En todo el mundo están estallando disturbios por los precios de los alimentos. Ha habido protestas en Egipto, Camerún, Filipinas, Burkina Faso, Costa de Marfil, Mauritania y Senegal. Sarata Guisse, un manifestante senegalés, le dijo a Reuters: "Nos manifestamos porque tenemos hambre. Necesitamos comer, necesitamos trabajar, tenemos hambre. Eso es todo. Tenemos hambre". El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ha lanzado un grupo de trabajo para hacer frente al problema, que amenaza, según declaró, con llevar "el fantasma de una hambruna generalizada, la malnutrición y el descontento social a una escala sin precedentes". El Programa Mundial de Alimentos calificó esta crisis alimentaria como la peor crisis en 45 años, y la describió como un "tsunami silencioso" que sumirá en el hambre a otras 100 millones de personas.
Detrás del hambre, detrás de los disturbios, se encuentran los llamados acuerdos de libre comercio y los brutales acuerdos de préstamos de emergencia impuestos a los países pobres por las instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional. Los disturbios por el alza de los precios de los alimentos en Haití han dejado seis muertos y cientos de heridos, y condujeron a la destitución del primer ministro Jacques-Edouard Alexis. El reverendo Jesse Jackson acaba de regresar de Haití y ha escrito que "el hambre está en marcha aquí. La basura es cuidadosamente revisada en busca de cualquier resto de comida que pudiera haber. Los bebés lloran con frustración, intentando conseguir leche de una madre demasiado anémica para producirla". Jackson pide la condonación de la deuda para que Haití pueda dedicar a escuelas, infraestructura y agricultura los 70 millones de dólares que paga cada año en concepto de intereses al Banco Mundial y otras entidades.
El alza del precio de los alimentos se atribuye generalmente a una "tormenta perfecta" provocada por la mayor demanda de alimentos por parte de India y China, la disminución de la oferta de alimentos a causa de las sequías y otros problemas relacionados con el cambio climático, el aumento de los costos del combustible empleado para cultivar y transportar los alimentos, y la mayor demanda de biocombustibles, que ha desviado cultivos como el maíz hacia la producción de etanol.
Esta semana, el relator especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, exhortó a suspender la producción de biocombustibles: "Quemar alimentos hoy para que sirvan a la movilidad de los países ricos es un crimen contra la humanidad". Ziegler pidió a la ONU que impusiera una prohibición de cinco años a la producción de biocombustibles derivados de alimentos. El Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR, por sus siglas en inglés), un grupo de 8.000 científicos de todo el mundo, también ha lanzado críticas contra los biocombustibles. Los científicos están presionando para que un tipo de planta llamada "switchgrass", un tipo especial de pasturas, sea usada como fuente para la producción de biocombustibles, reservando el maíz y otros cultivos comestibles para un uso exclusivamente alimenticio.
En una conferencia de prensa celebrada esta semana, el presidente Bush defendió la utilización de alimentos para producir etanol: "Lo cierto es que el hecho de que nuestros granjeros cultiven energía responde a nuestros intereses nacionales; a diferencia de tener que comprarla en partes del mundo que son inestables o en donde pueden no apreciarnos". Una parte del mundo que sí aprecia a Bush y su política la forman las corporaciones multinacionales de la alimentación. El grupo internacional sin fines de lucro GRAIN acaba de publicar un informe llamado "Making a killing from hunger" ("Ganar fortunas gracias al hambre"). En el informe, GRAIN señala que las principales multinacionales están generando inmensas ganancias en medio de la creciente desgracia del hambre mundial. Las ganancias han aumentado para las gigantes de los agronegocios Cargill (un 86 por ciento), Bunge (un 77 por ciento) y Archer Daniels Midland (que se autodefine como "el supermercado del mundo"), la que ha disfrutado de un 67 por ciento de aumento de sus ganancias.
GRAIN escribe: "¿Se trata de una fluctuación pasajera de los precios? No. ¿Una escasez de alimentos? Tampoco. Nos hallamos frente a un desmoronamiento estructural, resultado directo de tres décadas de globalización neoliberal. […] Hemos permitido que los alimentos pasen de ser algo que da de comer a la gente y le garantiza su sustento vital a ser una mercancía expuesta a la especulación y al juego del mercado". El informe afirma: "La cantidad de dinero especulativo invertido en los mercados de futuros […] era menor de 5.000 millones de dólares en el año 2000. El año pasado trepó hasta cerca de 175.000 millones de dólares".
En 1946 hubo una crisis mundial de alimentos. Entonces, al igual que ahora, la ONU formó un grupo para ocuparse del tema. En su reunión, el director de la Administración de Ayuda y Rehabilitación de la ONU, el ex alcalde de Nueva York Fiorello LaGuardia, declaró: "Ticker tape ain’t spaghetti" ("Las acciones bursátiles no son comestibles" 1 ). En otras palabras, el mercado de valores no da de comer a los hambrientos. Sus palabras siguen siendo ciertas hoy en día. Los que vivimos en Estados Unidos no somos inmunes a la crisis. Wal-Mart, Sam’s Club y Costco han impuesto límites a la compra al por mayor de arroz. Un número récord de personas depende de los cupones de alimentación y los centros de distribución de alimentos son testigos del aumento del número de personas necesitadas.
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