Felipe Calderón va, en los recientes días, de sorpresa en sorpresa. Primero, lanzó un programa de estímulos al campo y apertura de fronteras a los alimentos básicos, el cual si bien ya estaba contemplado en sus diferentes proyectos y desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte no hay aranceles a muchos productos alimenticios, mostró a las claras que está dispuesto a echar mano de los subsidios con tal de ganar las elecciones de 2009. Con ello, preocupó a muchos de sus cercanos en la pasada campaña presidencial, los cuales han calificado la medida de un populismo más grave que el de Andrés Manuel López Obrador.
En esa misma vertiente, dispuso que este año se subsidiaran las gasolinas en el orden de 200 mil millones de pesos, para que no aumente la inflación. Algo que beneficiará, como bien lo anotaron informadores sin connotaciones de izquierda, sobre todo a las clases medias y altas, ya que éstas usan vehículos de alto caballaje.
En segundo lugar, por medio del secretario de Hacienda, el robusto Agustín Carstens, dijo que no hay excedentes petroleros que repartir a los estados, ya que los altos precios del barril del petróleo se están yendo, justamente, en importaciones de granos, gasolinas y aceites (desmentido por Reforma, 11 de junio). Para muchos priistas y perredistas, esto es con el afán de presionar a los mandatarios estatales para que exijan a sus diputados votar la iniciativa petrolera, tan vapuleada en las audiencias del Senado y, asimismo, que los mandatarios no obtengan recursos para los comicios del próximo año, y los ejecutivos locales se vean imposibilitados de lubricar su aparato electoral y repartir dádivas para ganar votos.
Lo más espectacular vino en un tercer capítulo. De repente, sin que mediara confrontación alguna, Calderón dijo: Estados Unidos es el principal consumidor de droga en el orbe y, sin embargo, no hace el esfuerzo para combatir dicho flagelo, mientras nosotros ponemos las víctimas.
Pareciera que la declaración era de Gerardo Fernández Noroña, el imprudente perredista. Es cierto que hubo un antecedente, los recursos que recibiría Felipe de su socio estadunidense eran mayores y se han ido achicando a la ridícula cantidad de 350 millones de dólares para este año. Amén que el dinero está atado a compras específicas y hasta certificaciones del Congreso de ese país porque temen que los policías mexicanos le den mal uso y hasta violen derechos humanos.
De esto último, no hay duda, pues los análisis de organismos internacionales de la Organización de las Naciones Unidas y del mismo Estados Unidos señalan que la tortura es muy común en nuestro país, las detenciones sin orden judicial cotidianas y en las agresiones a los periodistas no se investigan ni se detiene a los culpables, entre muchas otras cuestiones.
De inmediato le respondió a Calderón el embajador estadunidense, Tony Garza. Dijo que la lucha era común y el consumo de estupefacientes aumentaba en tierra azteca. Felipe insistió en su respuesta y alabó la batalla que se libra acá contra el narcotráfico.
Al poco rato (2 de junio), Juan Camilo Mouriño, haciéndose eco de su jefe, de plano dio por concluido el asunto de la tan mencionada Iniciativa Mérida, lo cual molestará, en serio, al imperio del norte. En este terreno, como en muchos otros, ellos quieren decidir cómo y cuándo hacer las cosas. Incluso en Canadá, ya no se diga en las naciones consideradas patio trasero.
Es verdad que el zar antidrogas, John Walters, y la directora de la DEA, Michelle Leonhart, criticaron a su Congreso y avalaron el combate de Felipe contra los mafiosos; pero, no se olvide que ambos son parte de la desprestigiada administración Bush, que se despide ya, y que Barack Obama triunfó en la contienda demócrata del país vecino.
Estamos, pues, ante un enfrentamiento, aunque sea momentáneo y verbal, con quien menos imaginaba el panismo y su base más derechista, el yunquismo. Seguramente por ese tema y otras cuestiones (discrepancias añejas), Manuel Espino –aliado de Vicente Fox y Francisco Ramírez Acuña, hoy distantes de Felipe– dijo que la guerra contra el narcotráfico no la iba ganando la actual administración, cuestión que irritó más al esposo de Margarita Zavala.
Si George Bush y las trasnacionales veían con malos ojos a López Obrador, a quien motejaban de populista y hasta izquierdista, ahora no saben cómo reaccionar ante un individuo al que consideraban amigo y quien haría todo por plegarse en la lucha contra los barones de la droga. Esto último lo hizo en un principio Calderón, al extraditar a decenas de narcotraficantes y lanzar a las calles a los verdes.
¿Qué sucedió para este cambio de rumbo se diera?
Seguramente los resultados que esperaba el inquilino de Los Pinos en estos 17 meses no le son tan favorables. Lejos de hacer los cambios que pensaba y tener relaciones amables y correctas con sus aliados: comerciantes, industriales, grupos sindicales que lo apoyaron y hasta gobernadores que lo aceptaron de inmediato, el asunto se ha ido descomponiendo por la crisis internacional presente, especialmente en productos básicos y energéticos. El alza en esos dos motores fundamentales ha descobijado casi por completo a una clase política que no fue previsora y posibilitó que desde el exterior se decidiera en ambos terrenos.
Muchos frentes ha abierto Felipe en poco tiempo. Incluso con los camioneros por el Impuesto Empresarial de Tasa Única. A ese paso, las posibilidades de éxito son menores y hasta una sacudida fuerte en esta nación puede ocurrir.
Los focos rojos pueden brillar próximamente.
jamelendez@prodigy.net.mx//jamelendez44@gmail.com
Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: 01 de julio de 2008
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