Inicia 2009 y rápidamente vemos lo difícil que serán los próximos meses. Desde antes, según reportes de tiendas y establecimientos, las ventas fueron menores en casi todos los artículos, máxime en la industria automotriz que a pesar de sus ofertas no pudo liquidar sus existencias. Tal vez –aunque no hay datos precisos– en el turismo la cosa no estuvo tan mal.
Felipe Calderón ha dicho que la situación mexicana era menos riesgosa que en varios países, entre ellos, algunos del primer mundo.
Al citar un reporte de la firma Merrill Lynch, el inquilino de Los Pinos señaló que tenemos “menor riesgo financiero y macroeconómico para enfrentar la actual crisis que Japón, Reino Unido y Estados Unidos”. Así también, que estamos mejor preparados para la contingencia que “países en desarrollo, como Chile, Brasil, Rusia, Sudáfrica e India”. Por lo tanto, no hay mucho que temer y hay que darle gracias al altísimo, ya que debido a los políticos aztecas nos encontramos “casi en el paraíso”, recordando al novelista Luis Spota.
Los indicadores señalan lo contrario. En crecimiento económico, México obtuvo el lugar 151 de 180 naciones (crecimos únicamente 1.8 por ciento). Rusia aumentó al 7 por ciento y Brasil a más del 5 por ciento.
Para este año, las estimaciones de varios organismos serán que no habrá elevación de la riqueza. Incluso el periodista Alberto Aguilar señala que bajaremos económicamente 0.5 por ciento. Por lo tanto, salvo los burócratas en turno, pocos esperan que la crisis y recesión mundial sea un viento suave que nos haga los mandados, como se decía acerca de Benito Juárez y su impasibilidad ante los huracanes.
Hasta el momento de escribir esta nota, no se ha dado a conocer tanto la inflación como la situación del empleo. A decir de quienes tienen las cifras en sus manos, el año pasado la subida de los precios fue de 7 por ciento y se perdieron 400 mil puestos de trabajo.
En el primer caso, diversos indicadores señalan que muchos de los artículos de primera necesidad se elevaron 15 por ciento, lo que trajo un deterioro mayor de las clases más pobres, ya que éstas destinan una mayor cantidad de su ingreso en lo básico: alimentación, transporte y medicinas.
Es cierto, el Metro continuará con una tarifa de dos pesos, lo cual es una ventaja para millones que utilizan dicho sistema. Pero no debe olvidarse que igual los terribles microbuses como el Metrobús elevaron sus precios, y en el caso de las latas de sardina que circulan por la ciudad, no hay más remedio que utilizarlos a pesar de los riesgos.
Respecto a los fármacos, no hay una política que evite el alza desmesurada y sistemática. Dicha corporación impone condiciones a la autoridad sin que exista alguien que la meta en cintura.
Como notamos, los derechos básicos de la población continúan manipulándose al arbitrio de unos cuantos. Por lo tanto, pequeños grupos son los que deciden las estrategias, no obstante que se diga lo contrario por parte de los funcionarios.
Es cierto, no ha existido como se esperaba, un regreso de mexicanos que migraron a Estados Unidos. Tampoco han bajado demasiado las remesas enviadas por nuestros connacionales. Aunque dejar de percibir más de 2 mil millones de dólares, si bien no es una cifra grandiosa, sí afecta a los sectores más deprimidos de la población, los cuales viven al día y en situaciones cada vez más precarias.
Las maquiladoras y las industrias automotriz, petrolera, de vivienda, restaurantera y muchas otras necesariamente bajarán su ritmo. Y no se tiene contemplado qué hacer con miles que se verán desplazados o que reducirán sus percepciones.
Si a ello le sumamos que los aumentos en gas, electricidad, predial, agua y sobre todo gasolina y sus derivados se hicieron presentes a fines de 2008 y principios de 2009, comprenderemos que muchas de las llamadas medidas anticíclicas que se anunciaron darán pobres resultados.
La situación para mujeres y jóvenes será más complicada. No tendrán posibilidades de ocupación; al contrario, deberán buscar cómo autoemplearse. Bueno, hasta en los medios de difusión hay graves recortes.
En síntesis, la situación es crítica, no importando el optimismo de Calderón y de Merrill Lynch, una empresa que antes de quebrar fue absorbida por el Banco de América.
El martes 7, Felipe anunció otras medidas que antes consideraba populistas. No hay en las mismas, políticas agresivas o con el afán de meter al orden a los tiburones de la economía y las finanzas, como a los bancos, por ejemplo, pero ojalá en parte alivien la complicada situación de millones que se truenan los dedos.
Pero en realidad, lo dicho por Felipe Calderón el miércoles 7 de enero, en una reunión como en los viejos tiempos priistas, fue con el afán de impresionar a quienes no saben qué hacer ante la crisis, y ganar votos políticos en este 2009. Por lo que uno se pregunta: ¿y por qué aplauden los perredistas?
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