En la blogosfera se multiplican los testimonios de serie-adictos, tipos que, como un tal Dave, admiten haberse tragado 17 capítulos de 24 en un solo día. “No sé si es mucho, pero acabé muy mal esa noche...”, confiesa este español en el portal www.mundodvd.com. Está bien, se trata de casos extremos. Pero cada vez es más común que alguien que no soportaría una película de tres horas diga, como si nada, que vio la temporada completa de Héroes o Prision break durante el fin de semana.
Más allá de las posibles consecuencias mentales y hasta físicas de una sobredosis de ficción televisiva en formato DVD, esta modalidad de consumo compulsivo puede producir indigestión. ¿Cuáles son sus síntomas? Una historia que parecía sólida vista cada siete días, después de una panzada de cinco capítulos en una tarde puede mostrar baches y cabos sueltos. Quizás para atenuar los efectos nocivos de la lostmanía, los productores de Lost llegaron a aclarar públicamente, como si hiciera falta, que cada envío fue pensado, escrito y filmado como un show de una hora para un ciclo semanal.
Es cierto que el público en general no se queja por las costumbres y ventajas que hizo posible el acceso a temporadas completas de series de TV. Con todas sus modalidades posibles, claro: compradas, alquiladas, copiadas o bajadas de Internet. Hoy en día, cualquiera puede ver su programa favorito en el momento y el día que se le ocurra. Fragmentación de la audiencia, que le dicen.
Sin embargo, algunos especialistas hicieron oír su voz disidente. Entre ellos se alista el sociólogo Luis Alberto Quevedo. En una entrevista publicada por el diario La Nación, advierte: “Cualquiera que haga la experiencia de ver de corrido todos los capítulos de 24 comprobará que resulta insoportable, porque esa serie no tiene una estructura narrativa pensada para la fragmentación de la TV. Está hecha para ser vista de a media hora por vez. Cuando la miro durante cuatro horas seguidas en un DVD, no tengo el mismo vínculo con la narración. Es como si yo intercambiara cartas con un hermano que vive en Canadá y creyera que la experiencia sería igual si juntara todas las cartas y las leyera de corrido. Si rompemos con las estructuras narrativas, de recepción, tecnológica y del goce de las grandes pantallas, yo digo: ¡Señores, esto no es televisión! Es otro producto cultural”.
Más allá de lo anterior, un porcentaje bastante amplio del periodismo especializado y del público en general parece coincidir en el siguiente punto: mientras Hollywood echa a rodar tanques de 100 millones de dólares para garantizar el retorno de la inversión y la continuidad del negocio, las ficciones más logradas de la última década pasaron por la pantalla chica y por los canales de cable. Seinfeld, Los Soprano y Lost, entre otras, marcaron un estándar de calidad en términos de sutileza de la trama y profundidad de los personajes. El alquiler de estos y otros títulos en los videoclubes, de hecho, figura casi a la par de los principales estrenos.
A escala local, las temporadas completas de Los simuladores o Historias de sexo de gente común se ganaron su lugar entre los estantes de cadenas tipo Blockbuster. Alejandro Ocón, guionista de Historias..., se declara seguidor de esta nueva forma de mirar tele: “Las series más populares, las que crean más dependencia, como Lost, Los Soprano o Six feet under, las miro de este modo: en poco tiempo termino una temporada entera. Para mí, como guionista, las historias no se resienten para nada. Y me parece que las cosas no van a cambiar hasta que el cine no levante puntería”.
Nota publicada en la revista Acción (http://www.acciondigital.com.ar/)
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