Las complicidades en la cúpula de los poderes, particularmente de la estructura judicial –Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal (TEPJF) y ese apéndice presidencial, la Procuraduría General de la República–, al servicio del bicéfalo Poder Ejecutivo Federal, donde su titular es un individuo que se desempeña como jefe de gobierno y jefe de Estado, constantemente decide mutuos favores en lo que ya es un desempeño oligárquico del poder del Estado.
Todo lo anterior se está llevando a cabo en pleno desafío al malestar social que prevalece por todo el país a consecuencia del apretón al cuello de nuestra crisis económica por la desaceleración estadunidense, lo cual reduce las exportaciones y merma las remesas, ocasionando más desempleo. Y cuyo desastre no es paliado con el aumento del barril de petróleo, porque las ganancias se utilizan antikeynesianamente: para el pago de la burocracia elitista: ministros de la Corte, magistrados del TEPJF, secretarios del despacho presidencial y consejeros del Instituto Federal Electoral (IFE).
Calderón, los calderonistas y el Partido Acción Nacional (PAN), arrastrando su ilegitimidad, eran hombres al agua tras las dudosas elecciones presidenciales, cuando el partido bisagra, el Revolucionario Institucional, les tiró el salvavidas para sobrevivir y nadar para alcanzar la orilla. La crisis política no fue resuelta. Se pospuso. Y Calderón, carente de las cualidades mínimas para un desempeño medianamente político, casi dos años después, no ha podido posesionarse, al grado de que constantemente los priistas operan nuevos salvamentos para mantener a flote al grupo calderonista.
Y es cuando el inquilino de Los Pinos, sin capacidad política ni perspectiva histórica, cedió a las ambiciones de su compinche, financiero y carta sucesoria, nombrándolo secretario de Gobernación, lo que ha sido un gravísimo error táctico y estratégico. Fue “peor que un crimen... fue una estupidez”, del napoleoncito michoacano y el costo ha sido una nueva crisis política, descabezando a su hombre y a su proyecto.
Mouriño puede quedarse todo el tiempo que sea en la vieja y restaurada casona de Bucareli (enrejada para mantener a distancia las protestan sociales). Pero ya es un burócrata sin cabeza. No tiene vocación para la política. Fue y es un favorito de la caricatura de príncipe que es Calderón.
Así las cosas, en la SCJN se puso a discusión el amparo de los periodistas de la revista Proceso, cuyo reclamo era ejercer el derecho a la información y las libertades de prensa, para tener acceso a la paquetería electoral de la que surgió la pírrica y dudosa victoria de Calderón, en lo que fue un abierto apoyo del IFE, el TEPJF y la SCJN para, al precio de la ilegitimidad y forzando la legalidad, imponerlo como presidente de la República.
Cinco ministros resolvieron conceder el amparo para que el periodismo de investigación revisara los sufragios. Y cinco ministros se opusieron. Entonces el presidente de ese órgano colegiado, como siempre, inclinó el fallo para negar la petición. Con esto se da un paso más a lo que el IFE ha estado presionando: incinerar la paquetería electoral y así no dejar huellas documentales. Con eso, más se refuerza la sospecha de que Calderón es producto de un fraude electoral.
Se trata de prenderle fuego a la papelería: quemar voto por voto. E incendiar, simultáneamente, el derecho a la información. Seis ministros serviles, coludidos con Calderón y sometidos al PAN, decidieron operar otro salvamento. Tensaron las relaciones entre la oposición y sus adversarios. La teoría y práctica populistas radicalizarán más su postulado de la soberanía popular (Robert A. Dahl, La poliarquía, en prefacio a la teoría de la democracia). Continuará la falta de moderación política, por la falta de legitimidad y tolerancia políticas (Seymour Martín Lipset, Algunos requisitos sociales de la democracia: desarrollo económico y legitimidad política).
Haber permitido el acceso a la paquetería electoral era abrir la Caja de Pandora. Y así satisfacer la esperanza de conocer, cuantitativamente, la realidad electoral que por unos cuantos dudosos votos le dio el triunfo al PAN y hundió a este partido y a Calderón, cualitativamente, en la corrupción de la ilegitimidad. Ya todo parece decidido: se incinerarán las boletas donde sufragamos los mexicanos, que pusieron al sistema de cabeza. Se trata de salvar una vez más a Calderón: “el chaparrito peloncito de los lentes” (Salvador Camarena y Jorge Zepeda Patterson: El presidente electo).
La antirrepublicana y antidemocrática decisión de la Suprema Corte, para prenderle fuego a los sufragios y al derecho de información, es una violación a la Constitución. Esto exige quitarle a la SCJN la facultad de tribunal constitucional. Y si estuviéramos en una democracia republicana con tribunales independientes, seis ministros estarían ya en el banquillo de los acusados respondiendo al juicio político.
Son tan incendiarios como los nazis que le prendieron fuego al Parlamento, para su golpismo. La Corte ha dado un golpe de Estado, al impedir que cuando menos se pudiera ejercer el derecho a la información. Son remedo de Nerón, incendiando la parte populista de Roma. Todo por tratar de salvar a Calderón y el PAN, que se hunden con la soga al cuello que anuda una piedra: Mouriño.
Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: 01 de julio de 2008
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