecimiento. En sus distintas ediciones, el Personal Fest tuvo una programación más afín al pop, a los clásicos o al rock más selecto, en una operación que puede leerse como un barrido multitarget para promocionar alternativamente sus productos en distintos nichos de mercado.

Cuando los negocios se mezclan con la cultura, las tensiones y las fricciones están a la orden del día. Por eso en los últimos años se comenzó a debatir la lógica imperante en el planeta rockero, principalmente en foros de discusión, blogs y medios especializados de Inglaterra o Estados Unidos. “Puede sonar cínico, pero muchos promotores son mejores para conseguir sponsors que buenas bandas”, declaró el productor de shows Paul Cox al periódico británico The Guardian.

¿Y qué sucede en este rincón del mapa? El Festirock Sin Marca, un evento oriundo de Canadá que se realizó por primera y única vez en el país en abril de 2004, no dejó secuelas. En medio del panorama actual, la especie subsiste en parte gracias a los festivales y los sponsors. Y los cuestionamientos brillan por su ausencia. Aún así, María Ezquiaga, líder del grupo Rosal, se animó a plantear la cuestión en una entrevista: “Creo que cada vez más el rock es como un trabajo: la proliferación de sponsors así lo demuestra. En otro momento eso hubiese generado al menos una discusión, hoy se toma como algo natural”.

(*) Nota publicada por la Revista Acción número 998