Los medios de comunicación (internet incluido) con toda la tecnología a su servicio, están sujetos al desempeño de los periodistas más singulares: los reporteros y los mexicanos muchas veces sólo con los ojos abiertos y, si acaso una libreta y pluma –el reportero gráfico con su cámara fotográfica y tal vez video–, siempre en el cumplimiento del deber.
Y sin duda, salvo excepciones que confirman la regla, los peor pagados, pese a su trabajo sin horario, buscando la información, la foto, para que los comunicadores de la radio, la televisión y redactores, columnistas, analistas y caricaturistas podamos reflexionar para, enseguida de la información, continuar con la crítica y dar rienda suelta al resto de la tarea periodística que se completa con la entrevista.
Sin los reporteros (y en este sexto aniversario, los reporteros de Contralínea) no es posible ninguna clase de periodismo e incluso de una buena o mala cantidad de literatura. El periodista que todos llevamos dentro nada tiene que hacer si antes no hay la fundamental contribución del reportero, el trabajador por excelencia de los medios de comunicación. A ellos se debe, principalmente, la constante y sin cuartel lucha por las libertades de expresión. Son ellos los primeros en ser agredidos, sufrir las embestidas y padecer las consecuencias por ejercer los derechos constitucionales de todos los mexicanos, investigando y buscando la información que alimentará de principio a final a los periódicos, revistas, noticiarios, etcétera.
Es muy común subestimar el trabajo cotidiano de los reporteros, sin los cuales los medios de comunicación no podrían cubrir más del 70 por ciento de su información. Y mucho menos, piratear información en la radio y televisión, quienes como comunicadores, diaria y muy tempranamente, revisan los medios impresos y sin citar ni la fuente y menos el reportero, dan como exclusivas noticias como si las hubieran investigado. Esto sucede, porque todavía la prensa escrita no establece sobre sus contenidos (aparte de establecerse en la ley) la propiedad autoral ni condiciona a quienes los usan, a citar la fuente y el autor. Los reporteros, víctimas de esa piratería, son ninguneados y despreciados por quienes se lucen con sus sesudas reflexiones sobre el trabajo del reportero.
A esos reporteros siempre en guardia, el periodismo les debe la información con la que defienden las libertades de prensa en todas sus manifestaciones. Testigos de los hechos, detectives de cuanto hacen, por actos y omisiones, los actores de la vida pública y de la vida privada que incursionan en el escenario de lo público; enterándose de lo que ocultan los políticos, los aventureros de la política, los corruptos (haber evidenciado documentalmente el caso del empresario Juan Camilo Mouriño Terrazo, aprendiz panista del trabajo políticoadministrativo, es el resultado del reportero cuya divisa es: publicar o perecer).
Como todo periodista, los reporteros también pertenecen, escribió Max Weber, a “una especie de casta paria que la sociedad juzga siempre de acuerdo con el comportamiento de sus miembros moralmente peores... No todo el mundo se da cuenta de que, aunque producida en circunstancias muy distintas, una obra periodística realmente buena exige al menos tanto espíritu como cualquier otra obra intelectual, sobre todo si se piensa que hay que realizarla aprisa, por encargo y para que surta efectos inmediatos”.
Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: 1 de Mayo de 2008 | Año 6 | No. 101
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